No había rencores que durasen por mucho tiempo.

En la inmensa geografía de los barrios de las principales ciudades del país, los pibes que ayer eran contendientes encarnizados, hoy jugaban juntos y experimentaban las primeras sensaciones con el otro sexo cuando también compartían la pista de baile improvisada en la cancha de básquet.

El rival en cuestión -en esos breves tiempos de beligerancia- no estaba muy lejos: eran siempre los de la barra de la otra cuadra.

Entonces quedaba claro que los viejos de cada uno se cruzaban, arreglaban y al mes volvían los desafíos. Esos partidos que pelaban rodillas y que, muchas veces por falta de dinero, se jugaban con las Pulpo, esas hermosas pelotas de goma que saltaban como ninguna otra. El conflicto de la pelea en un barrio duraba poco y la geografía no superaba la frontera de las dos manzanas.

Eran otros tiempos aunque, dicen, se trataba del mismo lugar.

Pero está claro que los años avanzan y apenas van quedando jirones de lo que alguna vez fue. Pero por qué no hay certeza sobre las consecuencias en los lugares de afuera y de adentro. Porque en ellos, en el país y en el íntimo espacio de la conciencia, los tiempos del saqueo se llevaron algo más que la niñez y la adolescencia. Se llevaron otras cosas.

Fue en Resistencia, capital del Chaco donde las evidencias de esos saqueos quedaron demostradas.

Un muchacho de veinticinco años fue asesinado como consecuencia de varios disparos de armas de fuego que tiró en su contra un sargento de la policía chaqueña.

Un asesinato alevoso que tiene la misma lógica de lo irracional que supone la cotidiana marcha de una sociedad pervertida por la imposición de las pautas de las minorías sobre las mayorías.

Las crónicas señalan que “momentos antes la víctima habría mantenido un altercado con un joven de dieciséis años quien resultó con lesiones por golpes de puño y que minutos más tarde el padre del lesionado se presentó ante el agresor y previo recriminarle la agresión comenzó a propinarle primeramente varios golpes con una tonfa y seguido a ello le efectuó varios disparos con arma de fuego que finalmente le produjo la muerte. Rápidamente se identificó al autor de los disparos como personal policial de nombre D.D.O.A., que es sargento con prestación de Servicios en la Unidad Penal de Resistencia, el que una vez interiorizado a la Fiscalía Nº 4 en turno dispuso su detención en averiguación de su responsabilidad en la causa de Homicidio con Arma, y el secuestro de la pistola reglamentaria calibre 9mm., además se incautó en el lugar del hecho, la tonfa, seis vainas servidas del mismo calibre y un envase plástico con contenido de líquido alcohólico”, remarca la información.

En semejante ajusticiamiento, justicia por mano propia exprés tal como lo impulsan los grandes medios de comunicación que no son otra cosa que grandes empresas beneficiadas por un sistema que permite la felicidad de unos pocos, está la prueba que no solamente los tiempos cambiaron sino también los lugares por más que sigan llamándose ciudades argentinas.

Nota publicada por la Agencia Pelota de Trapo (http://www.pelotadetrapo.org.ar/)