Ese petróleo es el contraste contra el que hay que medir la ofensiva de optimismo extremo que ensayó Washington esta semana, primero con el testimonio del general David Petraeus –máximo jefe militar en el teatro de operaciones- ante ambas cámaras del Congreso y se prolongó el jueves en un discurso del propio Bush, primero en los cuatro años y medio que lleva la guerra en el que anunció que pronto estaría en condiciones de ordenar el regreso de tropas al país. Qué otro motivo habría para retirarlos que el hecho de que estamos venciendo, fue el argumento implícito que Bush empleó a lo largo de toda la alocución.

Ese anuncio contiene, según los expertos, varias trampas apenas disimuladas. En Irak hay hoy casi unos 170.000 hombres desplegados en 20 brigadas de combate. Pero 30.000 de ellos son parte de los refuerzos que autorizó el Congreso a comienzos de año, los que según el mismo mandato deberían regresar para fines de abril próximo. Primera trampa: Bush pretendió presentar como un logro lo que de todos modos está obligado a hacer, pero al mismo tiempo estiró el plazo hasta julio del 2008. Básicamente endosó lo que Petraeus le había anticipado a los legisladores.

Pero regresemos al petróleo que pese a su negrura en Irak parece haberse convertido en un líquido transparente. Para Krugman el hecho de que la empresa petrolera Hunt Oil Company de Tejas haya firmado un convenio de prospección y extracción con el gobierno de la provincia kurda de Irak está revelando que, en alguna parte de su cerebro colectivo, el gobierno de Bush ha comenzado a resignarse a la idea de que Irak puede dejar de existir como una entidad nacional y convertirse en una región donde pujen elementos étnicos y religiosos. “Sin un sistema de consenso para compartir los dividendos del petróleo no hay Irak, apenas una colección de bandas armadas luchando por el control del recurso”, escribió Krugman.

¿Por qué la acción de una única empresa petrolera le revela tanto al columnista? Porque su dueño Ray L. Hunt es un asociado de Bush que integra un panel de asesoramiento sobre política exterior. Hunt –presupone Krugman- debe tener información de primera sobre la intención real de Bush en Irak porque de otro modo no se arriesgaría a firmar un acuerdo que va explícitamente contra la política proclamada de la administración republicana. Bush había fijado como meta prioritaria al gobierno de Nuri al Maliki el dictado de una ley que permitiera a todos los grupos –chiitas, sunitas y kurdos- compartir el fruto de la riqueza petrolera. No sucedió, apenas a comienzos de la semana pasada esa legislación hizo agua otra vez en el Parlamento.

Ergo, de lo que se trataría es de demorar el colapso iraquí hasta que Bush deje, en un año, la Casa Blanca para que luego quien sea que lo vaya a reemplazar lidie con el momento en que el Titanic del Golfo Pérsico no pueda mantener más su cubierta en la superficie. El heredero, sigue el razonamiento, recibirá también la responsabilidad y el amargo sabor general que deja otra derrota.

Pero esta no es la única dimensión del problema. No hay funcionario –civil o militar- que pueda determinar con aproximación razonable cuántos soldados volverán a Estados Unidos cuando el repliegue comience. Lo mencionado es retirar cinco brigadas –dejando quince desplegadas- peor esto tampoco ayuda a calcular cifras.

Cada brigada puede tener entre 3.500 y 4.500 efectivos –algunas veces más- lo que hace imposible el sencillo cálculo de multiplicar número de brigadas por número de componentes. Además hay que sumar a esto los contingentes también militares dedicados a servicios de apoyo de combate. Petraeus, dicen los expertos, puede decidir incluso no cumplir con el número de 30.000 que figura en la autorización legislativa, aduciendo necesidades operativas.

Lo cierto es que resulta difícil distinguir en las últimas novedades sobre Irak lo que es anuncio genuino de las maniobras encubiertas para evitar que el diluvio iraquí se lleve lo que queda en pie de la administración Bush que a su favor parece tener solo el papel deslucido y timorato que la oposición demócrata está haciendo en el Congreso que controla.

Aun así es posible que el disimulo no le aguante demasiado a Bush. A fines de setiembre concluye el año fiscal estadounidense y para entonces Bush deberá contar con un nuevo presupuesto (650 mil millones de dólares pidió en el rubro defensa). El debate que precederá a la ley será con seguridad un nuevo cuadrilátero para debatir el sentido de la guerra y de un compromiso en Irak que, como la ropa de mala calidad, a Bush se le está descosiendo en los orillos.

# Publicado en el diario Clarín.
(*) Periodista