Los ministros de Defensa de la OTAN se reunieron el 24 y el 25 de octubre de 2019 en la sede de la alianza atlántica en Bruselas. El encuentro estuvo marcado por duros enfrentamientos entre las posiciones de Alemania, Francia y los países del Benelux y las de Estados Unidos y Turquía.
Los ex miembros del Pacto de Varsovia, que temen perder el “paraguas” de la OTAN frente a Rusia, trataron de calmar a los dos bandos.
En 1966, la OTAN atravesó una crisis cuando Francia se negó a admitir que sus fuerzas armadas estuviesen bajo las órdenes de un general estadounidense designado por el presidente de Estados Unidos y se retiró del Mando Integrado de la OTAN. Pero el conflicto que salió a la luz en esta reunión no tiene que ver con la independencia de los miembros de la OTAN ante Estados Unidos sino con la existencia misma de ese bloque militar.
Alemania, los países del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) y Francia se pronunciaron por una intervención militar en el noreste de Siria, en apoyo a los kurdos de las YPG y tanto contra el ejército de la República Árabe Siria como contra el ejército de Turquía (Estado miembro de la OTAN).
Por su parte, Estados Unidos y Turquía recalcaron que las fuerzas militares estadounidenses carecen de un mandato que respalde su permanencia en Siria y que las tropas de Turquía actúan legalmente en el marco de un derecho que les fue concedido para perseguir a los grupos terroristas.
Esta situación de grave contradicción entre países miembros de la OTAN plantea la siguiente interrogante: ¿Qué será de la OTAN cuando Estados Unidos ha decidido dejar de ser un imperio y está dando pasos para dejar de serlo?
Ahora se hace evidente que Alemania, los países del Benelux y Francia son candidatos a conformar un grupo para garantizar el relevo, aunque no cuentan por sí mismos con los medios necesarios para ello. Sin embargo, Alemania estima que debe mantenerse en el marco de la alianza atlántica [1] mientras que Francia plantea esa evolución dentro del marco de la Unión Europea –o sea, sin Estados Unidos ni el Reino Unido.
Es interesante recordar, como antecedente, que en el momento del derrumbe de la URSS, el Pacto de Varsovia no sobrevivió al reconocimiento, por parte de Moscú, de la independencia de los Estados miembros del Pacto.
La «doctrina Brezhnev», de 1968, justificaba la intervención militar en países miembros del Pacto de Varsovia si estaba en juego el carácter socialista del bloque del este. Fue en virtud de esa doctrina que Moscú actuó contra «la Primavera de Praga». Pero en 1990, Mijaíl Gorbatchov declaró que Moscú ya no tenía la capacidad necesaria para dictar la ley a sus aliados, principio que denominó humorísticamente «doctrina Sinatra» –en alusión a la canción My Way. Fue así como la URSS se abstuvo de intervenir en Hungría y la República Democrática Alemana derribó repentinamente el muro de Berlín.
La OTAN dispone de sus propios servicios secretos (stay-behind) [2], cuya misión consiste en recurrir clandestinamente al asesinato o a «cambios de régimen» para mantener a los países miembros dentro de la línea común de la alianza atlántica. Aunque han sido “disueltos” en varias ocasiones, esos servicios se mantienen activos.
Pero nunca se previó que el problema sobre la identidad de la OTAN viniera de Estados Unidos.
[1] «¿Puede el imperialismo alemán tomar el lugar del imperialismo yanqui?», Red Voltaire, 24 de octubre de 2019.
[2] NATO’s Secret Armies: Operation Gladio and Terrorism in Western Europe, Daniele Ganser, Frank Cass (2004). Este libro de referencia está publicado en español, por capítulos, en nuestro sitio web bajo el título “Los ejércitos secretos de la OTAN”.
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