¿Qué conexión hay entre un tumbesino y un puneño? La trabazón entre un natural de Iquitos con otro connacional de Tacna es rara. Hay costeños que aún siguen mirando a Lima como el “eje” central de desarrollo del país y el resto del territorio y sus habitantes, les importan poco. Mejor dicho, nada. Para millones la casualidad de haber nacido en Perú no es más que eso: un accidente y una “cruz” a cargar de por vida.
Pocos han sido los períodos con gobiernos ambiciosos de estructurar o vertebrar al país en su inmensa riqueza racial, multilingue, cultural, folklórica, etc. El Perú de todas las sangres de Arguedas parece confinarse en un título literario sugestivo y limitado. Más bien Ciro Alegría acierta cuando habla que el mundo es ancho y ajeno y narra sucesos e injusticias del ámbito serrano eternamente ensimismado como bello por su pluralidad de expresiones hasta hoy no reivindicadas por completo.
Una conclusión evidente e inconcusa la es que el Perú es lo que han hecho sendos gobiernos de todo tipo durante su llamada vida republicana. Esperpentos metidos a líderes, militarotes que interpretaron con yerro evidente que la presidencia y el comando de la Nación eran premio a sus luchas independentistas, mamarrachos que arribaron a Palacio para meter las uñas y exprimir las cansadas ubres del Estado. Y es pertinente recordar que ese Estado ha vivido del dinero de los contribuyentes.
¿Y dónde han estado los líderes? Incómoda pregunta para quienes se llaman a sí mismos adalides de tal o cual tendencia sin plan estratégico, sin visión nacional, huérfanos aberrantes de cualquier mirada geopolítica de un Perú central en Latinoamérica, hasta hoy incapaz de romper “paradigmas” de desarrollo con industrias contaminantes, incapaces de generar puestos de trabajo masivos y sueldos dignos para la satisfacción del alimento, educación y salud de sus protagonistas.
El mosaico que siempre ha sido lo que desde hace casi 200 años se llama Perú, tuvo alguna vez un designio imperial impuesto por el consenso sabio administrado por los incas o por la fuerza persuasiva de tropas que conocían bien su tarea: la conquista. Y se llegó a extensiones enormes que abarcaron partes de las hoy repúblicas de Chile, Argentina, Ecuador. Si los peruanos de ayer tuvieron una concepción ambiciosa y supieron con las herramientas de entonces, imponerlo velis nolis, ¿qué puede haber ocurrido para que hoy las “clases dirigentes” sean tan mediocres e ignorantes?
Perú es un desmadre que asemeja un barco escorado por todos lados. No hay norte, tampoco sur, este u oeste. La nave se maneja al viento de los mafiosos que creen que el Estado es un botín y el pueblo una masa informe sin opinión ni dignidad alguna. Y para eso cuentan con medios de comunicación aleves y violentos que cercenan el libre pensamiento o la crítica valiente y sepultan en vida a los disidentes.
¿Cómo revertir y cambiar esta desventura? He allí el gran reto y desafío contemporáneos. ¿Es Perú un país posible?
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