Esta imagen simboliza los acontecimientos de la Plaza Tiananmen. La prensa atlantista ve en ella un hombre desafiante ante los tanques de la dictadura comunista. Para los chinos representa el control sereno de las fuerzas del orden que evitaron el baño de sangre logrando impedir el golpe de Estado proestadounidense de Zhao Ziyang.

La gran prensa de «información» se dedica por estos días a recordar el vigésimo aniversario de la «masacre» de la plaza Tiananmen. Las alusiones «llenas de emoción» a aquellos acontecimientos, entrevistas de «disidentes» y editoriales «indignados» así como los múltiples artículos ya publicados o en preparación buscan cubrir la República Popular China de infamia y rendir solemne homenaje a la civilización superior del Occidente liberal.

Pero, ¿qué fue lo que ocurrió realmente hace 20 años?

En 2001 fueron publicados, y posteriormente traducidos a los principales idiomas del mundo, lo que ha dado en llamarse los Tiananmen Papers [1] que, según sus presentadores, reproducen informes secretos y actas o minutas confidenciales del proceso de toma de decisiones que condujo a la represión del movimiento de protesta. Este libro, según las intenciones expresadas por sus promotores y editores, debería mostrar la extrema brutalidad de una dirección (comunista) que no vacila en reprimir una protesta «pacífica» desatando un baño de sangre. Pero una lectura cuidadosa del libro muestra un panorama muy diferente la tragedia que se desarrolló en Pekín entre mayo y junio de 1989.

Veamos algunas páginas:

«Más de 500 camiones del ejército fueron incendiados simultáneamente en decenas de intersecciones […]
En el boulevard Chang’an, un camión del ejército se detuvo por causa de un problema en el motor y 200 individuos asaltaron al chofer y lo mataron a golpes […]
En la intersección Cuiwei, un camión que transportaba 6 soldados frenó para evitar golpear a la multitud. Un grupo de manifestantes comenzó entonces a lanzar piedras, cocteles Molotov y antorchas contra el camión, que en poco tiempo comenzó a inclinarse hacia el lado derecho ya que uno de sus neumáticos se había desinflado a causa de los clavos que los revoltosos habían regado. Los manifestantes incendiaron entonces varios objetos y los lanzaron contra el vehículo haciendo explotar el depósito de combustible. Los 6 soldados murieron en medio de las llamas.» [2]

Los manifestantes no sólo recurrieron a la violencia sino que también utilizaron armas sorprendentes:

«Un humo verde-amarillo se levantó súbitamente al extremo de un puente. Provenía de un blindado averiado que se había convertido así en un elemento del bloqueo de la vía […] Los blindados y tanques que habían acudido para despejar la vía se vieron inesperadamente detenidos uno detrás de otro al extremo del puente. Súbitamente, un joven llegó corriendo, lanzó algo sobre un blindado y huyó. En cuestión de segundos, se vio salir del vehículo el mismo humo verde-amarillo mientras que los soldados salían arrastrándose, se acostaban en el suelo y se agarraban la garganta, agonizantes. Alguien dijo que habían inhalado un gas toxico. Pero los oficiales y soldados, a pesar de su rabia, lograron mantener el control sobre sí mismos.» [3]

Esos actos de guerra, con uso repetido de armas prohibidas por las convenciones internacionales, se combinan con iniciativas que dejan al lector aún más pensativo, como la difusión de una «imitación de la primera plana del Diario del Pueblo» [4].

Veamos ahora, del otro lado, las directivas que los dirigentes del Partido Comunista y del gobierno chino impartían a las fuerzas militares a cargo de la represión:

«Si llegase a suceder que las tropas sufriesen golpes y heridas hasta la muerte por parte de las masas oscurantistas, o si llegasen a verse atacadas por elementos fuera de la ley con barras de hierro, piedras o cocteles Molotov, [las tropas] deberán mantener la calma y defenderse sin hacer uso de las armas. Los bastones serán sus armas de autodefensa y las tropas no deben abrir fuego contra las masas. Las violaciones [de esta orden] serán castigadas de inmediato.» [5]

O sea, según un libro publicado y promocionado en Occidente, ¡quienes dan muestras de prudencia y moderación no son los manifestantes sino más bien el Ejército Popular de Liberación!

El carácter armado de la revuelta se hace más evidente durante los días siguientes. Un dirigente de primer plano del Partido Comunista llama entonces la atención sobre un hecho particularmente alarmante:

«¿Los insurgentes han capturado blindados y han instalado en ellos ametralladoras sólo para exhibirlas?»

¿Se limitarán a una exhibición amenazante? A pesar de todo, las directivas impartidas al ejército se mantienen sin cambio substancial:

«El Mando de la Ley Marcial quiere que quede claro para todas las unidades que es necesario no abrir fuego más que en última instancia.» [6]

Hasta el episodio del joven manifestante que cierra el paso a un tanque, propagandizado en Occidente como símbolo del heroísmo no violento en lucha contra una violencia ciega e indiscriminada, es visto por los dirigentes chinos, también según el ya citado libro, desde una perspectiva muy diferente, de hecho completamente opuesta:

«Todos hemos visto las imágenes de un joven que cierra el camino a un tanque. Nuestro tanque le cedió el paso varias veces, pero el joven se mantenía ahí en medio del camino, e incluso cuando trató de subirse en el tanque, los soldados se contuvieron y no le dispararon. ¡Eso es muy significativo! Si los militares hubiesen disparado, las repercusiones habrían sido muy diferentes. Nuestros soldados siguieron a la perfección las órdenes del Partido. ¡Es asombroso que hayan logrado mantener la calma ante ese tipo de situación!» [7].

