El 22 de octubre, acompañado de los ministros de Defensa de Alemania, Bélgica, la República ‎Checa, Eslovaquia, Estonia, Grecia, Hungría, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Países Bajos, ‎Polonia, Portugal, Rumania y Reino Unido, el secretario general de la OTAN presenta el Fondo ‎para la Innovación que esos países acaban de financiar.‎

«La OTAN ha terminado en el armario de los trastos viejos», escribían hace un mes los ‎comentaristas políticos de la prensa escrita, luego de que Francia llamara para consultas a su ‎embajador en Washington, el 16 de septiembre. ‎

París protestaba con ese gesto por su exclusión de la asociación estratégico-militar entre Estados Unidos, ‎Reino Unido y Australia (AUKUS), anunciada la víspera, y por la anulación de un lucrativo contrato ‎para la compra, por parte de Australia, de submarinos franceses convencionales, que ahora serán ‎reemplazados por submarinos nucleares vendidos por Estados Unidos y Reino Unido. Pero una ‎semana después del estruendoso choque diplomático, el general francés Philippe Lavigne era ‎designado para encabezar el Mando Aliado de la Transformación, cuyo cuartel general está en ‎Norfolk (Estados Unidos), y los presidentes de Estados Unidos y Francia, Joe Biden y Emmanuel ‎Macron, publicaban un comunicado conjunto [1].‎

Biden subrayaba en ese comunicado «la importancia estratégica del compromiso francés y ‎europeo en la región Indo-Pacifico», que según la geopolítica de Washington se extiende desde la ‎costa occidental de Estados Unidos hasta el litoral de la India. El Comité Militar de Jefes de ‎Defensa de los 30 países miembros de la OTAN lo explicaba de la siguiente manera:‎

«Mientras que las acciones agresivas de Moscú amenazan nuestra seguridad, el ascenso ‎de China está desplazando el equilibrio de fuerzas, con consecuencias para nuestra ‎seguridad, nuestra prosperidad y nuestro modo de vida.»‎

Y concluía afirmando que, ante esas «amenazas»: ‎

«necesitamos que Europa y Norteamérica se mantengan fuertes, vinculadas juntas.»‎

‎¿«Vinculadas» de qué manera? Biden lo reafirma en su comunicado conjunto con Macron:‎

«Estados Unidos reconoce igualmente la importancia de una defensa europea más fuerte ‎y más capaz, que contribuya positivamente a la seguridad global y transatlántica y que ‎sirva como complemento de la OTAN.»‎

O sea, Estados Unidos quiere una Europa militarmente fuerte… pero como complemento de ‎la OTAN, alianza asimétrica a la que pertenecen 21 de los 27 países miembros de la Unión ‎Europea, una alianza en la cual el cargo de Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en Europa ‎siempre está en manos de un general estadounidense mientras que los generales de ‎Estados Unidos siempre detentan también todos las demás jefaturas claves en Europa –como ‎la del Mando Conjunto de Fuerzas (JFC-Naples), cuyo cuartel general está en Lago Patria (Italia). ‎

Con ese telón de fondo se realizó, el 21 y el 22 de octubre, en el cuartel general de la OTAN ‎en Bruselas, la reunión de los 30 ministros de Defensa. Se creó allí un «Fondo para la ‎Innovación», con la asignación inicial de 1 000 millones de euros, suma que aportarán 17 países ‎europeos –Estados Unidos no pondrá ni un centavo–, para el desarrollo de las tecnologías más ‎avanzadas con vista a su uso bélico. ‎

En esa misma reunión se presentó la «Estrategia para la Inteligencia Artificial», un programa ‎todavía más costoso para que la OTAN conserve la ventaja en ese sector, que «está cambiando ‎el entorno mundial de la defensa», o sea la manera de hacer la guerra. Se decidió también ‎mejorar «la rapidez y la eficiencia de nuestra disuasión nuclear», o sea el despliegue en Europa ‎de nuevas armas nucleares, por supuesto para defenderla de la «creciente amenaza de misiles ‎de Rusia». ‎

El día antes de esa reunión de la OTAN, el ministro de Defensa de la Federación Rusa, general ‎Serguei Choigu, advirtió que «Estados Unidos, con el pleno apoyo de sus aliados de la OTAN, ha ‎intensificado el trabajo para modernizar sus armas nucleares tácticas y sus depósitos de armas ‎en Europa» y resaltó que Rusia considera particularmente preocupante el hecho que «pilotos ‎de países no nucleares de la OTAN estén implicados en maniobras para el uso de armas nucleares ‎tácticas». ‎

Ese mensaje va dirigido especialmente a Italia, donde Estados Unidos prepara el reemplazo de sus ‎bombas nucleares B61 con las nuevas B61-12 mientras que los pilotos italianos se entrenan para ‎utilizar ese armamento nuclear con los nuevos aviones estadounidenses F-35. ‎

‎«Nosotros consideramos eso una violación directa del Tratado de No Proliferación de armas ‎nucleares», concluyó el ministro de Defensa de Rusia, mensaje dirigido igualmente a Italia a los demás miembros europeos de la OTAN que, a pesar de haber ratificado el Tratado de ‎No Proliferación como países no nucleares, aceptan el despliegue de ese tipo de armamento en ‎sus territorios y entrenan a sus militares en el uso de esas armas. ‎

El mensaje implícito en las declaraciones del ministro ruso de Defensa es muy claro: ‎Rusia considera a esos países como fuente de amenaza y está adoptando contramedidas.

Como ‎de costumbre, los gobiernos y los parlamentos europeos han ignorado ese mensaje. Y también ‎prefieren ignorarlo los mismos medios de prensa que afirmaron que la OTAN había pasado al ‎armario de los trastos viejos. ‎

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio