Uno de los lugares donde encontraron refugio fue esa gran región del Pacífico. A estas selvas, de grandes ríos y de enormes riquezas en plantas y animales, ataron sus vidas. En ellas revivieron sus creencias y cosmovisiones mágicas en las relaciones con la naturaleza. En estos bosques, inhóspitos para sus opresores, encontraron la fuerza que nutrió la espiritualidad y creatividad para poder imaginarse una nueva vida en libertad. De los indios embera, wounaan, cunas y eperara aprendieron las artes para manejar la selva y el río. Esta interacción con ambientes y pueblos diferentes, les posibilitó no solo recrear el bagaje cultural que traían y aún conservaban de su África nativa, sino también aportarlo a la construcción de una interculturalidad y ampliación de humanidad, que aún sigue nutriendo la vida y la lucha de estos pueblos en la búsqueda de una convivencia intercultural, solidaria con la construcción de un proyecto nacional autónomo.

Y los negros volvieron a imaginarse la felicidad, pues encontraron también una naturaleza que les brindaba con generosidad abundantes recursos.

Ante todo recrearon su música. Los tambores que, considerados como medios de comunicación para la rebelión, habían sido prohibidos por los españoles, volvieron a sonar. Se ingeniaron nuevos instrumentos como el «cununo» y el «guaza». La palma les suministró la materia prima para ese maravilloso instrumento, la «marimba», que como dice la canción, “......en manos de Justino García, puso a temblar el litoral”.

Revisemos el presente

No habían terminado aún de adaptarse a este Nuevo Mundo, cuando esta región entró a ser codiciada por aquellos intereses económicos egoístas, legales e ilegales, que han venido destruyendo a Colombia. Actualmente como producto de esa codicia, en el Pacífico se encuentran todos los males que aquejan a Colombia: extracción irracional de recursos naturales, cultivos de uso ilícito, pobreza, exclusión y violencia. Todo el mundo sabe que la presencia del Estado colombiano en el Pacífico se ha caracterizado por la desidia, la indolencia, la discriminación, la incompetencia y la corrupción.

A pesar de que la Constitución de 1991 abrió las puertas para el reconocimiento de sus derechos, los negros siguen siendo víctimas de una discriminación sistemática y permanecen en una situación de extrema vulnerabilidad, donde casi el 80% de ellos viven en condiciones de extrema pobreza. En los últimos 10 años el Pacífico y sus habitantes se han enfrentado a una situación límite, debido a la violencia generada por el control de territorios, cultivos de uso ilícito y apropiación de recursos ambientales.

Ya no se trata de una violencia que excluye con la negación de derechos y con el hambre, se trata del sometimiento por la fuerza para arrebatarles a las comunidades sus territorios y sus recursos.

A esta exclusión, segregación y violencia, se suman ahora las masacres en Buenaventura de jóvenes de los ríos del Pacífico. Estos crímenes de «lesa humanidad» son protagonizados por sectores racistas de horca y cuchillo, que quieren perpetuar a toda costa, sistemas económicos y de gobierno excluyentes y mantener en la pobreza y marginalidad a negros, indios y a campesinos pobres. No es bueno, ni para el Pacífico ni para Colombia, que estos poderes económicos cierren los espacios democráticos, que para estos pueblos abrió la Constitución Política de 1991 y hacen bien las comunidades negras al organizarse y luchar por sus derechos. Con ello están contribuyendo a la democratización de Colombia.

La identidad cultural

La identidad cultural es un concepto importante para entender la vida de negros e indígenas, y ha sido una herramienta utilizada por estos pueblos para la defensa de sus territorios colectivos, pues en esa identidad cultural están anclados fundamentos filosóficos y éticos que le dan legitimidad al derecho territorial. Compartir universos de significados, músicas y vivencias, son lazos primarios que aglutinan a las comunidades alrededor de propósitos y designios comunes.

La identidad cultural, el territorio colectivo, el gobierno propio y la autonomía, son derechos de los negros, reconocidos por la ley 70 de 1993, que hoy están siendo ahogados por esta violencia y exclusión social.

La Unión Territorial Interétnica del Naya UTINAYA y el colectivo de trabajo Jenzera realizaron el CD de música negra de los ríos del Pacífico colombiano «Trenza Matuna». Se llama Trenza en homenaje a los arreglos del cabello de la mujer negra, pero también porque la trenza símboliza unión de identidades y voluntades, de entrelazamiento de la vida de los pueblos para rechazar la violencia y de rebeldía contra todas las formas de opresión y humillación. Cuenta la tradición que en las trenzas, las mujeres ocultaban los mensajes entre los rebeldes y los mapas de los caminos hacia la libertad. En las trenzas llevaban también ocultas las semillas para los cultivos de los «palenques». Lo de «Matuna» porque es el nombre de un palenque creado en 1599 por el esclavo negro Benkos Biojó, que encabezó en los Montes de María las primeras revueltas contra los españoles en Colombia. El palenque La Matuna, es conocido como el “primer territorio libre de América”.

Este CD reúne 20 cantos tradicionales (rumbas, currulaos, torbellinos y alabaos) que hacen parte de la vida, la memoria y la resistencia de estos pueblos. Cantos interpretados por grupos de diferentes organizaciones sociales del Naya, Buenaventura y el bajo San Juan, una de las regiones más biodiversas del planeta, cuyos habitantes, con gran espíritu y muchas ganas, se esfuerzan por fortalecer esa identidad cultural propia para continuar conquistando sus derechos y hacer de Colombia el país multiétnico y pluricultural, que nos merecemos.
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