Ese clima no sólo está determinado por las discusiones salariales sino por un retorno, apenas disimulado, de políticas empresarias de ajuste y despidos. También hoy hay una ejemplo al cual apelar, los seis despidos en Radio América.

El caso ya mencionado de NA, el muy buen acuerdo alcanzado en radio Nacional; las asambleas de Telefé que van ratificando prioridades de la negociación; el pedido de una urgente intervención del Ministerio de Trabajo ante la traba puesta por la empresa DYN frente a un acuerdo salarial inminente; la lucha en Radio Rivadavia para romper con el perverso e ilegal método de la empresa de pagar los salarios en cuotas; el importante aumento alcanzado en Crónica TV; la preocupante demora de la dirección empresaria de Buenos Aires Herald en suscribir y homologar en el Ministerio de Trabajo un importante acuerdo salarial de hace ya un mes atrás; las asambleas y decenas de firmas en todas las radios privadas que ratifican el reclamo original y exigen que la cámara se mueva de su postura; el planteo de Popular, la demora en dar respuesta en Canal 7; el primer acuerdo con la Cámara de empresas medianas y chicas –que beneficia, al menos, a más de 800 compañeros que trabajan en medios de menos de 30 trabajadores-, la demanda de los trabajadores de prensa de Crónica, la insatisfactoria respuesta de América TV, son los emergentes últimos de una disputa salarial que no ocupa en soledad el escenario de la actividad.

Los despidos en Continental, La Red, América TV, radio América –al momento de elaborarse estas líneas concluía el primer paro de tres horas por turno en rechazo a seis despidos y en reclamo por su reincorporación- son motivo de una profunda preocupación y de una creciente movilización, al advertirse que esas resoluciones patronales son un paso claro hacia el achicamiento y la polifuncionalidad, en una rama, la de las radios, que se pretende mostrar como la cenicienta de los medios, aunque se torne inocultable que la mayoría de ellas pertenecen a los grupos hegemónicos en materia comunicacional (Clarín, Hadad, El Pais-Prisa, CIE, Moneta, De Narvaez Tinelli).

Desde las tensiones implícitas hasta las disputas explícitas que se verifican en cada medio, lo colectivo, como expresión aún débil o más fuertemente consolidada, demuestra su valor como ámbito y herramienta para enfrentar impunidades patronales y crecientes niveles de complicidad del propio Ministerio de Trabajo, que de modo notorio desde fines de 2007 viene inclinando la cancha hacia el lado del poder económico-comunicacional. Con un agregado respecto de las radios y los actuales conflictos: la manifestada voluntad y decisión política de avanzar hacia una ley de radiodifusión de la democracia que –entre otras cuestiones históricamente reclamadas por distintas organizaciones- imponga condiciones a aquellos que todo lo tienen en la materia, se desdibuja peligrosamente cuando grupos como el CIE avanzan hacia una próxima jugada, todavía no declarada, y dejan el tendal en Radio América, a la que accedieron irregularmente y parecen irse arrasando con puestos de trabajo, sin que, ni antes ni después, el Comfer establezca límites ni haga valer mecanismos legales, ni les salga al cruce políticamente.

Nada nuevo se podrá decir, como si lo expresado fuera el peor y el más distorsionador de los panfletos. Sin embargo se reitera, es que son pasos, luchas y confrontaciones que no ganan superficie ni visibilidad. Que existen y se construyen en el trabajoso andar cotidiano. Lo hemos dicho hasta el cansancio, ese cansancio que nunca contagia la decisión de organizar, de apostar a lo colectivo.