El Pueblo Kankuamo se encuentra asentado en la Sierra Nevada de Santa Marta al norte de Colombia y es hermano de otros tres pueblos indígenas con los cuales comparte este hermoso territorio, el Pueblo Ika o Arhuaco, el Pueblo Kogi y el Pueblo Wiwa. Estos cuatro pueblos han habitado la Sierra desde tiempos inmemorables. Es su casa y su rol en este mundo es el de contribuir al equilibrio del universo. No es su objetivo acumular bienes, ni dominar a otros pueblos. Su razón de existencia es la del cuidado.

Sin embargo, este pueblo y su cultura han sido atacadas de forma brutal a lo largo de la historia de colonización por aquellos que sueñan con una civilización donde no impera el equilibrio, donde no impera el cuidado y poco a poco a través de la imposición de la religión, de la llamada civilización fueron desapareciendo su lengua, su vestido, sus creencias, sus costumbres. Una profunda confusión entre la verdad de saberse indígenas y el espejismo de parecer blancos se dio paso con gran fuerza dentro de este. Múltiples fueron los hechos y los actores que llevaron a esta situación en distintos momentos.

Ya hemos nombrado a la Iglesia Católica que en su momento implantó su proyecto misional de conversión hacia el Dios Cristiano, luego el comercio y los impactos económicos de modelos de desarrollo que impusieron el café u otros productos ajenos a su cultura; la colonización producto de la violencia de los años cincuenta, el ejercicio de los políticos tradicionales y sus redes clientelares y la insurgencia con sus proyectos diversos de lucha armada y su visión estratégica de la Sierra. Todas las anteriores en un juego dinámico de desconocimiento, imposición e irrespeto dieron pié a una vertiginosa aculturación que desató discusiones y tensiones internas en el Pueblo Kankuamo y con sus pueblos hermanos.

De este proceso surgió al interior de este mismo pueblo una corriente de recuperación de su identidad, de reencuentro con su ser indígena dormido pero no desaparecido. Así recurrieron de nuevo a sus hermanos para reaprender sus costumbres, fortalecer de nuevo esa cuarta pata del banco que permite el equilibrio del universo. En ello se comprometieron mujeres y hombres del pueblo Kankuamo. Se constituyeron los cabildos menores, se nombró el Cabildo Gobernador en cabeza de un hombre carismático, comprometido, con alma indígena, Jaime Arias. Poco a poco esta necesidad de recuperación se fue extendiendo, su reencuentro con su ser tradicional ha sido cada vez más profundo. El pagamento como ritual fundante de sus principios volvió a tener cabida en muchos Kankuamos como parte de sus actividades, y la lucha por el reconocimiento de su territorio se dio paso. Años de años duró el proceso de legalización de su resguardo. El Estado Colombiano dilató esta aprobación hasta que la misma presión internacional hizo que se realizará apenas en el 2003. Sin embargo, este proceso de recuperación identitario no fue recibido por todo el mundo con buenos ojos.

Durante este proceso apareció entonces en el territorio un nuevo actor. Las autodefensas en el Cesar con sus múltiples expresiones, bloques y comandantes y declararon la guerra a los habitantes de la Sierra Nevada, expresando públicamente que este lugar era un nido de bandidos guerrilleros, un lugar refugio de los secuestradores, y por lo tanto los pueblos indígenas sus cómplices. El dominio de las AUC en la zona baja de la Sierra empezó a ser total. Hoy en día nada se mueve en el Valle de Upar que las AUC no sepan, no controlen, no manejen, ante el silencio de autoridades locales, comerciantes, políticos, fuerzas armadas. Algunos de sus comandantes como es el caso de Jorge 40, tal como se ha expresado en la revista Semana y otros medios de comunicación, pertenece a una de las familias prestantes de la zona.

Esta entrada y asentamiento de las Autodefensas en diferentes campamentos, ha tenido desgarradoras consecuencias en la zona. Amenazas, muertes selectivas y masacres, desplazamientos masivos, abusos de toda índole hacia la población, restricciones alimentarias y a la misión médica, apropiación de tierras, logrando que el miedo y el terror se apoderen de la zona.

En este marco, todos los pueblos de la Sierra, en especial el Pueblo Kankuamo, han sido uno de sus principales objetivos. Una nueva era de amenaza, de terror se precipitó. Hoy en día han sido aproximadamente 221 desde 1986 hasta la fecha, los indígenas asesinados de este pueblo. El más reciente ocurrió en la persona de Freddy Arias, responsable del área de derechos humanos de los Kankuamo y hermano del Cabildo Gobernador, en medio de las negociaciones del Gobierno con las AUC.

Pero en este caso se ven claramente las contradicciones y aberraciones de esta situación.

Tratemos entonces de enunciar algunas hipótesis del interés que tienen las AUC en esta zona. La Sierra por sus características geográficas es una zona escarpada, perfecta para el desarrollo estratégico del conflicto armado. Su acceso al mar, desde la zona del Urabá hasta la Guajira, para entrada y salida de armas y de productos ilícitos del narcotráfico, la convierten en zona estratégica.

La conversión económica de la zona baja del Valle, dentro del esquema neoliberal, es urgente. El control hídrico es vital, debido a que la Sierra es la estrella hidrográfica que alimenta todos los valles circundantes que antiguamente producían grandes cantidades de arroz, sorgo y algodón, y que hoy se encuentran en dificultades, además el dominio de los Pueblos Indígenas en la zona es realmente incomodo para los proyectos económicos. Su sentido de preservación y resistencia no son los más beneficiosos para el mercado competitivo. Y peor aún, cuando estos pueblos han reclamado con insistencia su derecho a la autonomía y al libre desarrollo de su pueblo. Decimos que se ven claramente las aberraciones y contradicciones pues la Constitución de este país, la aceptación de los tratados internacionales, las misiones humanitarias llevadas a cabo de manera permanente no son suficientes para que se respete la legitimidad y el derecho de un pueblo a reclamar para sí el derecho a SER. Es decir, muestran claramente la imposibilidad para un pueblo de mostrar su fuerza como sujeto político de su propio devenir. Los actores armados y políticos tradicionales de la zona consideran que ellos son los únicos sujetos políticos y no hay cabida para nadie más.

Hoy en día el Pueblo Kankuamo sigue en su proyecto de resistencia y recuperación. Es obligación de todos aquellos que creemos en el derecho a la libertad, a la autonomía, y a la diversidad, respaldar estos procesos que nacen del sentir y del reconocimiento de un pueblo hacia su propia identidad, experiencias que todo el pueblo colombiano debe aprender y hacer suyas, en un país tan fracturado y tan falto de identificación cultural, y exigir que el Estado colombiano asuma la responsabilidad que le compete en cuanto a garantizar la existencia de estos pueblos, responder por la transparencia en el esclarecimiento de todos los asesinatos de personas del Pueblo Kankuamo, el castigo a sus autores, es decir en este punto, o el Estado asume el cumplimiento frente a las medidas cautelares o definitivamente reconoce su incapacidad o tolerancia frente ha estos hechos.