Enfrentamientos en Urumqi.
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¿Recuerdan ustedes lo que pasaba en la época de la guerra fría, sobre todo ya en su fase final? La prensa occidental vociferaba constantemente sobre el tema de los refugiados que huían de la dictadura comunista para alcanzar la libertad.

Durante la segunda mitad de los años 1970, después de la caída del gobierno títere de Saigón y de la derrota infligida a las tropas estadounidenses de ocupación, también se describía al Vietnam finalmente reunificado como una enorme prisión de la que trataban de escapar los desesperados boat people, jugándose la vida amontonados en frágiles barcas.

Con las variantes correspondientes a cada caso, esa misma imagen ha sido utilizada después repetidamente refiriéndose a Cuba, a la República Dominicana, a la desaparecida República Democrática Alemana o a cualquier otro país al que el «mundo libre» quiera marginar. Hoy en día, cualquiera puede comprobar que, a pesar de la libertad finalmente conquistada, el flujo migratorio hacia Occidente desde las regiones orientales de Alemania y desde países como Polonia, Rumania, Albania etc. siguió acentuándose.

La única diferencia es que ya no se acoge a estos inmigrantes como combatientes por la libertad, sino que generalmente se les rechaza como potenciales delincuentes.

Las características de esta gran manipulación aparecen ahora de forma clara y evidente: la fuga del sur hacia el norte del planeta, de la zona menos desarrollada (donde también se encontraba el «campo socialista») hacia la zona más rica y desarrollada, es un proceso de carácter económico que los ideólogos de la guerra fría nos presentaron como una empeño político y moral de carácter épico, inspirado exclusivamente por el sublime deseo de alcanzar la tierra prometida, o sea el «mundo libre».

Una manipulación muy parecida se desarrolla actualmente ante nuestros ojos. ¿Cómo explicar si no los graves incidentes acaecidos en el Tibet en marzo de 2008 y los que, a mayor escala, están teniendo lugar en estos días en la región china de Xinjiang? En Occidente, la «gran» prensa «informativa», al igual que la «pequeña» prensa «de izquierda» no tienen la menor duda: todo sucede por culpa de la política liberticida del gobierno de Pekín. Hay sin embargo un hecho que debiera hacernos reflexionar: el hecho que el blanco de la cólera de los manifestantes sean no tanto las instituciones del Estado sino los hans, sobre todo los establecimientos comerciales de los hans. Usted podrá comprobar en cualquier libro de historia que en el sudeste asiático (o sea, en países como Indonesia, Tailandia y Malasia) la minoría china, que –a menudo gracias a su pasado caracterizado por una cultura de negociantes– tiene un peso económico muy superior a su dimensión demográfica, se convierte periódicamente en «chivo expiatorio y víctima de verdaderos pogromos».

En efecto, en el sudeste asiático «el éxito económico de los Hua quiao (chinos de ultramar) despierta a menudo celos, desembocando regularmente en explosiones de violencia antichina que perturban las relaciones diplomáticas. Así sucedió, por ejemplo, en Malasia durante todo el periodo de los años 1960, y en Indonesia en 1965, cuando los disturbios internos sirven de pretexto a la masacre que dejó cientos de miles de víctimas. Treinta años más tarde, los motines que rodean la caída del dictador Suharto en Indonesia y que tienen sistemáticamente como blanco a la comunidad china, recuerdan la fragilidad de la situación». No por casualidad el odio contra los chinos ha sido a menudo comparado con el odio a los judíos.

Con el extraordinario desarrollo que se está produciendo en el Tibet y en la región de Xinjiang, también han reaparecido en ambas regiones los pogromos contra los hans, que llegan a ellas atraídos por las nuevas oportunidades económicas y cuyos esfuerzos se ven a menudo coronados por el éxito.

El Tibet y la región de Xijiang atraen la llegada de los hans de la misma manera que Pekín, Shangai y las ciudades más desarrolladas de China atraen a empresarios y técnicos occidentales (o a los chinos de ultramar), que desempeñan a menudo un importante papel en sectores en los que aún logran hacer valer un grado superior de especialización.

No tiene sentido explicar los graves incidentes del Tibet y de Xinjiang a través de la teoría de la «invasión» han, teoría que no funciona para el sudeste asiático. Por otro lado, en países como Italia y Europa la lucha contra la «invasión» es precisamente el caballo de batalla de los xenófobos.

