“(Des)movilización” es la primera palabra que titula la investigación que acaba de publicar la Ruta Pacífica de las Mujeres. Su principal denuncia, como puede adivinarse, consiste en que el proceso de paz con los paramilitares ha tenido como principal damnificada a la verdad. Las mujeres de este movimiento feminista, pacifista y antimilitarista, denuncian también que después de supuestamente desmontada la estructura militar de las AUC y reinsertados sus miembros, han sido autores de más de 281 violaciones a la vida y a la libertad de mujeres, niñas y jóvenes en Santander, Chocó, Cartagena y Medellín.

Esta investigación se remite particularmente al caso paramilitar por la coyuntura del proceso de paz y la ley de verdad justicia y reparación. Sin embargo, el activismo de la Ruta Pacífica está encaminado a rechazar cualquier salida militar al conflicto y todos los tipos de violencia contra las mujeres colombianas.

La organización se creó en 1996 y en sus diez años ha movilizado a más de 17 mil mujeres. Hoy en día hace presencia en 8 regiones del país, y es en el distrito capital donde se encuentra la coordinación nacional de las 315 organizaciones que la conforman. El reconocimiento de este movimiento ha trascendido las fronteras nacionales; En 2001 les fue otorgado el premio mundial Milenio de Paz para las Mujeres de UNIFEM. Y a nivel nacional han sido convocadas a participar en importantes espacios de negociaciones de paz con los actores armados.

Sus críticas hacia la desmovilización de las AUC, al igual que varias organizaciones de DDHH en el país, no son hacia el proceso de paz como tal, por el que de hecho abogan (procuran una salida política del conflicto); están orientadas hacia la manera como se dio la negociación con la organización paramilitar. Sus reclamos, que llevan como sello la perspectiva de género, apuntan hacia la existencia hoy de unas autodefensas “re-editadas”. Para muchos esto ya no es un secreto, y ojala tampoco sea impudicia de quienes deberían tomar cartas en el asunto.

En el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el movimiento quiso hacer un llamado a verdad con respecto a los paramilitares y el proceso que pretendió reintegrarlos a la vida civil. A través de la realización del V Encuentro Nacional de Mujeres y del plantón del día jueves 23, inspirando en la consigna "con silencios no hay justicia ni paz", convocaron a más de 1200 mujeres que marcharon desde la Biblioteca Luis Ángel Arango hasta la plaza de Bolívar. Allí, con una serie de actos simbólicos y muestras artísticas de cada región, le dijeron a la sociedad colombiana que querían un proceso de paz, que no querían más guerra ni silencios… que las mujeres colombianas quieren verdad y reparación.

La sede del plantón fue la ciudad de Bogotá, sin embargo, anualmente han venido realizando expresiones masivas de mujeres en varias regiones del país, como Cartagena, Quibdó y el Urabá Antioqueño. Este tipo de encuentros y movilizaciones es para las activistas de la Ruta el mayor avance en sus diez años de movilización, ya que convoca a mujeres de todo el país y envía un mensaje claro a Colombia sobre lo que la Ruta quiere: No más violencia y una sociedad basada en principios de justicia y paz.

De esa forma no es difícil pensar que exigir verdad y reparación en medio de la guerra y desde una condición femenina puede resultar más complicado que hacerlo desde otras. Los casos de tortura, violencia sexual y muerte de las mujeres colombianas están subregistrados, declaran las voceras de este movimiento, probablemente por el miedo que las acompaña a la hora de reclamar sus derechos. Además, en varias ocasiones las cifras sobre el conflicto no están ni siquiera desagregadas por género, lo que permite una mayor desinformación sobre la violencia hacia la mujer en el marco de nuestra guerra.

Es por ello que este movimiento social tiene como propósito visibilizar testimonios de mujeres victimizadas en varias regiones del territorio nacional. Registran a través de videos, documentos y pronunciamientos públicos, que las mujeres colombianas están siendo objeto de violencia sexual y además “botín de guerra”.

Posibles adelantos en nuestra legislación

El miércoles pasado fue radicado en el Congreso un proyecto de ley que tiene como título sugerido “Ley para una vida digna, libre de violencias contra las mujeres”. En la etapa previa a su elaboración, se consultaron varias organizaciones de mujeres entre las que se encontraba la ruta. Entre las consideraciones del proyecto está la violencia hacia la mujer como fuente de un alto costo social, así como la violación a sus DDHH como un acto de discriminación y subordinación. Ésta iniciativa de la recién creada bancada femenina busca implementar medidas que permitan una mayor protección para el género femenino no sólo de las prácticas asociadas al conflcito, sino de todos los demás tipos de violencia de los que la mujer colombiana sujeta.

Hay que resaltar que de este proyecto fueron partícipes todas las mujeres del congreso que a su vez hacen parte de diferentes partidos y posturas políticas. Que sus consultas procuraron escuchar las necesidades y denuncias de las mujeres colombianas de diversos sectores y que entre los propósitos de esta bancada está la creación de una comisión especial que trate el tema de género.

En el mencionado proyecto de ley, se sugiere capacitar a quienes tienen en sus manos la justicia, para acabar con imaginarios discriminatorios de género que se traducen en decisiones de tipo jurídico. Un avance, sin duda para que además de reconocerse las violaciones a los DDHH de las mujeres, éstas tengan acceso a procesos más justos. Ojalá la situación crítica y violenta que viven las mujeres comience a reconocerse, además de en el marco legal, por parte del gobierno y de la sociedad colombiana en general.

Bien haríamos en revisar (como lo hace también el proyecto de ley presentado el miércoles) el caso español, donde la reforma legislativa, que es bastante ejemplar en el tema, fue una expresión formal del proceso estructural que se llevó alrededor de la violencia de género. La puesta en evidencia del agresor, en la que jugó un papel importante el compromiso de los medios de comunicación, animó un cambio social en torno a la no-tolerancia de las agresiones contra las mujeres y frente a la exigibilidad de los derechos por parte de ellas.

España concentró esfuerzos en crear, a nivel nacional y local, toda una infraestructura pública para la atención de las mujeres víctimas de violencia intrafamiliar que incluyó líneas telefónicas de atención las 24 horas, campañas masivas y refugios.

Precisamente esa cultura de no-tolerancia es la que pretende fomentar la Ruta Pacífica en Colombia, además del reconocimiento correspondiente de las mujeres como víctimas. María Eugenia Sánchez, miembro del movimiento, declaró en una rueda de prensa el jueves pasado que “Como ciudadanas, hacemos la denuncia y pedimos al Gobierno que no se siga en este ambiente de impunidad… que las mujeres colombianas aguantamos y queremos la verdad”.

Por último, pensar en la mujer como portadora de memoria de la guerra y en su papel como un actor básico para la construcción de la paz, aportaría varias piezas de las que faltan para armar el rompecabezas de la verdad. Ella es un punto sobre el cual se trasmite la historia y desde donde se narra el dolor de lo que fue el conflicto. Su canto, su voz y su llanto deben ser tomados en cuenta a la hora de tener un proceso de verdad, de verdad, justicia y reparación….