Es como si se unieran las partes buenas de Tupac, o sea, es como si todas las partes de Tupac se juntaran y caminaran sobre los vientos de América, dando señales de lo que será: “Luego de quinientos años de resistencia ahora vienen quinientos años de toma del poder”. Esa fue la sentencia popular que pronunció el líder aymara Evo Morales luego de asumir como Presidente de Bolivia el pasado 11 de enero. Por primera vez en la historia del continente americano, se le otorgó el mandato supremo a un indígena. Esta expresión democrática es inédita por donde la examinen, aunque no es un reflejo casual ni repentino, sino que es la obvia decantación de los reclamos y levantamientos populares durante los diez años que duró la Guerra del Agua y el Gas, donde centenares de obreros fueron asesinados por las represiones del ejército que custodiaba y defendía los intereses de los monopolios extranjeros. Hoy, desde la misma Casa Presidencial, donde antes se provocaba la miseria, ahora se la combate. Las demandas sociales tomaron cuerpo y palabra en el Gobierno boliviano. Ya no renguean ni pasan al olvido los discursos del proletariado.

Cubanizar Bolivia

Desde la Plaza Murillo suenan las voces de rebelión y el 80 por ciento del pueblo apoya las políticas aplicadas por el nuevo gabinete nacional. Desde que asumió, Evo Morales venezualiza y cubaniza el país donde haga falta. Las políticas de Estado no podrían decidirse o aplicarse sin previa consulta a La Habana, o al menos eso parece. Miles de médicos de la isla caribeña, recién llegados de Afganistán, realizan campañas sanitarias en el Altiplano.
Enfermo que cruzan, enfermo que vacunan. También pusieron en marcha la Misión Milagro, un programa oftalmológico creado por Cuba que beneficia a los pobres del Tercer Mundo, devolviéndoles la posibilidad de ver a quienes padecen ceguera. Por eso el nombre, “milagro”.

Con más de mil puestos de campaña, los educadores populares de Venezuela aplican el método de enseñanza libre “Yo sí puedo” en las zonas rurales. El Ministro de Educación de Bolivia, Felix Patsi, garantizó que, con la solidaridad de Caracas, se enseñará a leer y escribir a más de un millón de analfabetos en solo 30 meses.

Esa combinación latinoamericana, que avanza en un ida y vuelta sobre el “eje del bien”, genera encuentros fluidos y amistosos entre Evo Morales, el líder socialista Fidel Castro y su par bolivariano Hugo Chávez. Se desconoce qué hablan en la intimidad, pero los tres presidentes públicamente pronuncian lo mismo: exponen sus ideas socialistas con citas de intelectuales marxistas como Gramsci o Lenin, o reivindican el accionar armado por los Libertadores de América en su lucha por la Independencia.
Además, siempre dan su voz de alerta sobre las venenosas y mortales recetas económicas que Estados Unidos, como si fuera la policía del planeta, acciona a punta de pistola.

Lucha de clases contrapuestas

El 18 de abril, el Estado Mayor del Pueblo boliviano denunció la participación de Estados Unidos en una conspiración contra el presidente y señaló que “la embajada norteamericana y la oligarquía santacruceña pretendían debilitar a este gobierno que solo tiene tres en funciones”.

A menos de 24 horas de la advertencia, tres ministros nacionales fueron secuestrados por las autoridades de derecha y ciudadanos reaccionarios de Santa Cruz. De esa forma, los empresarios de la zona oriental intentaban presionar a Evo Morales para que emita una autorización en favor de la planta siderúrgica EBX. La compañía de capitales brasileños funcionaba de manera ilegal, violando el artículo 25 de la Constitución. Esta enmienda prohíbe la instalación de corporaciones extranjeras a 50 kilómetros de la frontera. Como la empresa no cumplió las normas pautadas, el Ejecutivo cumplió con la ley y suspendió el permiso. Además, evidenció diversas irregularidades en los documentos administrativos de la compañía.

A Evo Morales no le tembló el pulso para destrabar el problema sin ceder un centímetro a su posición. A pesar de las amenazas, cerró la compañía, soportó el paro regional y marchó hacia el Caribe para encontrarse con su compañero Fidel Castro. Al regresar, lo esperaba la decisión más importante de su vida.

Evo Chávez – Hugo Morales

Quien más apoyó la decisión del presidente Hugo Chávez resultó ser el más perjudicado, Evo Morales. El 20 de abril Venezuela anunciaba su retiro de la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Este bloque ahora quedaría integrado por Bolivia y los países donde el FMI gobierna: Colombia, Perú y Ecuador, reconocidos también como el “Nuevo Plan Cóndor Andino”.

Chávez explicó que su salida era porque la CAN “está herida de muerte”, ya que solo “sirve a las elites y a las transnacionales” y “no a nuestros pueblos, a los indios o a los pobres”. El líder bolivariano identificó con nombre y apellido a los culpables y culpó “al presidente colombiano Álvaro Uribe y al peruano Alejandro Toledo por firmar el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos”. Y aclaró que el único país cordillerano que sostiene una posición firme contra la propuesta neoliberal es Bolivia, quien ahora quedaba sola. Morales también apuntó a los gobiernos aliados a la Casa Blanca y dijo que El Jefe del Ejecutivo de Perú “era un traidor de la causa indígena” por negociar con Washington.

