La espectacular mediocridad de nuestra democracia no necesita ser exagerada para reputarla como gris o casi negra, huérfana de esperanza, carente de motivación, anémica de savia o liderazgo rector.
Epístolas van, cartas vienen entre la señora Keiko Fujimori y el presidente Kuczynski y con la idea, así lo han afirmado, de una charla o conversatorio. ¿En torno a qué? Y la pregunta es pertinente y apunta el doctor Guillermo Olivera Díaz en su acerado comentario:
“Diálogo sin mediación alguna, dice PPK, en esta obsecuente misiva, es decir, a solas, a puerta cerrada, que nadie escuche, grabe o filme, lo cual se presta para el tongo o la componenda, a repartos verbales antelados del botín público, sobre todo tratándose de tales contertulios ampliamente cuestionados”.
Entonces el Perú está noticiado: democrático diálogo secreto. Abunda Olivera: “Así no se ventilan o encaran asuntos de gobierno o de Estado, a escondidas, a hurtadillas, lejos del escrutinio público, sin ninguna posibilidad de conocer lo que de veras quede enterrado. Los representantes no tienen que sacarle la vuelta, ni con el modo de proceder, a los representados. ¿Acaso saben los 71 silentes congresistas de Fuerza Popular lo que lleva bajo la manga su lideresa y que sólo después ellos tienen que sumisamente convalidar, sin rechistar?, ¿y los fusibles ministros de PPK fueron consultados, uno por uno o en consejo?.”
Lo del indulto a Alberto Fujimori es un imposible jurídico y caminar por esos terrenos deviene en un desmadre nacional de protestas y un escándalo punible si alguien se atreve a realizarlo. Por tanto no debería ser tema de la democrática reunión secreta.
Podemos suponer que cada quien dirá qué tiene y qué quiere. ¿Y el Congreso bien gracias? Do ut des. ¿Y a cambio de qué todas estas posturas? El anunciado secretismo fulmina cualquier conocimiento.
Hay serias dudas respecto de la capacidad de Estado del presidente Kuczynski y también existe reserva respecto del horizonte político de Keiko Fujimori. ¿No harían mejor haciendo público el diálogo para que el país, el soberano, sepa de qué se trata? Las elecciones terminaron el 2016.
Un cuestionable halo de claroscuro afea muy mucho el cónclave. Aún tienen tiempo para hacer las cosas bien porque hacerlas mal abona en la perniciosa costumbre de obtener resultados aún peores. ¿O no es así?
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