Los maestros latinoamericanos tenemos que convertirnos en actores de transformaciones, en sujetos de saber y en generadores de cambio en cuanto a las prácticas políticosociales y organizativas. Tenemos que buscar en colectivo caminos alternativos para una educación que construya otra Latinoamérica posible.
Si nos cruzamos de brazos seremos cómplices de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa. Los hombres necesitan que nuestra voz se sume a sus reclamos. Detesto la resignación que pregonan los conformistas ya que no es suyo el sacrificio, ni el de su familia.
Con pavor he pensado en la posibilidad de que, como esas virulentas enfermedades de los siglos pasados, la impunidad y la corrupción lleguen a instalarse en la sociedad como parte de una realidad a la que nos debamos acostumbrar. ¿Cómo hemos llegado a esta degeneración de los valores en la vida social? Cuando fuimos niños aprendimos el comportamiento viendo a los hombres que simplemente cumplían con el deber -una expresión hoy en desuso- esperando recibir una recompensa digna por su trabajo, pero que nunca hubieran aceptado ningún soborno. Eran personas con dignidad: no se hubieran metido en el bolsillo lo que no les correspondiera, ni hubieran aceptado sobornos ni bajezas semejantes.
Recuerdo que mi padre perdió su molino harinero por un crédito al que se había comprometido de palabra. Desde luego, para él significó un inmenso dolor. Pero hubiera sido indigno de un verdadero hombre evadir su responsabilidad, ese sentimiento del honor le daba fuerzas y vivía en paz.
¡Que decir de lo que fueron alguna vez los sindicatos! Casi con candor recuerdo la anécdota de aquel hombre que se desvaneció en la calle y, cuando fue reanimado, quienes lo socorrieron le preguntaron cómo no se había comprado algo de comer con el dinero que llevaba en su bolsillo, a lo que aquel ser humano maravilloso respondió que ese dinero era del sindicato. No es que en ese entonces no hubiera corrupción, pero existía un sentido del honor que la gente era capaz de defender con su propia conducta. Y robar las arcas de la Nación, las que deben atender al bien común, era de lo peor. Y lo sigue siendo.
Quienes se quedan con los sueldos de los maestros, quienes roban a las mutuales o se ponen en el bolsillo el dinero de las licitaciones no pueden ser saludados. No debemos ser asesores de la corrupción. No se puede llevar a la televisión a sujetos que han contribuido a la miseria de sus semejantes y tratarlos como señores delante de los niños. ¡Ésta es la gran obscenidad! ¿Cómo vamos a poder educar si en esta confusión ya no se sabe si la gente es conocida por héroe o por criminal?
Tampoco podemos vivir comunitariamente cuando todos los vínculos se basan en la competencia. Es indudable que genera, en algunas personas, un mayor rendimiento basado en el deseo de triunfar sobre las demás. Pero no debemos equivocarnos, la competencia es una guerra no armada y, al igual que aquélla, tiene como base un individualismo que nos separa de los demás, contra quienes combatimos. «Si tuviéramos un sentido más comunitario muy otra sería nuestra historia, y también el sentido de la vida del que gozaríamos".1
¿Hasta dónde todos los maestros de Bogotá son conscientes de su nuevo papel y compromiso frente a la nueva administración de la ciudad? Si es cierto que jugamos un papel fundamental e importante en este proceso electoral, no fue para que "se hiciera mas suave el trabajo» en las instituciones y volvieran las viejas prácticas de algunos maestros que solo se limitaban a asistir a los colegios a cumplir con un horario sin realizar o conseguir mayores resultados en lo pedagógico.
