Tengo un agujero en el alma y lo quiero llenar con sonrisas del Negro, frases del Negro, ocurrencias del Negro, momentos míos en los que me brotaban carcajadas leyendo los cuentos del Negro ante la mirada piadosa de otros pasajeros del colectivo.

Le escuche decir alguna vez, esto: “Seguramente no le voy a cambiar la vida a nadie, no voy a poder transformar a nadie con lo que escribo. Pero el mayor de los halagos que me puede hacer un tipo es que me diga: “che, me cague de risa con lo que escribiste”.

El Negro Fontanarrosa era un grande de verdad, un tipo talentoso que además de su genio para el dibujo y la escritura tenía además un increíble magnetismo y un extraordinario poder de seducción.

Me tocó participar con él en varias mesas redondas sobre el tema del fútbol y la literatura. Fontanarrosa y dos más, tres más, cuatro más.. Los organizadores nunca sabían si darle la palabra primero o dejarlo para el final.

Si él hablaba primero, la gente se iba; si quedaba para el final la gente se impacientaba esperando que llegar finalmente el momento que de verdad les interesaba. Que, por otra parte, era lo que nos interesaba a todos.

Manejaba los tiempos, las pausas, esquivaba con elegancias las preguntas pavotas, improvisaba, recurría al oficio, encantaba a su audiencia. Hablaba de lo que quería.

En charlas sobre fútbol reflexionaba con suprema gracias sobre cuestiones centrales de la vida como lo injusto que resulta para pibes de 10 años levantarse a las 10 de la mañana para ir al colegio; el valor de tener amigos a los que uno puede mandar a la mierda sin que se enojen si te quieren comentar en tiempo real una película iraní o la frustración de no haber podido triunfar en el fútbol por dos razones: “una la pierna izquierda; la otra la pierna derecha”.

Generoso hasta el último día el Negro Fontanarrosa, consciente de la enfermedad diabólica que padecía, evitaba el tema para no trasladar su angustia interior a los demás.

La última imagen que tengo de Fontanarrosa es la de una charla en la Biblioteca Nacional.

Un ciclo de escritores que reflexionaban sobre el oficio. Como siempre, se terminó hablando de fútbol, porque –como siempre- entre el público había uno con la camiseta de Rosario Central.

Recurro a imágenes de Boogie, recuerdo cuadritos de Inodoro, gags de Les Luthiers en lo que se lo puede reconocer, fragmentos de sus novelas, cuentos futboleros como aquel de los primeros tiempos del pibe que le patea penales al perro con dos macetas como poste o el wing de metegol, mezcló todo con el abrazo fraterno y muy buenos momentos compartidos y por un momento lleno el hueco en el alma. Sólo por un momento. Me pasa lo mismo que a mi amigo.

# Periodista de Página 12.