Parece que esa arrogancia imperial tan común en Washington, es contagiosa y se ha propagado por toda Europa como una epidemia que ya padecen también la mayoría de sus políticos, ya sea también de derechas o digan que son progresistas, de izquierdas, socialistas o cualquier etiqueta por el estilo.
Decían antes los europeos que lo más criticable de la política imperial-aparte de la explotación de las naciones pobres por las ricas- era la arrogancia que caracterizaba a los gobiernos hegemónicos, haciendo alusión a los Estados Unidos.
Los políticos norteamericanos, no importan si son Demócratas o si son Republicanos, da igual si son de derechas o son liberales, en general- aunque hay las naturales excepciones- consideran que no solo su sistema político de la llamada «Democracia Representativa» es superior a todos los demás sistemas que existen en otras naciones el mundo, sino que ellos, sus personeros, El Presidente de su país, así como los Senadores y Congresistas de Washington, merecen un trato muy especial de parte de todos los otros pueblos, gobiernos y naciones del mundo, a quienes hay que por obligación y sumisión, rendirles pleitesía incondicional como en los tiempos de la Roma imperial.
Algo así como un «derecho de pernada» que autoriza la violación política del pequeño por el grande y poderoso.
Pero parece que esa arrogancia imperial tan común en Washington, es contagiosa y se ha propagado por toda Europa como una epidemia que ya padecen también la mayoría de sus políticos, ya sea también de derechas o digan que son progresistas, de izquierdas, socialistas o cualquier etiqueta por el estilo.
Ahora mismo lo estamos viendo cuando escuchamos a dirigentes de la Unión Europea protestar porque el gobierno cubano en el uso de su derecho soberano conminó a varios eurodiputados a abandonar la isla porque utilizaban sus Visas de estadía en el país para intervenir en los asuntos internos de Cuba, como si por el hecho de ser miembros del Parlamento europeo ello les diera derechos extraterritoriales al estilo de los que disfrutaban los Cónsules y Senadores Romanos cuando visitaban territorios sometidos a las legiones del todopoderoso Cesar imperial.
¿Acaso se le concede por Europa a un diputado a la Asamblea del poder Popular de Cuba o a un miembro de un Parlamento de algún país del Tercer Mundo, ya sea de África o América Latina, el derecho a intervenir en los asuntos europeos cuando cualquiera de ellos está de visita en el viejo continente?
Habría que preguntarle a los europeos de donde sacan ellos que tienen el derecho a intervenir en los asuntos internos de nuestros países como hacen los norteamericanos, que tanta crítica y rechazo se han ganado en el mundo por su conducta intervencionista de arrogancia imperial.
Claro que no faltarán cipayos y genuflexos, los enanitos lacayos de siempre, que justifiquen y hasta los aplaudan. Diríamos que son los hijos de Mr. Cason.
Decíamos que hay enfermedades contagiosas en el mundo de la política internacional, como es el caso de la arrogancia imperial, que produce muy malos resultados para las naciones grandes y poderosas cuando se enfrentan a países que aunque pequeños, son gigantes en vergüenza y dignidad.
Mal, pero que muy mal que hacen los europeos en seguir los pasos de Washington en su trato con Cuba y los países de América Latina. Si desastrosa ha sido esa política para Washington, no le va ir mejor a Europa andar por esos mismos caminos. La arrogancia imperial es contagiosa y mucho mas cuando nadie escarmienta en cabeza ajena.
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