Nuevamente las tensiones subirán. La televisión y la radio, a partir de las cinco de la tarde, perseguirán datos preliminares como abejas a la miel. El 26 de abril está cerca, y usted tiene ya estos pocos días para reflexionar su voto. El Ecuador está nuevamente en sus manos.

Es obvio que estas elecciones no serán, de ninguna manera, un hecho revolucionario. Más bien se reproducirán, una vez más, los viejos esquemas de la democracia burguesa, donde se cree que la participación ciudadana está limitada a rayar una papeleta cada cierto período de tiempo. Pero lo que sí es cierto es que estas elecciones provocarán una nueva situación política para el Ecuador. Si los pronósticos y el sentido común no fallan, Rafael Correa será reelegido como presidente de la República. Y ello implica que una parte del proceso de cambio se afirmará; una parte porque Correa, por más respetable líder que sea, y por más respaldo que los pueblos y la izquierda le estemos dando todavía en este escenario, no es el propietario privado del anhelo de transformaciones que tiene el pueblo.

Si un resultado adverso para el movimiento PAÍS significa contener un poco las expresiones de autosuficiencia que tiene el primer mandatario, ello no sería tan malo para el proceso de cambio, siempre que la izquierda revolucionaria pueda jugar un papel destacado en ese proceso.

Correa tendrá que gobernar frente a un tablero en el que la correlación de fuerzas políticas podría variar. Y lo mejor para el país sería que la mayor fuerza de ese tablero esté en la izquierda revolucionaria y no en la derecha.

Permitir que la derecha resucite, a estas alturas del partido, sería grave para los ecuatorianos que quieren y luchan por una patria nueva. Este 26 de abril tiene que ser la oportunidad de golpear, una vez más, a la oligarquía, así como lo hemos hecho en los últimos tres procesos electorales.

Si los errores del gobierno y la acción de los enemigos del cambio al interior de la tendencia democrática, progresista y de izquierda han reducido en algo el respaldo a Correa y a su partido, ello no debe significar sino que hay que calificar a la tendencia, que hay que abrirle paso a la fuerza política más consecuente con el cambio, a aquella fuerza política que jamás ha traicionado al pueblo, que lucha permanentemente a su lado, como lo ha hecho siempre; a la fuerza que hasta ha entregado la vida de sus valiosos dirigentes por conquistar la patria de los trabajadores y los pueblos. Esa fuerza política es fácilmente identificable, porque ha estado siempre en las calles y plazas, en los organismos del Estado peleando por recuperar la dignidad, la soberanía y por transformar la patria.

Este 26 de abril el Ecuador espera que usted dé un espaldarazo a la izquierda revolucionaria, a la Patria Nueva y el Socialismo.