El 7 de noviembre de 2011, el embajador de Estados Unidos ante la OTAN, Ivo H. Daalder, precisó ante el Atlantic Council las lecciones del precedente libio. El diplomático estadounidense aprovechó la ocasión para establecer tres condiciones previas:

 necesidad urgente (en el caso de Libia, se convenció a la opinión pública internacional de que Kadhafi pretendía arrasar Benghazi);
 respaldo regional (el Consejo de Cooperación del Golfo fue la primera organización intergubernamental que se pronunció a favor de la intervención militar. Rápidamente obtuvo el respaldo de la Liga Árabe);
 obtención de un mandato internacional (por el momento, los Estados miembros del grupo conocido como BRICS –entre los que se encuentran Rusia y China, países que cuenta con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU– se oponen a la intervención).

La respuesta del embajador permite deducir la estrategia de Estados Unidos:
 acusar a Bachar el-Assad de querer arrasar la ciudad de Homs;
 obtener el respaldo del Consejo de Seguridad del Golfo y de la Liga Árabe;
 ejercer presión sobre Rusia y China.