Y hasta adoptaron en sus relatos una posición irreverente frente al poder económico y los habitantes del Palacio de Hacienda.

Las secciones de Economía de aquellos años eran, aún en los diarios chicos, un verdadero ejército con especialistas en todas las materias. Desde expertos en Finanzas, corresponsales en el Ministerio de Economía, en el Banco Central, en el Ministerio de Obras Públicas y las secretarías de Agricultura e Industria, hasta los que se dedicaban en exclusiva a sectores como el petrolero, el automotriz y el atómico. Las reuniones de sumario se asemejaban a las de un gabinete con lluvia de ideas y enfoques distintos.

En los ‘90, al compás de las privatizaciones y la gigantesca transnacionalización de la economía argentina, se incorporó la sección negocios. Nacía una nueva agenda que llevaba a la ola de fusiones y adquisiciones de empresas nacionales por parte de multis y gigantescos
fondos especulativos, a la tapa de los diarios.

La dinámica del 2000 fue arrolladora. El cierre de empresas, la gente en la calle, los padecimientos de la clase media monopolizaron la lista de temas que luego fueron reemplazados por los signos de la recuperación económica y sus crónicas de creación de empleos, el reino de la soja, el boom de la construcción y el desplazamiento de los piqueteros que dejaron su lugar de protesta a los gremios organizados como el signo de estos tiempos.

El sociólogo francés Dominique Wolton sostiene que los periodistas están bajo una triple presión. La presión económica por sus salarios, la presión política y la presión tecnológica con la irrupción de internet. Las condiciones de la puesta en marcha del diario se da cotidianamente bajo la tiranía de la coyuntura y con la necesidad de pensar con proyección, de buscar primicias, de conseguir temas que interesen y de lograr un relato que requiere ser didáctico para estar próximo a los lectores.

Pero cuando vivimos lo que se considera la más importante revolución de las comunicaciones desde que Johannes Gutenberg inventó la imprenta en 1455, las redacciones son más débiles: ya no son un ejército. Y la especialización, en un mundo cada vez más sofisticado en el análisis económico, se ha perdido.

Nació el periodismo todo terreno. Así, hay lagunas en la formación, poca curiosidad, una mirada complaciente, un intento por seducir a las fuentes en vez de mantener la distancia y escasa agenda propia. Paradójicamente esto ocurre cuando del otro lado hay lectores cada vez más exigentes. Y crece un fenómeno que muestra cómo ha caído la frontera entre el periodismo y su audiencia. Los expertos hablan de un nuevo paradigma en el recorrido de la información, de abajo hacia arriba, sepultando tal vez al periodismo arrogante.

Desde luego que hay redacciones con periodistas a prueba de balas, que mantienen distancia de las fuentes, que han roto con la mirada pasteurizada que predominó en los años 90, que toman riesgos, son creativos y extremadamente precisos y que cuentan los acontecimientos en base al qué y al por qué. En definitiva, que nos sorprenden en un país donde es fácil criticar al poder político y es muy difícil informar sobre el poder económico.

Wolton dijo que al margen del soporte tecnológico en el que se informe, no hay periodismo sin periodistas. Apenas terminada la guerra, en 1945, Bertolt Brecht invitó especialmente a los periodistas a la transformación que se venía. Lo hizo de esta manera: “En tu lucha contra el mundo, pelea por el mundo”.