Con menos del 15 por ciento de apoyo poblacional, Toledo firmó el TLC con Norteamérica a sólo 50 días de finalizar su mandato. Como se vio acorralado y solitario por las declaraciones de los otros gobernantes, el peruano intentó dar otro golpe: retiró a su embajador de Caracas por la presión que le genera el Proceso Bolivariano. Chávez fue más precavido y devolvió la gentileza una semana después, a horas de reunirse con Kirchner y Lula, con quienes se sintió a gusto y acompañado para tomar cualquier tipo de resolución. Toledo, todo lo contrario, quedó solo y sin apoyo, babeó sobre la lona y perdió por nocaut gringo en el último round de su gobierno.

La CAN es uno de los sectores regionales de Sudamérica; el otro es el MERCOSUR. Automáticamente, este corrimiento coloca a Venezuela dentro del segundo grupo donde sesionará como miembro pleno y permanente. Con su presencia en el Mercado Común del Sur, el presidente venezolano planea armar un frente Socialista con Brasil y Argentina, quienes tienen que escoltar la avanzada chavista para que el ALBA se propague por todas las venas de América latina.

Un mundo donde quepan muchos mundos

El 27 de abril fue 27 de abril en todos lados, o al menos eso indican los almanaques. De todas formas, en el mismo país, en la misma ciudad, dos diarios mostraban dos mundos distintos. O sea, el diario Clarín, que nada simpatiza con la unidad bolivariana, titulaba en la primer carilla de la sección Internacionales: “Evo se despega de Chaves…”. El otro matutino, Página/12, misma hora, misma madrugada, misma página casi, decía “Evo se suma al ALBA firmado por Chávez y Fidel hace un año”.

Lo publicado por el supuesto diario más importante del continente es un disparate total, una falsedad gigante que avergüenza. Acertado fue el texto que informaba sobre la incorporación de la nación andina a la Alternativa Bolivariana para las Américas, un proyecto de integración y solidaridad regional impulsado por Cuba y Venezuela.

Durante esa mañana, John Negroponte, actual Director Nacional de la Inteligencia Americana y ex embajador estadounidense durante la invasión militar en Irak, admitía que el Pentágono fortalece sus operaciones de espionaje en América Latina y utiliza la misma metodología que en la Guerra Fría. Es de publico conocimiento que los radares de las bases norteamericanas le toman el pulso a los movimientos de los de abajo. Para esas tareas, Negroponte maneja un presupuesto de 44 mil millones de dólares.

Mientras sucedían esas confesiones, el parlamento de Estados Unidos aprobaba un fondo de 1900 millones de dólares para reforzar la represión en las costas terrestres y zonas limítrofes de su país.

Batalla de ideas

Al otro día, se concretó la cita para incorporar a Bolivia al ALBA. Se presume que esa jornada fue una de las más agitadas para los servicios secretos de la inteligencia estadounidenses.

En la política domestica, el gobierno de George Bush padecía un abrupto descenso de popularidad. Con menos del 30 por ciento de apoyo, debía soportar que en ciudades como Los Angeles o New York las agrupaciones civiles y los movimientos políticos ultimaran los detalles para las manifestaciones del 1 de mayo, donde millones de personas se movilizarían para presionar a los legisladores que sancionen una reforma migratoria favorable a la comunidad extranjera y que no se criminalice a los hispanos indocumentados. Nada de eso sucedió. El 15 de mayo, Bush envió 6000 militares de la Guardia Nacional a la frontera con México para profundizar la represión contra aquellos que intentan ingresar al país por esa zona. Esa misma semana, el Congreso aprobó la construcción de un muro de 600 kilómetros para separar ese cruce internacional.

Por su parte, en el encuentro en Cuba entre presidentes sudamericanos se respiraba otro aire, muy distinto al que sobrevolaba por el Norte. En la isla había oxigeno libertario. La administración Bush relojeó la reunión Fidel-Chávez-Evo, pero sus espías sólo informaron sobre la Alternativa Bolivariana, un tal Tratado de Comercio de los Pueblos, y creyeron que tenían todos los datos. Nunca imaginaron que los hombres a quienes acusan de “poner en peligro la región del sur”, estaban discutiendo nacionalizar los recursos naturales de una nación y que, antes de que salga el sol, ese plan sería ejecutado.

Nacionalización de hidrocarburos

No eligió una conferencia de prensa, ni maquillarse antes de cruzar los micrófonos o consultar a su asesor de imagen. Tampoco revisó la ultimas encuestas. Vestido con ropa informal, sobre una calle de tierra y junto a sus asesores más fieles, Evo Morales decretó la nacionalización de hidrocarburos.

