Al grito del «déjennos trabajar», un atufado «mecánico» mezcla las palabras con los hechos y le enrostra a su amigo para que no se oponga a nada, y menos al gobierno. Bajo la arrogante figura del «empresario» con talla prepotente del «patrón de hacienda» otro personaje nos reclama «que nos dejen trabajar» y culpa a su enemigo la Izquierda Democrática de impedirle aquello. Éstas, entre otras piezas propagandísticas del gobierno del presidente Gutiérrez, de Ecuador, tratan de enfrentar a la oposición manipulando el complejo histórico del ecuatoriano que por tener el pan debe vivir sin dignidad.
Sí. Aunque no lo parezca, pero el gobierno nacional, desde su campaña, está demostrando que sabe como utilizar y explotar muy bien, desde la promoción de sus obras, hasta las más miserables condiciones de sometimiento histórico con el que creció nuestra nación ecuatoriana.
Desde los años de la dominación española, hasta los recientes días, se creó una institución de la explotación del hombre ecuatoriano: el «huasicama», que traducido del kichua al español significa «sirviente de casa».
Bajo infames condiciones de explotación, se abusó de los indígenas como huasicamas: sin sueldo, sin jornal de pago, sin seguro de ningún tipo, sin estabilidad, dependiendo del ánimo del patrón, con las mujeres abusadas sexualmente y los hombres sacrificados hasta la muerte, ante el trato despectivo que afectaba a la dignidad del ser humano, más que reclamar debían agradecer que tenían «trabajo» y que había un alguien que les daba esa «oportunidad».
Sometidos por siglos a este peonazgo infame, se fue grabando crudamente en el alma del ecuatoriano, al punto de poder dividirnos históricamente y generar una especie de «subcultura del sometimiento» entre «huasicamas» o «patrones». Así, de esta forma se aseguraron la explotación de mano de obra barata bajo la lógica del «agradecimiento» que había que tener por quien daba trabajo.
El tiempo fue cambiando las formas, pero no el fondo. Entre la relación obrero patronal, había que respetar al «empresario que da fuentes de trabajo» y el «obrero» que debe ser «leal y agradecido por tener trabajo». No importaba si de por medio se diesen condiciones laborales igual de ilegales, inconstitucionales y en contra de sus derechos: había que «agradecer la oportunidad de tener trabajo».
Y junto con esa actitud sometida, como rasgo principal del espíritu de «huasicama» crecieron varias más, de entre ellas la del clásico inconciente que se molesta si «alguien reclama», o del corrupto que exclama el consabido «no hagas problema» cuando por el libérrimo sentimiento del ser humano se cruza el reclamar por su derechos que quiere tener trabajo pero con dignidad. Eso es lo más importante: dignidad.
A estas alturas hemos llegado a la actual situación que se vive con el Gobierno Nacional, tanto que para su enfrentamiento ha decidido volver a reavivar ese complejo histórico de sometimiento, agitando el «alma de huasicama», para llegar a la conciencia del ciudadano y lograr de el que «le dejen trabajar» y no piense ni reclame.
Las piezas publicitarias preparadas por la productora «Cuesta Ordóñez» y comercializadas a costos de miles de dólares, salidos de las arcas del Estado nacional por «Mónica Cabeza de Vaca, Publicitaria» tendrían ese tinte racista de maniqueísmo dirigido, que fomenta la división del Ecuador.
Así: «el mecánico soldador» que ya esta identificado desde antes con el mensaje del «déjame trabajar» no es otra cosa que la figura repetida del «huasicama» aquel que busca justificativos para los abusos del patrón, y asume en su actitud de indiferencia ante la crisis, culpando al resto que no le permiten trabajar, ni a él ni, al gobierno nacional. Si alguien tiene la opción de acercarse a su malhumorado carácter, entonces le espeta en la cara que «no haga problema» y que ni siquiera piense: que trabaje nada más. En su discurso no entran las categorías de la dignidad, el cumplimiento de las leyes o el respeto a la constitución.
En el caso del «empresario exitoso» hay una dirección frontal, es el «patronazgo» que se lanza a culpar a los demás de que le hayan surgido un reclamo de sus «huasicamas» que sería el ciudadano común, porque entonces «los de la ID tienen la culpa» y no debe reclamarse nada sino solo «trabajar, déjennos trabajar» lo que lo expresa con todo el aire de suficiencia y prédica directa de alguien que manda y ordena, para que los demás cumplan sin chistar.
Las dos promociones propagandísticas del Gobierno de Ecuador lo reflejan de cuerpo entero. En el país debemos solo «trabajar» y dar gracias a quien está al frente del régimen por «permitirnos tener trabajo». Es decir, vuelve a explotar el «alma de huasicama», para justificar lo suyo y que el resto lo acepte
Sí, porque, en forma atávica, se quiere mantener el esquema del abuso de las leyes, la destrucción de las normas, el atropello de los derechos y la agresión al orden establecido; como lo ha hecho el régimen del presidente Gutiérrez, con una alianza negativa a la nación, desde el pasado mes de noviembre del año anterior, con los cambios atropellados de las Cortes de justicia y Tribunales constitucional o electoral.
Se quiere mantener en el espacio de la dominación, bajo el pretexto de que «el país necesita trabajo» sin mirarse en su propio espejo de decretar en forma continua feriados inexplicables, de largas vacaciones prolongadas, que fomentan el ocio destructivo, ya que la desobediencia civil campea frente a un autoritarismo confuso.
Y algo más, se quiere generar el rechazo a quien reclama, como si el tener un pan fuese una dádiva y la dignidad un acto subversivo.
La mirada enojosa del «mecánico trabajador» y el sentimiento de arrogancia del «empresario exitoso» no son sino mensajes dirigidos a quien se le ocurra pensar que no debe, no tiene, ni puede reclamarle nada al Gobierno. Como que quieren hacerle sentir que su criterio sobre: el cumplimiento de las leyes, el respeto a la opinión ajena, el valor de lealtad a la palabra dada, el sentido de país bajo el imperio de las leyes, o la necesidad urgente de tener un marco de respeto por la norma de ley, son negativos, no sirven ni vale que los exponga, reclame o por lo menos reflexione sobre los mismos.
Cambiar el sentido del «trabajo» por un conformismo sometido es infame para una nación que soporta una crisis constante en su sistema político nacional. Es lógico que después de ver esa insistente propaganda la reacción sea dual: por un lado los que se sienten resignados a no protestar, porque es malo, y por otro lado, los que se sienten ofendidos en su derecho de exigir del régimen una actuación correcta y no violatoria de las leyes, como le han destacado ante la comunidad mundial, diciendo que en Ecuador lo menos que existe es un régimen constitucional (Según el informe del relator de la ONU, Leandro Despouy ante el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas 1-abril-2005).
Entonces lo que están haciendo es explotar el «alma de huasicama», ya que se motiva a una reacción del «si tienen trabajo, agradezcan, y no reclamen dignidad, porque de eso no se vive». Quizás por eso la nación ecuatoriana se mantiene tan sujeta a un esquema de temores, que le chantajea con un martillar de ideas en su cabeza: «si reclamas dignidad, te quedas sin pan».
Los resultados de esta campaña propagandística del gobierno hasta el momento han apuntado a mal utilizar el recurso del conformismo, pero no se pueden contener las reacciones, porque está muy claro históricamente que «las rebeliones por los estómagos, terminan en la primera panadería de la esquina».
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