Si pensamos la realidad colombiana desde nuestras prácticas culturales -y el juego es una de ellas- podemos decir que nuestra vida colectiva sufre los dramáticos cambios de ritmo generados por un permanente forcejeo entre fracciones que se disputan la imposición de un sentido de país, y pretenden imponer un sentido ajeno al discurrir de la compleja y variada vida cultural y política de la nación. Pasamos con mucha facilidad de la euforia a la depresión; de la perspectiva de un triunfo inmediato al más patético de los derrotismos; de la esperanza desmedida a la sensación de fracaso, es decir, vivimos permanentemente entre la celebración y la resaca, entre el gol y el autogol.

El miedo propicia los autogoles

La presencia del miedo es uno de esos fantasmas que llevan a los hombres a cometer los peores errores, y esto no lo afirmamos solamente por las presiones de las mafias en el fútbol (recordemos las amenazas a Maturana en medio del campeonato mundial del 94) y el autogol de Andrés; lo afirmamos por la razón "cierta o no" que dio el asesino de Escobar ante los hechos: "tenía miedo" dijo el escolta. Quien mató a Andrés Escobar era un guardaespaldas de unos "riquitos" de Medellín que también "tenían miedo" al secuestro. Pensemos en este miedo escalonado y presente en todos los ámbitos de la vida nacional y llegaremos de manera directa a la paranoia que hoy activa la guerra a escala nacional, y si se quiere también internacional: Los "riquitos" del mundo también "tienen miedo".

Ahora imaginemos el miedo colectivo que lleva a los hombres a la violencia generalizada, es decir, a la guerra, y encontraremos que el miedo es uno de los factores propiciadores de la violencia en Colombia, y no es solo el miedo de los de arriba: los de abajo, por un elemental sentido democrático también tienen derecho a tener miedo: miedo a ser desplazados, miedo al hambre, miedo al autoritarismo, miedo al miedo de los de arriba. Sigamos especulando y nos encontraremos con el enfrentamiento entre dos ejércitos del miedo, y el miedo como dijimos es el origen de los peores errores, no solo por el sentimiento futbolístico del miedo al gol, también por el sentido político del miedo a la vulnerabilidad.

¿Qué podría ocurrirle a una sociedad que vive en tal estado permanente de tensión?, lo más posible es un nuevo autogol, y los autogoles puede cometerlos cualquiera de los equipos comprometidos en el juego en donde la mitad de las posibilidades consiste en perder, y con mayor razón en el juego de posibilidades de la guerra en donde generalmente todos pierden. Las guerras por su propia lógica se hacen siempre para echar a perder a otro o a otros, pero como todos juegan, nos echamos a perder todos, la guerra es el juego a perder y al que menos pierda.

El síndrome del "Miedo a la democracia" se dice que sufren la clase dirigente colombiana y que este miedo no le deja ver las enormes posibilidades de un país que a pesar del conflicto y de la indiferencia estatal es capaz de construirse por si mismo su proyecto de vida, así sea en el rebusque, el ingenio y el espíritu recursivo el colombiano le ha llevado a ser reconocido como un ser de una inteligencia especial que cuando la emplea para la vida se convierte en ejemplo del espíritu creador, pero la misma inteligencia puesta en sentido contrario, como inteligencia para la destrucción puede llevar al colombiano a infringirse los peores males. ¿No será eso lo que le pasa a la actual clase dirigente colombiana, que su miedo no les deja ver todas las posibilidades de prosperidad en la paz que puede tener el país y que en medio del "miedo" están más próximas a un autogol que a una victoria militar?

A este tipo de especulaciones nos lleva la memoria del hecho absurdo de la muerte de nuestro futbolista; recordamos con Andrés a todos los calidosos caídos de la vida nacional y tendremos un equipo excepcional en donde los escogidos para la selección de la muerte han sido siempre los mejores; pero la pregunta importante y que no podemos dejar pasar es: ¿Quién o quienes han sido los seleccionadores?