Ni el gobierno y, como es natural, tampoco la Cancillería, ningún diario o medio, poder estatal, el Congreso o cualquier sucedáneo oficialista mostró el coraje suficiente para recordar que el 13 y 15 de enero de 1881 acontecieron las batallas de San Juan y Miraflores durante la guerra de rapiña que Chile llevó a cabo entre 1879-1883. ¿Fue olvido? ¿descuido lamentable? ¿apostasía pusilánime o aberrante complot para liquidar la memoria histórica?
¿Con qué derecho autoridades episódicas, efímeras, perecederas, perpetran la omisión recordatoria de quienes lucharon y murieron por la Patria durante esa conflagración que marcó a sangre y fuego cuanto ha ocurrido después de 1879? ¿Puede la claudicación de intelectuales, periodistas, historiadores, burócratas, ocultar en estos días, esos años de oprobio, traición y desprecio por quienes dejaron sus huesos en los campos de batalla en nombre de un Perú que hoy los olvida y hasta ignora de manera aviesa y adrede? ¡Cada quien sabe su responsabilidad y podrá tabular el tamaño de su felonía y entenderá que es parte de la inacción que liquida a cualquier nación!
En marzo de este año se presentará en la Corte Internacional de Justicia de La Haya la memoria peruana sobre el contencioso que por sobre delimitación marítima se ha planteado a Chile. En lugar de esclarecer, preparar, adiestrar, entrenar, en el conocimiento de los antecedentes, historia y exhaustiva revisión de la siempre difícil vecindad con el país del sur, aquí los oficialistas de todo pelaje y los claudicantes ecuménicos de la mediocre casta política, prefieren tapar con toneladas de amnesias colectivas un suceso de enorme importancia como el referido a la soberanía del Perú en el mar de Grau. A no pocos gustaría que en nombre de las inversiones y de la globalización echáramos a la basura la recordación histórica y, lo que es peor, obliterarámos el período 1879-1883.
Nunca, jamás, hemos sido quirúrgicamente cuidadosos en señalarlo, el problema fue Chile. Ellos hicieron, con una política de Estado férrea, cuanto les fue posible o permitido. Aprovecharon de la aquiescencia criolla traidora y cómplice de los hijos, compadres, amigotes y quintacolumnas en el aparato oficial del Perú. A esos se les ha llamado en no pocos casos hombres de Estado cuando no héroes. Se les ha levantado monumentos y escrito historias o panegíricos asqueantes. Muchos de esos fueron simples rufianes entregadores de una tierra y riquezas que no eran suyas y demostraron siempre un desamor protervo por Perú. ¡Ni qué decir sobre sus habitantes íncolas y vernáculos! Y a esos les llamó don Pedro Villanueva en libro notable: peruanoides.
No obstante de estas comisiones letales para con la memoria colectiva de los pueblos, no hay forma de borrarlos del todo, siempre bajo la premisa que existan quiénes se encarguen de abofetear con la verdad histórica a quienes se atrevan a mostrar estas conductas abominables. En esa grey humilde pero digna, anónima pero rescatadora del soldado desconocido y de la rabona heroica, nos inscribimos como soldados de disciplina integral. Que otros callen, no escriban ni reivindiquen al Perú profundo, es un asunto que atañe a sus miserabilidades recurrentes y cotidianas. Que el lodo de sus inconductas forme parte de sus pestilencias. La sangre y el heroísmo al servicio de la Patria, en sacrificio por nuestra heredad y tradición sólo es abono revolucionario para las nuevas generaciones que no pueden admitir la yugulación o el adorno maniqueo de su historia.
Mañana 15 es el aniversario de la batalla de Miraflores. Como un hecho de singular y hasta controvertible curiosidad valdría la pena preguntar a los legiferantes que viajaron a Chile a reunirse con los pares de ese país ¿si sabían la fecha en que llevaban a cabo el ágape? Además, dice el derecho que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento. En este caso, la falta de sabiduría y sindéresis no debiera impedir a los legisladores a exhibir más tino y limpieza cívica en su pobrísima trayectoria.
La iniciativa que ha planteado desde Tacna, el colega Plinio Esquinarila y que pasa por el sufragio popular, a lo largo y ancho de la república, para filmar la megaproducción peruana de lo ocurrido en la guerra de rapiña entre 1879-1883, viene ganando adhesiones entusiastas, aplausos por doquier, señales de alerta que demuestran que los peruanos de veras rechazan el olvido y la amnesia. ¡Enhorabuena!
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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