Hace unos días para la sección cultural del periódico donde trabajo escribí un artículo sobre las moda que hay dentro de las estudiantes de universidades de estratos altos de ser meseras en bares como Andrés carne de res, Gabana etc. Entrevisté a unas 9 muchachitas hermosas de 20 y 24 años, y entre capules coquetos, buenas ropas y mucho carisma, el artículo se convirtió en un texto más con este hálito de “cheveridad” que ronda con tanta frecuencias las informaciones culturales.

Tan sólo dos años atrás, cuando aún estaba en la universidad, lanzaba vituperios contra este tipo de artículos y me comprometía con la causa de hacer un periodismo cultural más serio, pero una vez en los medios ¿por qué es tan fácil ceder ante lo light? Las respuestas a estas cuestiones suelen resolverse con consideraciones coloquiales como que lo light es un verdadero negocio y sobre todo que eso es lo que quiere ver la gente. ¡Eso vende! Pero estas son respuestas muy gratuitas, que a mi parecer se revelan más como consecuencias que como causas de esta imperante ligereza.

Que tal si propusiéramos que lo light es la propia forma de actuar de la cultura actual, que esa producción colectiva de sentido -como podemos entender ampliamente la cultura- sucumbe ante lo novedoso y al imperio de la seducción, quizás porque como nunca antes, se ha apelado a las pasiones antes que a un discurso racional para entender la realidad. Si vemos lo light como lo vacío, el sucedáneo, el resultado fácil, lo ingrávido, y si esto parece fagocitarlo todo, ¿no será que quizás ya no tiene peso lo que pesaba antes?

¿Cuál es el propio peso de lo light? A menudo nos complacemos en enunciar la estupidez de las secciones de farándula, la ausencia de reflexión del llamado infotaiment. Pero si lo light es un espíritu de la época, uno que se deleita con la buena vida, que magnifica los secretos de los famosos y que se quiebra ante los encantos de los relatos de unas meseras bonitas, mientras más nos tardemos en entenderlo y nos empeñemos en desdeñarlo como insignificante, más seguiremos subutilizándolo. Lo light al ser menos firme y radical puede convertirse, por ejemplo, en un horizonte amplio y receptivo que haga pertinentes más historias que habrían pasado inadvertidas.

Antes de caerle encima a todas las secciones culturales, yo haría más bien un llamado a ver cómo el espíritu crítico y reflexivo se puede extender en y a través de los mimetismo de lo light, para que así un artículo de meseras churras pueda mostrar la moda, pero que a su vez, esa evidencia sirva para hacer lecturas de los efectos y las causas de este fenómeno, como por ejemplo, ver si esta dinámica logra dignificar un empleo informal, si estas niñas están reemplazando el lugar de niñas de estratos menos favorecidos que necesitan el dinero más que para irse de rumba, para subsistir, en fin.

El que encuentra vacuas estas secciones, termina condenándolas, extendiendo una lectura irreflexiva y desdeñante sobre ellas. Si en esta imparable dinámica de lo light de superar una fiebre y empezar otra con la misma fuerza enfermiza, se lograra desentrañar unas dinámicas propias, -sin juzgarlo desde criterios racionales que a veces aparecen tan impertinentes e inaplicables con estos temas- si logramos darle una estatuto propio quizás podamos darle un horizonte de posibilidad más amplia a estos temas y convertirlos más que en un “espejismo” para romper, en uno para ver claramente lo que somos.