Es de esperarse que si logramos un triunfo con la derrota del referéndum y la elección de Lucho Garzón como alcalde de la Ciudad, el compromiso y la responsabilidad social deben y tienen que ser mayores. No hay que caer en el triunfalismo, y clientelismo particular de gremios. Si no hay los mejores resultados al cabo de esta administración no solo habrán perdido ellos y habrán demostrado que en nada nos diferenciamos de los que tradicionalmente han regido los destinos de este país, sino que las consecuencias serían peores, porque se habría utilizado una vez mas a la comunidad educativa y estaríamos traicionando y echando por tierra las ilusiones y esperanzas de mucha gente que aún cree que es posible otra forma de gobernar y organizarse para solucionar los problemas de la ciudad, en este caso para el beneficio de todos y no sirviendo a los intereses de unos cuantos.
Es necesario que cada institución educativa distrital se constituya en el eje dinamizador de todas las políticas de esta administración de la ciudad. Que cada maestro sea un líder que conozca el plan de desarrollo y lo haga conocer de toda la comunidad educativa, se comprometa e involucre y lidere procesos de organización, gestión y ejecución de proyectos que necesiten las comunidades. Se debe rescatar la esencia de la educación popular de Paulo freire que parte de las necesidades de la comunidad para entrar a generar procesos de conocimiento, desarrollo pedagógico y transformación social.
No podemos ignorar ni hacer oídos sordos a experiencias de maestros como los argentinos, que si revisamos la historia comenzaron a sufrir hace aproximadamente diez años, todas las políticas regresivas que atentan en contra del bienestar de los maestros de toda Suramérica y que ya se vienen implementando también en nuestro país.
«Año tras año, al iniciarse las clases se reitera una escena cuyos componentes se han vuelto previsibles:
– Los medios de comunicación describen situaciones de deterioro en la infraestructura escolar, insuficiencia y baja calidad del servicio de comedores, reclamos de los docentes. En muchos casos, hacen análisis banales que contribuyen a naturalizar una situación producto de un proceso largo y, por cierto, no casual. Tienden a desvincular el proyecto político educativo del proyecto político global, o a ocultar el vínculo entre educación y estructura económico-social.
– Las autoridades inauguran cada nuevo ciclo lectivo ansiando la adopción de innovaciones que nos conducirán al primer mundo (la mayor parte de ellas se convierte rápidamente sólo en un recuerdo); atribuyen a los docentes la responsabilidad por los magros resultados actuales y prometen que a través de la incorporación de nuevas tecnologías y de "rigurosas y objetivas" evaluaciones, se elevará la calidad de la educación.
– Los docentes, acuciados por una situación laboral y profesional asfixiante, intentan dar respuesta a las demandas sociales, a las exigencias burocráticas, a las marchas y contramarchas de la "transformación educativa". De otro lado, se intenta halagarlos con el discurso de su profesionalización, pero nunca se vieron más desprofesionalizados: suspensión y/o modificación de los estatutos que regulan la actividad, pago fuera de término -con diferentes bonos provinciales- incumplimiento del pago del incentivo docente y reducciones salariales. Se enfrentan inseguros a la amenaza de una evaluación, pero no reciben capacitación sistemática que contribuya a su formación técnica y a la comprensión de los procesos económico-sociales de que forman parte los problemas pedagógicos»2 .
Se hace urgente que el movimiento magisterial en su conjunto asuma una actitud de reflexión frente a la cruel realidad de la educación en nuestro país y todo Suramérica, donde poco a poco se ha venido desmontando y transformando todo el campo de la educación mientras los maestros solo hemos sido en gran medida observadores pasivos y víctimas de todas estas políticas como nos lo demuestra el compañero Marco Raúl mejía en el siguiente aparte de un articulo que escribiera en el periódico Le Monde Diplomatique.
«En conclusión, en nuestra realidad se viene desmontado un estado de bienestar que nunca completamos y que, en cuanto se aplican muchas de las políticas modelizadas afuera y que no, consultan nuestras condiciones, generan mayores inequidades y problemas, lo que exige que el camino educativo tome otros lugares.