Pero, volvamos ahora a la región de Xinjiang. Y veamos cómo se describe la situación, en 1999, en la revista Limes, del general italiano Fabio Mini: una situación extraordinaria está teniendo lugar y se compromete al gobierno central chino a «financiar, casi sin preocuparse de recuperar su inversión, inmensas tareas de infraestructura».

Al parecer, el desarrollo económico está a la par del respeto de la autonomía: «La policía local se compone mayormente de uigures». A pesar de ello, existe una agitación separatista «parcialmente financiada por extremistas islamistas, como los talibanes afganos». Se trata de un movimiento que «se codea con la delincuencia común», y que se cubre de «infamias». Al principio, los atentados parecen dirigidos contra los «uigures tolerantes o “colaboradores”», o las «estaciones de policía», controladas –como ya hemos visto– por los propios uigures. En todo caso, concluía entonces el general Mini, a pesar de ser alguien que no oculta sus simpatías geopolíticas por el enfoque separatista, «si los habitantes de Xinjiang tuvieran que participar hoy en un referéndum sobre la independencia, probablemente votarían mayoritariamente en contra » [1].

¿Y en este momento? En el diario La Stampa Francesco Sisci escribe desde Pekín: «Muchos hans de Urumqui se quejan de los privilegios de que gozan los augures. En efecto, éstos últimos, como minoría nacional musulmana, al mismo nivel, tienen condiciones de trabajo mucho mejores que sus colegas hans. En una oficina, un uigur está autorizado a interrumpir su trabajo varias veces al día para realizar las cinco plegarias musulmanas tradicionales cotidianas […]

También están autorizados a no trabajar el viernes, día feriado musulmán. Teóricamente, tendrían que recuperar esa jornada trabajando el domingo. Pero, en la práctica, los domingos las oficinas están vacías […] Otro aspecto doloroso para los hans, sometidos a la dura política de unificación familiar que todavía impone el hijo único, es que los uigures pueden tener dos o tres hijos. Como musulmanes, tienen también varias subvenciones además del salario «ya que, como no pueden comer puerco, tienen que comprar carne de ternera, que es más cara» [2].

Así que no tiene sentido acusar al gobierno de Pekín, como lo hace la propaganda proimperialista, de querer acabar con la identidad nacional y religiosa de los uigures.

Rebiya Kadeer, presidenta del Congreso Mundial Uigur (Washington).
No se puede olvidar el peligro que representan las minorías envenenadas, por un lado, por el fundamentalismo, en ciertos sectores, y excitadas al mismo tiempo por Occidente. No hay que olvidar tampoco el chovinismo han, que también se manifiesta en estos días. Es este un problema que el Partido Comunista Chino ha venido señalando desde siempre, desde la época de Mao Tse Tung hasta la llegada de Hu Jintao.

Aquellos que, en las filas de la izquierda, se inclinan a dar otra interpretación al separatismo de los uigures, harían muy bien en leer la entrevista de la líder del movimiento separatista uigur, Rebiya Kadeer, publicada varias semanas antes de los actuales sucesos. Veamos cómo se expresa esa dama, en conversación con una periodista italiana, desde su exilio estadounidense: «Tu misma puedes verlo, tu te comportas como yo, tu tienes la misma piel blanca que yo, tu eres indoeuropea. ¿Te gustaría verte oprimida por un comunista de piel amarilla?» [3].

O sea, el argumento decisivo no es la condena de esta «invasión» han, ni siquiera es el anticomunismo, sino más bien la mitología aria, o «indoeuropea», que expresa aquí toda su repugnancia hacia los bárbaros de «piel amarilla».

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Referencias bibliográficas:
«La Chine, une puissance encerclée?», por Jean-Vincent Brisset, IRIS, París. (142 pp., 2002).

«Géopolitique de la Chine», por Jean-François Dufour, Complexe, Bruselas (143 pp., 1999).


Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la traducción al francés de Marie-Ange Patrizio

[1«Xinjiang o Turkestan orientale?», por Fabio Mini, in «Limes. Rivista italiana di geopolitica» , n° 1, 1999, p. 83-96.

[2«Perchè uno han non sproserà mai una uigura» (Por qué un han nunca se casará con una uigur), por Francesco Scici, in La Stampa du 8 juillet 2009, p. 17.

[3«La leader dei turchi del Xinjiang: "La gentilezza ci sta uccidendo"» (La líder de los Tucs de Xinjiang: «la amabilidad no está matando»), por Antonella Rampino, in «La Stampa» del 8 de mayo de 2009, p. 21.