–¿Cómo se construye una canción popular para que la canten todos?

–Se construye sin saberlo. Por ejemplo, “Algo contigo” es un tema que cuando lo escribí pensé que no iba a funcionar. Y al principio tuve razón porque durante mucho tiempo no tuvo otra grabación que la mía. Pero de golpe empezaron a llegar grabaciones importantes, de artistas de todo el mundo. Lo mismo ocurrió con “Cómo”, la canción que grabó Luis Miguel, que en México tiene 35 interpretaciones distintas. Pero un éxito no lo podés medir, no sabés. Y también sucede a la inversa: hay canciones que pensás que va a cantar todo el mundo y no las canta nadie.

–Generar tantos éxitos le habrá dejado una buena ganancia, ¿no?

–La verdad es que no. Porque hay canciones como “Un sábado más” que no vendió muchos discos. Y sin embargo es un tema muy conocido. De hecho, a mi último espectáculo le puse ese título porque sé que es un tema que conocen todos. Lo mismo me pasó con “Carta de un león a otro”.

–En los últimos años hizo una serie importante de espectáculos. ¿Por qué no edita discos nuevos?

–Es difícil ese asunto y complejo al mismo tiempo. Por un lado, nunca fue tan fácil editar un disco como ahora. Por el otro, y justamente por el motivo anterior, cada día es más complicado hacer un disco y que logre cierta repercusión. Realicé dos o tres discos nuevos de producción propia porque las compañías ya no respaldan a los cantantes populares. Hice uno de tango y otro de boleros, pero a las compañías les reditúa más juntar a un grupo de adolescentes en un programita de reality show y, entre lágrimas y cámaras que reflejan intimidades, editarles el disco.

–¿La música popular argentina está en retroceso?

–La música popular marcha al ritmo del que pone más guita. Hoy está dominada por el manejo de los medios que hacen las compañías grabadoras, las que velan por sus intereses. Y ellos son los que difunden, los que distribuyen. Lo que te dije, los pibes en un programa de televisión, en medio de un concurso. Eso es lo que les resulta. Cambió el negocio. Creo que, debido a esto, en el gusto popular hubo una involución: a la gente ahora le gusta cualquier cosa. La televisión le marca el gusto.

–¿El tango es una suerte de trinchera en este sentido?

–El tango se hizo fuerte en los últimos años por el baile. Pero como mercado discográfico no pasa nada. Debería aparecer un Luis Miguel del tango. Además, con las bajadas por Internet, cada vez el negocio de la música se achica más.

–Escribió muchos boleros y no tantos tangos ¿qué diferencia encuentra entre un género y el otro?

–El bolero es mucho más sencillo, es una música dedicada al corazón, muchas veces superficial. Por supuesto, ha tenido importantes creadores que intentaron darle un poco más de profundidad y contenido, como Álvaro Carrillo, el autor de “Sabor a mí” o Luis Demetrio, con “La puerta”. Pero así y todo no puede competir con el tango. El tango es puro sentimiento, de una profundidad difícil de comprender. Además, es difícil: difícil de decir, difícil de sentir y expresar. Y para un compositor se trata de un género largo porque tiene primera, segunda y primera bis. Eso es muy bravo. Y, por último, hay que sentirlo y el que no es de acá no lo siente. Creo que la poética del tango es inigualable. No hay ninguna otra música con letras tan profundas. Ni el jazz, ni la bossa nova, ni el blues, ni el rock se le pueden comparar.

–¿Entonces era más sencillo cuando empezó a componer inclinarse por el bolero y no por el tango?

–Bueno, es que mi primera relación con el tango fue sólo como cantante. El tango siempre lo llevé adentro pero como compositor me fui inclinando hacia otros ritmos. Y volví al tango a partir de mi amistad con Eladia Blázquez. Ella fue quien me introdujo nuevamente en el tango. Ahí hago un quiebre y empiezo a componer mis primeros tangos: “Balance”, “Cantata de Buenos Aires”. Pero nunca fui un compositor de tangos full time. De hecho, el resto de mis tangos fue surgiendo como una necesidad de los espectáculos que estaba haciendo. Incluso, los más importantes de mi carrera como “Cordón” y “El último round”. Siempre aparecieron a partir de un motivo específico. Nunca dije largo el bolero y me dedico al tango.

–¿Por qué nunca quiso largar el bolero?

–En verdad, me hubiera encantando dedicarme sólo a componer tangos. Pero en los setenta y en los ochenta había varios impedimentos. A Eladia y a mí los únicos intérpretes que nos daban bolilla para grabar eran los que recién empezaban. En su momento, estaban Rubén Juárez y Néstor Fabián, que eran tipos a los que les gustaba el repertorio de Eladia y también el mío. El resto, se hacían los distraídos. Muchos cantantes tradicionales se negaban a cantar nuestros tangos. O decían que no les gustaba mi estilo de escribir porque eran letras medio difíciles de cantar. Pero también yo puse algo de mi parte: nunca tuve la constancia para imponer mi estilo. De cualquier modo, siempre sentí que el tango es parte de mi esencia.

–¿Le parece que eso que iniciaron usted, Eladia y Horacio Ferrer, tiene hoy seguidores? ¿Hay gente que está escribiendo tangos con cierta cuota de actualidad en el lenguaje?

–Sí, ahora hay cierto movimiento. Hay músicos muy jóvenes haciendo tangos, hay nuevos autores que meten cosas diferentes, actuales. Y espero que esa sea la gran salida del género.

–¿Cree que les va a resultar tan difícil como a usted y a Eladia?

–Espero que no. Porque a Eladia y a mí nos costó muchísimo. Hubo un hecho histórico: nosotros formamos parte de una generación que se convirtió en bisagra. El caso que mencionabas de Ferrer es distinto porque él tuvo la suerte de tener a Astor Piazzolla al lado. Pero fue un caso en particular, no un movimiento. Nosotros en cambio fuimos los últimos mohicanos. Estuvimos a la sombra de los grandes autores de los años 40 y 50. Y cuando queríamos hablar un idioma más actual, no teníamos recepción. Después ya fue el tiempo del rock y los mejores escritores de letras se instalaron ahí. Ahora, algunos se empiezan a volcar al tango. Eso puede funcionar, aunque quién sabe si será tango. Tal vez sea otra cosa, parecida. En todo caso, lo importante sería que la música popular no terminara muerta y que el marketing fuese el asesino (ANC-UTPBA).

(*) Entrevista publicada por la revista Acción número 997, primera quincena marzo 2008