La reforma de la ONU propuesta por Kofi Annan, pero ampliamente impulsada por Washington, ha sido casi totalmente rechazada por una amplia coalición de Estados. Asimismo, las 750 propuestas de John Bolton no parecen tener ninguna oportunidad de ser aprobadas a corto plazo. En definitivas, la gran reforma anunciada no debería provocar una conmoción en las instituciones de la organización. Ello no impide que la prensa se haga eco de las aspiraciones de quienes toman las decisiones internacionales sobre el tema.

Así, el ex embajador francés Stéphane Hessel expresa en Libération el punto de vista del Collegium international éthique, scientifique et politique sobre la reforma de las instancias internacionales. Esta organización se nutre de los principios del solidarismo de Léon Bourgeois (Premio Nobel de la Paz en 1920), teoría que aboga por la instauración de una democracia mundial, pero los adapta para aceptar la dominación norteamericana. El autor afirma que es necesario reformar la ONU para hacer de la misma un instrumento de democratización internacional que reconozca formalmente los derechos y deberes de cada país en una Declaración Universal de la Interdependencia, proyecto que detalla poco. El autor considera que los principales desafíos que la ONU debe hoy enfrentar son la erosión de los recursos físicos de la tierra y de su diversidad cultural; el impacto aún mal calculado de la evolución de las tecnologías, así como la concentración corporativista que ha creado gigantes en la economía mundial. Esta elección de las problemáticas a tratar con urgencia puede parecer anodina, sin embargo este punto de vista contrasta en medio de un consenso generalizado que afirma ser la «guerra contra el terrorismo» la que lleva a una remodelación de las instituciones internacionales.

La comisaria europea para las Relaciones Exteriores, la austriaca Benita Ferrero-Waldner, brinda su apoyo al plan Annan en el El Periodico y Le Figaro, aunque con toda conciencia evita hablar de los problemas estructurales de las Naciones Unidas. En efecto, la reorganización del Consejo de Seguridad y el aumento del número de sus miembros permanentes no forman parte del consenso. Por lo tanto la autora prefiere limitarse a una reforma de la ONU que permita luchar contra los males internacionales, a la cabeza de los cuales sitúa, al igual que Estados Unidos, la proliferación de armas de destrucción masiva y el terrorismo. Las únicas reformas concretas que apoya son la constitución de una Comisión de Consolidación de la Paz y de una Comisión de Derechos Humanos.
El plan Annan es igualmente defendido por el subsecretario general de las Naciones Unidas, Shashi Tharoor, en un texto muy bien difundido por Project Syndicate y publicado por Der Standard, el Korea Herald, Le Figaro, el Taipei Times y el Daily Star, y que sin lugar a dudas será retomado próximamente por otras publicaciones. El escritor se entrega a un ejercicio difícil: apoyar el plan de reformas al tiempo que minimiza las debilidades de la ONU que sirven de justificación a las mismas. Trata de situar el contexto de las propuestas que transforman a las Naciones Unidas, pretendiendo que sólo se trata de la evolución natural de una estructura que ha tenido un gran cambio en 20 años. También él se abstiene de comentar las diferentes medidas propuestas y se limita a los grandes principios defendidos por la organización.

En Estados Unidos, el discurso que rodea la reforma de la ONU es bien diferente. El ex presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Newt Gingrich, presenta su visión de la orientación que debe tomar la organización internacional en el Boston Globe y en el International Herald Tribune. El autor presidió un grupo de reflexión estadounidense sobre la reforma de las instituciones internacionales y este texto retoma la filosofía del proyecto. Si se quiere que Washington se incorpore nuevamente a la ONU, se hace necesaria una organización con muy pocos poderes de obligación para Estados Unidos y que defienda la «democracia». Es conocida la definición de geometría variable que tiene Estados Unidos de este régimen. En realidad, más que una defensa por las reformas, Newt Gingrich se entrega a un ataque con todas las de la ley contra la organización, a la que presenta como ineficaz, corrupta y en manos de las peores dictaduras. En ningún momento el autor se interroga sobre lo que debe ser la ONU para ser eficaz; su único interés es hacerla un instrumento útil a Washington en una «guerra por la civilización» contra «un ala del Islam». De un forum de deliberación entre Estados soberanos, la ONU se convertiría en un instrumento al servicio de los países ricos. En el caso del senador demócrata por California, Tom Lantos, en el San Francisco Chronicle, el tono difiere pero las ideas son sensiblemente las mismas. Se muestra mucho menos virulento contra la ONU, pero a la larga le hace los mismos reproches que Gingrich y plantea las mismas exigencias. Afirma que no le gusta la UN Reform Act de su colega republicano Henry J. Hyde, pero apoya la finalidad e invita a John Bolton a realizar la reforma de la ONU.
El analista ruso del Center for Defense Information de Washington, el Dr. Nikolai Zlobin, analiza en Vremya Novostyey la actitud de Estados Unidos con respecto a la ONU. En su opinión, Washington se ha desinteresado de una estructura que ya no corresponde a sus necesidades y las propuestas de reforma de esta organización tienen como único objetivo preparar una nueva organización internacional, especie de G-8 ampliado a 20 ó 30 países. Esta sería la comunidad de democracias por la que regularmente claman los atlantistas.

La lectura de estos comentarios nos hace pensar en que para Washington la ONU debe someterse, es decir desaparecer.
El economista y experto de la ONU Jeffrey Sachs se muestra muy crítico en relación con esta actitud en una entrevista concedida a Die Tageszeitung. Hoy, este Estado busca exclusivamente su interés a corto plazo. Sin embargo, Irak y la situación en Luisiana muestran la debilidad de un país que representa el 5% de la población mundial, pero que pretende dictar su voluntad al planeta. De esta forma, afirma que, contrariamente a lo que cree, Estados Unidos necesita de la comunidad internacional, de la que no puede prescindir.

Aunque afectada en primera instancia por la fragilización del derecho internacional y de la ONU, la prensa árabe no dio muestras de gran interés por la cumbre de Nueva York. Sin embargo, los escasos analistas que han tratado el tema no ocultan su inquietud. El periodista Mohammed Elkouli denuncia en Albayan las maniobras de John Bolton en la ONU y recuerda a sus lectores el discurso de éste en el pasado. Teme que mediante la reforma de la ONU Estados Unidos trate en realidad de apoyar a Israel, y, por qué no, procurarle un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU.