Juan Luis Cipriani

Desconozco la reacción de los distintos países e iglesias ante el reciente nombramiento de cardenales. Sospecho que en la mayoría de los casos la actitud haya sido de indiferencia, como ha sucedido en España con el cardenal de Toledo.

Hay, sin embargo, un cardenal que ha sido recibido con todo tipo de prevenciones por parte de algunos de sus hermanos en el episcopado y con un rechazo expreso de no pocos de sus conciudadanos: Monseñor Cipriani, arzobispo del Lima, miembro confeso y convicto del Opus Dei, que apoyó abiertamente al régimen autoritario de Alberto Fujimori.

Las primeras críticas veladas, tras conocer la noticia de su ascenso al cardenalato, llegaron de la cúpula de la Conferencia Episcopal Peruana. El presidente de los obispos de Perú, monseñor Juan-Luis Bambarén expresó su deseo de que monseñor Cipriani, como cardenal, colaborase de manera más intensa en la búsqueda de la unidad y la reconciliación del pueblo peruano. Mostró también su esperanza de que mantuviera un compromiso mayor con los pobres. Dos propuestas en las que está firmemente comprometida la Iglesia católica peruana, desde sus dirigentes hasta las comunidades de base, y que vienen siendo obstaculizadas sistemática y programadamente por el nuevo cardenal, que siempre ha legitimado los modos represivos de Fujimori.. En la misma línea se sitúan las declaraciones de monseñor Irízar, secretario de la Conferencia Episcopal de Perú, quien se dirigió a los católicos pidiéndoles oraciones "para que el Señor le ayude (a Cipriani) a ser más santo y un servidor de todos nosotros".

El malestar por su nombramiento se ha dejado sentir de manera especial durante la celebración de la primera misa que ofició como cardenal al aire libre en el atrio de la catedral de Lima, frente a la plaza de Armas. Delegaciones de organizaciones católicas afines a Cipriani ocuparon parte de la plaza. Lo mismo hicieron desde muy temprano jóvenes del movimiento Resistencia, contrario a la dictadura fujimorista, organismos de Derechos Humanos y grupos de mujeres católicas que critican al arzobispo de Lima por su apoyo al gobierno anterior, su desprecio a los derechos humanos y su lenguaje procaz. Cipriani ha llegado a afirmar sin rubor que los derechos humanos son una "cojudez" (= estupidez o tontería).

Las protestas se iniciaron en el mismo momento en que monseñor Brazzini, obispo auxiliar de Lima, citó el nombre de Cipriani al comienzo de la misa y se prolongaron a lo largo de toda la ceremonia. La homilía del nuevo cardenal fue repetidamente interrumpida con lemas como "Cristo es justicia, Cipriani corrupción", que repetían a coro los manifestantes. Éstos llevaban carteles con afirmaciones como "Dios, líbranos de Cipriani", portaban fotos del nuevo cardenal tachadas con el número 666, símbolo bíblico del Anticristo. Había pancartas que comparaban a Cipriani con el asesor presidencial Vladimiro Montesinos, fugado desde hace varios meses. Los grupos críticos han dejado claro que su protesta no se dirige contra la Iglesia Católica, sino contra el cardenal Cipriani.

El cardenal reaccionó preguntando a los manifestantes "qué derechos humanos defienden esos amigos, cuando no permiten una libertad de expresión religiosa" y les pidió: "Si no tienen fe, váyanse". Pero es que la mayoría de ellos es creyente y su fe los impulsa a denunciar proféticamente los abusos del régimen de Fujimori, exigir justicia para los culpables de la represión, comprometerse en la defensa de los derechos humanos y optar éticamente por los pobres. En su homilía hizo una llamada al perdón y la reconciliación entre los peruanos y pidió que se renunciara a la venganza contra las personalidades del régimen precedente.

En el cristianismo primitivo había dos principios que se aplicaban a la hora de nombrar a los obispos; "Quien ha de servir a todos, debe ser elegido por todos"; "No se elija como obispo a nadie que no haya sido ratificado por el pueblo". Ahí están las bases de la democracia en las iglesias cristianas, hoy olvidadas tanto en la teoría como en la práctica. Peor aún, yo creo que se han invertido, al menos en la Iglesia católica y de manera especial en el caso de la concesión del capelo cardenalicio a monseñor Cipriani. El nuevo principio eclesiocrático dice poco más o menos así: "Nómbrese cardenal -o obispo- a quien haya demostrado una probada fidelidad al Papa, aun cuando el pueblo cristiano y la ciudadanía lo rechacen". Es una forma poco -o por mejor decir, nada- democrática de entrar en el siglo XXI.