La explosión de los precios del gas impacta Europa en un momento crítico de la reactivación ‎económica, luego de los desastrosos efectos de los confinamientos decretados en 2020. ‎La explicación que atribuye el alza al crecimiento de la demanda y la caída de la oferta esconde ‎un panorama mucho más complejo, donde varios factores financieros, políticos y estratégicos ‎tienen un papel primordial. ‎

Estados Unidos acusa a Rusia de utilizar el gas como arma geopolítica, reduciendo las entregas ‎para obligar los gobiernos europeos a firmar contratos de larga duración con Gazprom –‎como hizo Alemania con el gasoducto North Stream. Así que Washington presiona a la Unión ‎Europea para que esta ponga fin a su «dependencia energética» de Rusia, que supuestamente ‎convierte a la UE en «rehén» de Moscú. ‎

Es fundamentalmente por efecto de esa presión estadounidense que se ha producido una ‎disminución de los contratos de larga duración en la Unión Europea, mientras que han aumentado ‎sus compras en los mercados spot (o cash), donde se compran volúmenes de gas que ‎se pagan en efectivo durante el transcurso del día. ‎

Es sustancial la diferencia entre esos dos mercados. Con los contratos de larga duración ‎se compra el gas a bajo precio –precio que se mantiene durante años. Pero en los mercados ‎‎spot se compra gas a precios muy volátiles, generalmente mucho más altos, determinados por ‎la especulación financiera en las bolsas del mercado. ‎

Enormes cantidades de materias primas minerales y agrícolas se compran mediante los contratos ‎llamados futures o contratos de futuros, que prevén la entrega en una fecha determinada y al precio pactado en el ‎momento de la firma. La estrategia de los poderosos grupos financieros que especulan con esos ‎contratos consiste en “inflar” los precios de las materias primas –incluyendo el agua– para ‎revender los futures a precios más altos. Para tener una idea del volumen de transacciones ‎especulativas que se realizan en las bolsas basta con saber que sólo la bolsa estadounidense ‎Chicago Mercantile Exchange, con sedes en Chicago y en Nueva York, efectúa cada año ‎contratos cuyo monto asciende a un millón de millardos de dólares [1] –más de 10 veces el valor del PIB mundial, que es el valor real de todo ‎lo producido en un año en el mundo entero. ‎

En 2020, mientras que la economía mundial estaba en gran parte paralizada, la cantidad de ‎‎futures y de contratos análogos alcanzó el nivel record de 46 000 millones, 35% más que ‎en 2019, provocando un alza de los precios de las materias primas. ‎

Al mismo tiempo, Estados Unidos presiona a la Unión Europea para que sustituya el gas ruso por ‎gas estadounidense. En 2018, con la declaración conjunta entre el presidente Donald Trump y ‎el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, la Unión Europea se comprometió a ‎‎«importar más gas natural licuado (GNL) de Estados Unidos para diversificar su aprovisionamiento ‎energético». ‎

El gas estadounidense que llega a la Unión Europea se extrae de esquistos bituminosos mediante ‎una técnica de fracturación hidráulica (el llamado fracking) que provoca graves daños al ‎medioambiente. Ya extraído ese gas se somete a un proceso industrial para convertirlo en líquido enfriándolo hasta ‎‎161 grados bajo cero para transportarlo entonces en barcos especiales hasta una treintena de ‎terminales receptoras en Europa, donde hay que volver a convertirlo en gas. Aunque goza de ‎importantes subvenciones públicas, el gas estadounidense es mucho más caro que el gas ruso y, ‎para mantenerse en el mercado, necesita que el precio general del gas se mantenga a niveles ‎elevados. ‎

A todo lo anterior hay que agregar la «guerra de los gasoductos», guerra que ya costó muy caro ‎a Italia, en 2014, cuando la administración Obama, en contubernio con la Comisión Europea, ‎bloqueó el South Stream, el gasoducto que ya estaba en fase de realización avanzada y que, ‎gracias al acuerdo entre ENI (la compañía nacional italiana de hidrocarburos) y Gazprom, habría ‎traído directamente hasta Italia –a través del Mar Negro– el gas ruso a bajo precio. ‎

Rusia evadió el obstáculo con el TurkStream, otro gasoducto que –pasando también por el ‎Mar Negro– trae el gas ruso hasta la parte europea de Turquía, continuando a través de ‎los Balcanes para aprovisionar Serbia y Croacia. ‎

El 29 de septiembre, en Budapest, Gazprom y la compañía Mvm Energy firmaron dos contratos ‎que garantizan a Hungría el aprovisionamiento de gas ruso a bajo precio durante 15 años. Una ‎derrota para Washington, sobre todo si tenemos en cuenta Hungría y Croacia son miembros de ‎la OTAN. Washington responderá seguramente no sólo en el plano económico sino también en ‎los sectores político y estratégico. ‎

Pero somos nosotros [los ciudadanos de la Unión Europea] quienes estamos pagando los platos ‎rotos, con el aumento de las facturas del gas y el alza generalizada del costo de la vida. ‎

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio

[1Un millardo = ‎‎1 000 millones