El nuevo primer ministro británico, Gordon Brown, visitó al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, el 30 de julio de 2007 en Camp David (ver foto). Durante esta difícil prueba, Brown se presentó con una línea continuista hacia su predecesor Tony Blair, aunque distinguiéndose por la apertura de su propio margen de maniobra. También se esforzó por subrayar la «relación especial» que une a Estados Unidos y el Reino Unido como Estados, aunque él mismo se mostró más profesional que amistoso en sus relaciones personales con su Bush. No dejó pasar ninguna ocasión de aprobar todo lo que es objeto de consenso en el seno de la clase dirigente estadounidense, pero –con cortesía típicamente británica– esquivó todo lo que se pudiera interpretar como una muestra de apoyo al presidente ante sus opositores del Congreso.

El espacio así creado debería permitirle a Brown retirar de Irak las tropas de Su Majestad, en cuanto se publique el informe del general David Petraeus. Pero esa ambigüedad tiene sus límites, lo cual llevó a Gordon Brown a declarar:
«Deberíamos reconocer que el mundo entero tiene una deuda hacia Estados Unidos por su papel de líder en la lucha contra el terrorismo internacional». Y luego agregó: «Es claramente uno de los intereses nacionales del Reino Unido el tener sólidas relaciones con Estados Unidos, nuestra única y más importante relación bilateral»[1].

En el futuro, el hecho de que el Reino Unido recupere su independencia no significará que Londres no mantenga su solidaridad hacia Estados Unidos, ni que se vuelva hacia el continente europeo. Sería hora de que los ingleses pidan la anulación de la deuda.

[1]Citación íntégra: «In this century it has fallen to America to take centre stage. America has shown by the resilience and bravery of its people since September 11 that while buildings can be destroyed values are indestructible. And we should acknowledge the debt the world owes to the U.S for its leadership in this fight against internatinoal terrorism».