Ha renacido un centenario. Nuevamente, como en 1884, el diario El Telégrafo, conocido como el decano de la prensa nacional, se presenta ante sus lectores de todo el país, pero esta vez, como el primer diario público del Ecuador, y con la promesa de hacer de esta actividad profesional un oficio por la verdad.

De nuestra parte, como medio de comunicación alternativo, que hace siete años también se atrevió a soñar y hacer realidad un nuevo periodismo, integrado a los intereses populares, nos regocijamos con este acontecimiento, que marca un nuevo rumbo en la historia de la comunicación social del país.

Vuestra presencia genera, como es obvio, expectativas entre los ecuatorianos, que día a día hemos visto derrumbarse ante nuestros ojos los viejos mitos del periodismo tradicional. Coincidimos, en lo fundamental, con los postulados que sostienen en su primer editorial, en el sentido de trabajar desde el ángulo de la vida real, cotidiana de los ecuatorianos. Y, sobre todo, en el sentido de no recurrir a la vieja falacia de la imparcialidad, que solo ha servido para engañar y reproducir un sistema excluyente e injusto.

Es verdad, El Telégrafo renace con un nuevo lector, y tiene, por tanto, el reto de responder a sus expectativas. Estamos juntos en este caminar, por ello, pueden contar con nuestra modesta contribución.

Bienvenidos colegas, o mejor: ¡compañeros!