El hecho que los manifestantes utilizaran gases asfixiantes o tóxicos, y sobre todo la edición pirata del Diario del Pueblo, demuestra claramente que los incidentes de la Plaza Tiananmen no son una cuestión exclusivamente interna. Otros detalles aparecen en el libro tan celebrado en Occidente:

«[La radio gubernamental estadounidense] Voice of America hizo un papel poco glorioso con su manera de echar leña al fuego.»

De manera incesante, The Voice of America:

«transmite noticias infundadas y estimula los desórdenes».

Además:

«Desde Estados Unidos, Gran Bretaña y Hong Kong llegaron más de un millón de dólares de Hong Kong. Una parte de los fondos fue utilizada en la compra de tiendas de campaña, alimentos, computadoras, impresoras rápidas y material sofisticado para las comunicaciones.» [8]

Como revelara Thierry Meyssan, los incidentes de Tiananmen fueron el primer intento de la CIA de organizar y realizar una «revolución de color». El teórico de esa forma de subversión, Gene Sharp, y su asistente Bruce Jenkins, dirigían personalmente –en Pekín– a los manifestantes. Ver «La Albert Einstein Institution: no violencia según la CIA».

Otro libro, obra de dos autores orgullosamente anticomunistas, permite deducir lo que querían Occidente y Estados Unidos. Estos autores recuerdan que, en aquella época, Winston Lord –ex embajador en Pekín y consejero de primera línea del futuro presidente Bill Clinton– no había dejado de repetir que la caída del régimen comunista en China era «cuestión de semanas o de meses». Aquella predicción parecía basarse en el hecho que la figura de Zhao Ziyang se destacaba cada vez más en la cúpula del gobierno y del Partido. Y los dos autores estadounidenses subrayan que Zhao Ziyang debe ser considerado

«probablemente el líder chino más proestadounidense de la historia reciente» [9].

En estos días, en entrevista concedida al Financial Times, Bao Tong, ex secretario de Zhao Ziyang y actualmente bajo arresto domiciliario en Pekín, parece deplorar el fracasado golpe de Estado al que aspiraban ciertas personalidades y círculos importantes en China y en Estados Unidos en 1989 mientras que el «socialismo real» se caía a pedazos.

Pero, «ni un soldado prestó atención a Zhao», los soldados «seguían a sus oficiales, los oficiales a sus generales y los generales a Deng Xiaoping» [10].

Vistos retrospectivamente, los acontecimientos de hace 20 años en la Plaza Tiananmen tienen todos los ingredientes de un golpe de Estado abortado y de un intento fracasado de instauración de un Imperio mundial dispuesto a desafiar los siglos, etc.

Otro aniversario de aquellos acontecimientos tendrá lugar dentro de poco. En diciembre de 1989, sin haber sido precedidos ni siquiera por una declaración de guerra, los bombarderos estadounidenses desataban su fuego contra Panamá y su capital. Como demuestra el trabajo de reconstrucción de un autor, también estadounidense, la población de barrios [panameños] densamente poblados fue sorprendida en plena noche por una lluvia de bombas y fuego. Quienes perdieron la vida fueron principalmente «civiles pobres y de piel oscura». Más de 15 000 personas se vieron súbitamente sin techo. De hecho se trata del «episodio más sangriento» en toda la historia de Panamá [11]. Podemos dar por seguro que los diarios que tanto empeño ponen en llorar por lo sucedido en Tiananmen, apenas mencionarán el aniversario de la agresión [estadounidense] contra Panamá. En todo caso, ese ha sido su comportamiento a lo largo de todos estos años.

Los grandes órganos de «información» son, en realidad, grandes órganos de selección de la información y de orientación y control de la memoria.

El artículo original fue publicado el lunes 1º de junio de 2009 en el blog del autor.

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la traducción al francés de Marie-Ange Patrizio

[1The Tiananmen Papers, documentos presentados pr Andrew J. Nathan, Perry Link, Orville Schell y Liang Zhang, PublicAffairs, 2000, 513 pp. Publicado en francés con el título Les Archives de Tiananmen, presentado por Liang Zhang, éditions du Félin, 2004, 652 pp.

[2Op. cit., p. 444-45.

[3Op. cit., p. 435.

[4Op. cit., p. 324.

[5Op. cit., p. 293.

[6Op. cit., p. 428-29.

[7Op. cit., p.486.

[8Op. cit., p. 391.

[9The coming Conflict with China, por Richard Bernstein y Ross H. Munro, Atlantic Books, 1997 (245 pp.), p. 95 et 39.

[10«Tea with the FT: Bao Tong», por Jamil Anderlini, in Financial Times, 29 de mayo de 2009.

[11Panama. The Whole Story, por Kevin Buckley, Simon & Schuster, 1991 (304 pp.).