La pasarela esta vez no estuvo engalanada con majestuosas mujeres 1.80 de brazos lánguidos y caras perfectas. Vestidos con cortes militares y con toques románticos desfilaron en los cuerpos de mujeres obesas, enanos, gigantes, gemelos, peludos y ancianas durante la colección 2006, “Todo el mundo es bello”, que presentó el diseñador inglés John Galliano en París. El mundo de la moda una vez más se sacudió por las “impertinencias” de Galliano quien esta vez no se contento con hacer mezclas insospechadas en sus vestidos inspirados en el teatro japonés, el constructivismo ruso y el sadomasoquismo, sino que se atrevió a proponer unos nuevos cuerpos para la moda.

Los medios especializados en “fashion” y “style” no tardaron en enfrascarse en una polémica en torno a la pregunta de si en realidad esta era una pasarela que reivindicaba la diferencia, al presentarlos a todos como bellos, o si al contrario terminaba siendo una burla, una vez que la presentación tomaba ribetes de teatralidad y se convertía en un espectáculo circense y hasta grotesco.

Pero el atrevimiento de Galliano en su colección de hombres viejos vestidos de blanco acompañados de jovencitas, de gigantes con traje negro que salían emparejados con enanas vestidas de corte y muselina propone otra lectura más allá del manido discurso de la burla o la defensa de los que resultan diferentes.

Esta apuesta de diseño de Galliano parece gritar sobre todo que la moda no es sólo una cuestión de vestidos. Es también una cuestión de cuerpos. Esta pasarela pone en evidencia cómo la primacía del modelo: vestidos hechos para las personas, que fue el modelo que primo durante siglos en el mundo de la moda, cada vez se invierte más hacia un modelo: personas (cuerpos) hechas para los vestidos, modelo que impuso el capitalismo con la traducción del cuerpo a unas medidas estándares para agilizar y hacer posible la producción masiva.

Si en una pasarela se presentan cuerpos que desbordan esas medidas estandarizadas y hechas realidad en los cuerpos de las modelos, queda maltratado el ideal corporal al que apelan y con el que se construyen la mayoría de los vestidos de los diseñadores. Galliano tiene que salirse de los patrones de medidas de las caderas y el talle y tiene que inventar unos nuevos para vestir sus modelos, con lo que logra que la singularidad del cuerpo vuelva a imponerse sobre el vestido.

A nadie le parece descabellado que un hombre de 2.10 mt se vista, o que un hombre obeso y velludo se compre una camisa, lo que si sorprende es que un diseñador considere que ellos se puedan vestir a la moda, que sus cuerpos tienen un lugar en el mundo de la producción masiva (pret-at-porter), que sus tamaños pueden estar imponer la moda.

Es con estos dos elementos, cuerpo-vestido, con los que juega Galliano para enredarnos a todos, y dónde justamente se revela trastocadora esta colección. Sin embargo, Galliano no ha sido el único, una iniciativa parecida fue presentada por el diseñador Alexander MacQueen.

En la colección otoño-invierno de 1999, el diseñador inglés se aventuró en un experimento que sentó un precedente en el mundo de la moda. Aimee Mullins, una modelo norteamericana, que tiene amputadas las dos piernas desde el primer año de vida, salió a desfilar con unas prótesis diseñadas en formas de botas con herrajes y a la última moda. Todo se presentó integralmente como una creación de la firma. La conmoción de los medios y del mundo de la moda giró en torno a la supuesta “lección de horror” que daba McQueen: “¿dónde empieza y dónde acaba la representación de la belleza física? ¿Dónde empiezan y acaban hoy los dominios de la moda?”.

Pero la cuestión planteada por las revistas de moda y por los otros diseñadores desconoció una vez más una pregunta evidente: ¿dónde empieza y dónde termina el cuerpo? Y que en el caso de Galliano añade ¿qué cuerpos pueden vestirse a la moda y qué cuerpos no?

Las botas de Macqueen y La colección “Todos somos bellos” visibilizan esos “otros cuerpos” que en apariencia no caben o no tienen un lugar en la moda y los revela como cuerpos susceptibles de ser deseados, vestidos y sobretodo consumidos.

Los personajes que reemplazaron a las modelos en la colección de Galliano dieron de qué hablar, pero además mostraron unos diseños grandiosos que ratifican que en el mundo de la ensoñación y el estilo Galliano es un rey. Esa es la paradoja, la belleza de los vestidos se mantuvo aún en esos cuerpos que suelen no estar en las pasarelas sino detrás de las vitrinas. En esos cuerpos que no encajan ni en moldes ni en medidas.