Transcurría el año 1982 cuando una doctora en Pedagogía y eminente psicóloga comenzó a padecer de una tos que cada vez más le imposibilitaba ejercer su profesión, relacionada con la atención a niños con alteraciones de la conducta.

En un momento de crisis, los exámenes médicos arrojaron el diagnóstico de cáncer de pulmón, y ahí empezó el vía crucis porque era una etapa donde resultaba casi imposible acceder a medios y medicamentos de última generación para esa dolencia, por lo general producidos en empresas de Norteamérica o en sus subsidiarias de otras naciones.

Ella no dejó de recibir la mejor atención, y de forma gratuita, en el Instituto de Oncología y Radiobiología con los recursos disponibles en esas circunstancias, pero resultó imposible adquirir a tiempo otros fármacos que hubieran podido prolongar su vida y hacerle menos agónica la fase terminal de la terrible enfermedad.

Eso acrecentó el estado de impotencia de la familia al no poder hacer nada ante esa situación, dolor solo aplacado por la convicción de la paciente, quien en su lecho de muerte siempre decía a sus hijos:

"Yo moriré, pero me marcho feliz porque ustedes, al igual que el resto de los cubanos y otros pueblos del mundo, continuarán luchando con todas sus energías para que el bloqueo a Cuba sea eliminado".

No se equivocó quien era mi querida madre...

Agencia Cubana de Noticias