Mientras narraba esta madrugada con extraño solaz y risa inexplicable, la señora Cayetana Aljovín en Radio Programas del Perú, la herida –no se sabe si grave o ligera- del terrorista llamado “camarada Artemio”, me asaltó la duda si esa locutora entiende el trabajo “periodístico” que consiste en informar tan solo. ¿Se alegra porque alguien resulte dañado en la refriega a balazos y así lo demuestra con carcajadas que tienen frágil basamento y bastante indolencia?

Es probable que Cayetana Aljovín crea que es un ser con poderes privilegiados y así lo demostraría que, mientras que el resto del elenco que arranca el trabajo a las 5 am, ella llega casi sobre las 6 am. y las salutaciones en la Rotativa del Aire lindan con el servilismo y júbilo por su egregia presencia en la cabina de locución. Están en su derecho, no hay duda, de alegrarse por quien les dé la gana, pero deberían ser más ecuánimes para no mostrar tanta adulonería barata.

Doña Cayetana muy suelta de huesos afirmó que con la baja –no confirmada- del tal Artemio se “lograba la derrota definitiva de Sendero Luminoso” y fue ipso facto corregida por su interlocutor que disimuló la torpeza pontificia de la señora que ya había emitido una opinión –la suya- política y no periodística. ¿Qué derecho tiene para congratularse de que estén heridos individuos con los que ella no simpatiza y decrete frívolamente que eso liquida al terrorismo?

La señora Aljovín no es conocida por sus análisis políticos o la serenidad y pulcritud de aquellos, si alguna vez los hizo. Más bien sí ha hecho carrera en la cosa pública en mil puestos y como fehaciente demostración de su apostolado acrítico por las grandes empresas transnacionales a las que siempre concedió la razón como fue el caso, años atrás, de firma ibérica hoy a punto de “ganar”, merced a la anuencia del gobierno del presidente Humala, otros 20 años más en la telefonía.

¿Puede un simple locutor de noticias -que redactan otros- incluir su sazón con risas, lamentos, condenas, júbilo o agrado, en el enunciado de las mismas? Para no poca gente la audición de algunas radioemisoras, la lectura de primeras planas de diarios en los puestos y la visión simplista de los canales televisivos consiste en su “cultura política” cotidiana. En buena cuenta, el pueblo peruano está obligado, constreñido y engrilletado, a “interpretar” lo que no pocos retrasados mentales colocan como “noticias”. Entonces vuélvese el ciudadano común y corriente “experto” en la exégesis de cómo entró la puñalada en cuerpo ajeno; de cómo fue la violación del menor; o en que manera y con qué pócimas el interfecto rindió la vida. Cierto que cuando los gobiernos claudican y sus representantes viajan al exterior para decir obviedades, a nadie le importa por la simple sinrazón que eso ya no constituye motivación ni escozor: “no tienen importancia”.

La tiranía de los medios de comunicación no está divorciada de la dictadura que impone la publicidad. Quien difunda estudios sesudos y serios sobre las estafas en telefonía, se arriesga a que los operadores ibéricos NO coloquen propaganda en su medio. Quien se pelea con el gobierno escudriñando en la línea chica de las concesiones o los contratos con dedicatoria que se elaboran a cada rato, sabe que entrar en liza con el Estado es condenarse a la sequía de recursos. Ergo, el esclavo auto-inducido, sabe que la mejor censura es la que se impone a sí mismo. Más o menos el reino de la estupidez revestida de la engañifa de lo que “sí vende”.

La señora Cayetana Aljovín es libre de pensar como mejor le parezca y se sabe cuáles son sus sentimientos pro-empresa acérrimos y acríticos. En su concepción primaria que un terrorista haya sido herido, deviene en alegría que es el proemio –según ella- del final de las sectas violentistas. Demás está subrayar la chatura abominable de estos conceptos, si acaso llegan a serlo. Pero se supone que está en un medio informativo que, valga la redundancia, sólo debe informar y hacerlo puntualmente. Prescindibles son los climas anímicos de quien sólo tiene el cometido ético de narrar sucesos o de fingir hacerlo aunque le pagan para eso.

¿Alguien entiende esas risas inexplicables en la radio?

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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