El terreno ha sido reorganizado y marcado por las nuevas políticas, impuestas bajo un modelo tecnocrático de verdad indiscutida. Educadores, padres de familia, gremios, intelectuales de la educación, son simples depositarios de las mismas. Por ello se hace urgente reactualizar una agenda que permita construir pensamiento y acción para anunciar que es posible una educación distinta de la instaurada por el desembarco neoliberal.
Los puntos principales serian:
1. Reconstruir la idea de derecho a la educación, que durante largo tiempo fue reducida a cobertura y financiación. Es necesario integrar los componentes de calidad, saliéndole al paso a la reducida idea de la calidad del proyecto curricular toyorista.
2. Refundar lo público de la educación. El discurso sobre el servicio no sólo ha venido socavando el derecho sino que además sustituye la educación como un asunto de sociedad. Curiosamente, la propuesta de ALCA (Asociación de libre comercio para las América) la coloca en la discusión de servicio.
3. Construir una concepción integral del fenómeno educativo. Su proceso se va desnaturalizando, reducido a la consumación de la escuela productivista, que dota de competencias individuales para la empleabilidad.
Es necesario encontrar respuestas y soluciones propias de lo educativo.
4. Endogenizar las discusiones internacionales. Todo el discurso de cambio y crisis dejó un grupo claro de ganadores, quienes propiciaron un modelo globalizador hacia adentro, que con dificultad pensó lo nacional y sólo adecuó lo existente, A decir de un amigo, en estos tiempos siempre ganan los banqueros. Esto requiere la contribución de grupos nacionales con capacidad de conocer lo internacional, y endogenizar estas discusiones.
5. Construir un debate público sobre lo político pedagógico. El asalto de la pedagogía por la concepción sajona - que menos la valoriza- requiere que los grupos que se mueven en otros paradigmas o en miradas críticas aúnen esfuerzos para abrir un debate intelectual, con consecuencias prácticas sobre el lugar de la pedagogía en esta encrucijada.
6. Construir los movimientos sociales de la educación y la pedagogía. Nunca como antes la educación se hace indispensable para la sociedad. Esto va a requerir que se construya mas allá del gremio y el gobierno, impulsando los movimientos de la pedagogía en este tiempo, coherentes con cierta irrupción de la subjetividad globalizadora.
Construir el maestro como un sujeto de saber. La mirada colonizadora sobre las mentes de los maestros insiste en dictar currículos realizados por expertos y ejecutados por los Maestros, convirtiendo a éstos en simples objetos de saber, y en ocasiones como portadores de metodologías y enfoques pedagógicos. Es necesario que el maestro sea asumido como sujeto constructor y productor de saber, que establezca otra relación con su práctica, que ejerza su profesión en la sociedad, teniendo ese nuevo estatuto cultural y salarial.
7. Generar reconocimiento a los procesos de transformación escolar. En múltiples sitios hay procesos en marcha que se producen como respuesta crítica a las políticas oficiales, configurando la educación como una construcción desde lo cotidiano de la escuela y el aula. Estas innovaciones, experiencias significativas, deben ser promovidas mediante el reconocimiento de tales geopedagogías como nuevo lugar de enlace y construcción de proyectos desde las especificidades de sus territorios, nuevo lugar de políticas en el aula, donde están transformando su realidad desde lo cotidiano escolar.
8. Construir la especificidad latinoamericana de la educación de estos tiempos.
El síndrome de la globalización con una mirada del mundo del norte ha hecho que los tecnócratas del sur hayan terminado, en educación, con el síndrome de transferencia tecnológica del mundo del norte al sur. Esto exigirá un esfuerzo permanente por recobrar nuestra identidad, como expresión que enfrenta el pensamiento único en educación.
Se necesita una nueva mirada y práctica crítica de todos los actores del proceso de cambio de una educación de todos y para todos donde como dicen nuestros hermanos "zapatistas" en México "no se haga nada para nosotros sin nosotros" y para que esto sea posible se hace necesario cambiar en gran parte las prácticas político sociales y organizativas.
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