En el día Internacional de los Trabajadores del mundo, el presidente boliviano puso fin a la Ley de Capitalización que durante 10 años privatizó la industria energética. Los batallones de las Fuerzas Armadas tomaron los campos petrolíferos por orden del gobernante, al considerar ilegales los contratos firmados entre el Estado y las empresas petroleras en tiempos pasados. Morales acusó de “traidores a la patria” a quienes “entregaron este sector estratégico, violando la autonomía y la dignidad nacional”, ya que esos convenios nunca fueron aprobados en el Congreso.

A partir de ese momento, los megaconsorcios con intereses en la española Repsol y la brasileña Petrobras, deberían abandonar el país en menos de 180 días. Como era de esperar, los empresarios cuestionaron la medida y anunciaron represalias. Sin embargo, el gobierno español de Rodríguez Zapatero y el de Lula Da Silva, callaron. Los brasileros reconocieron que era “un acto inherente a la soberanía de ese país andino”.

Todo el gobierno y muchas organizaciones sociales apoyaron la histórica sanción que le permite al Estado boliviano, a través de la empresa YPFB, tener el control de la producción, comercialización e industrialización de las riquezas petrolíferas.

El vicepresidente Álvaro García Linera y el representante del Senado, Santos Ramírez, afirmaron que el decreto se ajusta a la Constitución y a las leyes, por eso no hay lugar a impugnaciones legales por parte de las compañías afectadas. El Ministro de Hidrocarburos aclaró que no habría indemnización porque no es una expropiación. Dijo que la medida es un acto de justicia porque se les entrega a los habitantes el patrimonio que hay en su patria. La Confederación Sindical Campesina formó filas y convocó a sus bases a participar junto a las Fuerzas Armadas. El secretario ejecutivo de la central agraria, Isaac Ávalos, advirtió que el campesinado se movilizará masivamente contra quienes pretendan resistir la determinación de los “verdaderos representantes del pueblo”.

Iguazú, el ALBA asoma sobre la Cumbre

En una acción inmediata, tan veloz que parecía premeditada, los presidentes de Argentina, Venezuela, Brasil y Bolivia anunciaron un encuentro improvisado para revisar los efectos que provocó la nacionalización decretada por Evo Morales.

El presidente Hugo Chávez aseguró que en esa cumbre se sumaría a la nación andina al Gasoducto del Sur, un plan que prevé unir varias regiones del continente para distribuir gas natural. Los demás concurrentes anunciaron similares temáticas. El único que anticipó otro tipo de conversaciones fue Morales, quien presentó su propuesta sobre el Tratado de Comercio entre los Pueblos, como una respuesta al agotamiento del neoliberalismo y sustentado en “acuerdos que trasciendan lo comercial para promover el desarrollo justo y sustentable de todos por igual, basado en principios comunitarios”.

Mientras se desarrollaba la Cumbre de Iguazú, el presidente uruguayo Tabaré Vázquez -que un día antes se había juntado con el presidente del Banco Mundial-, se reunía con George Bush en Estados Unidos para firmar un posible acuerdo bilateral, lo cual significaría el retiro de Uruguay del MERCOSUR. La salida del Mercado Común primero fue anunciado y luego desmentido por el mismo Tabaré Vázquez, quien enfrenta una crisis interna en su gabinete por no cumplir con muchas de sus promesas preelectorales y negociar un posible TLC.

Luego de la Cumbre de Iguazú, donde los otros gobernantes sudamericanos se concentraron lejos de las coordenadas del trópico norte, el argentino Néstor Kirchner confesó haber participado en la mejor y más importante reunión que tuvo desde que asumió la presidencia en el 2003. Acordaron cinco puntos fundamentales: garantizar “el suministro de gas” en “un marco racional y equitativo”; profundizar “los diálogos bilaterales”; avanzar “en el MERCOSUR y la integración latinoamericana” y valorar el diálogo con la Unión Europea, que es decir, mirar cada vez menos a la Casa Blanca.

El ALBA, que al principio parecía ser solo un juego de letras distintas al ALCA, está ganando terreno en diferentes gobiernos latinoamericanos. Los representantes de algunas naciones unidas del sur ya marcaron el terreno.
O se está de un lado o se está del otro. No hay ni medio demonio. Aparentemente, ellos ya están alistados detrás de un frente antineoliberal, y sino no es así, todo indica que se llevaría hasta ahí.

De todas formas, ya se sabe, pero hay que decirlo nuevamente. Repetirlo hasta el hartazgo para convencer a los cuadros más pequeños, recitarlo en poemas o canciones, que no serán las autoridades quienes cambien las “cosas”, puesto que serán los movimientos sociales, el campo popular y el pueblo en su conjunto quienes tomen las riendas.

Los militantes de las fuerzas de izquierda deben discutir y debatir para después asumir responsabilidades, consecuencias y efectos de las decisiones que se contraigan. Pero hay que sentar posición. Y ya. O sé está con el ALBA o con el ALCA, o en el norte o en el sur, o en el salón oval o en Iguazú. En esta Patria Grande somos pocos y nos conocemos. Tu me dices con quien andas y te diré cómo gobiernas. Y por cómo vienen las cosas, a veces es muy egoísta o peligroso andar solo que mal acompañado.