La publicación de referencia de la City londinense, The Economist, reporta la destrucción del Líbano por Israel bajo el título «La guerra accidental». Según The Economist, se trata de una guerra «que nadie quiso y que nadie puede ganar».

Todos los libros de historia contemporánea nos enseñan que las guerras son resultado de movimientos de fondo que sobrepasan la capacidad para detenerlos que puedan tener los individuos. La teoría de la «guerra accidental» constituye por tanto una novedad que contradice el conocimiento científico de las sociedades modernas.

Más seriamente, y haciendo el papel de fatalista, el semanario económico trata de evitar la principal pregunta que entraría de lleno en su especialidad: ¿Qué intereses están en juego? No existe una respuesta única para esa interrogante, que debería ser planteada por separado a cada componente de las partes beligerantes. Habría incluso que determinar quiénes son esas partes, o sea, no seguir interpretando el apoyo que Siria e Irán prestan al Hezbollah como una relación jerárquica y aceptar, por el contrario, que Estados Unidos no apoya a Israel sino que le imparte instrucciones.