A partir de ser el primer presidente electo, tras la más sangrienta dictadura militar, su identificación con la democracia alcanzada en 1983 fue la que marcó el perfil político de su trayectoria, cuya influencia excedió aquél período en el que estuvo a la cabeza del Poder Ejecutivo.

Defensor obsesivo del valor de la política como herramienta imprescindible en la construcción de una sociedad más justa, Alfonsín fue una figura insoslayable en una etapa política de la Argentina, que se extendió por varios años, conservando en este último tiempo su férreo compromiso con ideas democráticas, actitud que supieron destacar hasta sus adversarios políticos más notorios.

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