¿Cómo distinguir a las masas sociales que votaron por UPP y el Apra? Son más las similitudes que las diferencias. Básicamente conforman el sector de excluidos, marginados de la sociedad a quienes no alcanza un sistema elitista, plagado de discriminación y absolutamente enfeudado a las potencias globalizadoras. Por vez primera en la historia nacional se plantea la posibilidad, al margen de quién gane la presidencia en segunda vuelta, que dos colectividades populares, trabajen al alimón, fiscalicen a sus parlamentarios y ¡lo que es más importante! impidan los desmanes a que son tan afectos quienes ocupan la primera magistratura. A eso he llamado ¡los fiscales del pueblo!

Es importante dilucidar si quienes alimentan las supuestas e irreconciliables concepciones en ambos grupos, son tan sinceros o son en realidad gonfaloneros de odios viejos, antipatías ideológicas o concepciones anacrónicas que pretenden revivir aunque no hayan tenido sino una miseria electoral de respaldo el pasado 9 de abril. ¡Los que no obtuvieron apoyo, no tienen calidad moral para imponer cánones! ¡Y carecen de refrendo popular!

El solio presidencial es un imán que transforma, estupidiza y –rara vez- confiere brillo a sus ocupantes. El lustro 1985-1990 sobre el que hasta hoy no se ha hecho una exégesis desapasionada, fría y honesta, tiende a ser un pesadísimo baldón para Alan García. No caben casi dudas que fue una experiencia mediocre, abundante en giros y pirotecnia elegantemente llamada voluntarismo, pero de resultados deprimentes y malísimos. Quienes vimos de cerca aquel experimento tenemos un juicio muy duro. ¿Significa esto que aquello, como si se hubiera paralizado el tiempo, tiene que obligatoriamente repetirse? ¡Una estupidez como ésta, no resiste ningún análisis!

¿Porqué no un juego de alta y decente política? Si García llega con mayoría de votos ¿no tendría un acompañante de lujo en Humala como jefe de gabinete y dos conjuntos técnicos para manejar el difícil aparato del Estado? La fiscalización entrambos devendría automática y escrupulosa al detalle. Si ocurre lo inverso y Humala adviene a la presidencia, acaso ¿podría desdeñar, sin propio y suicida perjuicio, a un García como primer ministro y con igual participación de equipos? ¡Sería la primera vez que dos mayorías trabajen por el país y en la acera opuesta estaría la derecha reaccionaria, verdadera enemiga de cualquier revolución económica o moral del país!

Hay más. Si el Establo parlamentario repite las mismas taras y defectos, existe la posibilidad que el pueblo ante sí y por sí, sin esperar ordenanzas partidarias o, de repente, contra éstas, reúna firmas y plantee las iniciativas legislativas. ¡Y a ver si el Congreso se atreve a desafiar a los ciudadanos que por cientos de miles abarroten las calles para dar testimonio de la fuerza de su reclamo y rodeen el Parlamento! ¡Son los fiscales del pueblo!

¿Y está libre el presidente, quien fuera, de ser controlado al milímetro? ¡De ninguna manera! Las iniciativas legislativas también pueden ser introducidas cuando se refieren al primer mandatario y los fiscales del pueblo tienen ante sí un reto de imaginativa agenda y puede constituir una forma novedosa de evitar voluntarismos o metidas de pata que siempre encontrarán panegiristas rentados dispuestos a disimularlas.

Los líderes políticos tienen la obligación de encontrar caminos de avenida. No hay excusa ni pretexto válido. Y por encima de todo está la construcción de un país que hoy tiene la oportunidad de forjar vía la compulsa de sus mayorías más genuinas, un nuevo derrotero que cuente con la participación activa y fiscalizadora de estas colectividades. Los proyectos trasnochados o ficticios tienden siempre a ser divisionistas. Frente a ellos una sola y popular respuesta: ¡la democracia desde abajo y desde dentro!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!