Tras ocho horas de debate, 164 diputados resolvieron que un asesino y torturador no puede legislar para el país. La razón: “falta de idoneidad moral”. Pero las exposiciones de los diputados impugnantes dejaron en claro que los que se está discutiendo en cada ámbito, es el fin de la teoría de los dos demonios, la reivindicación de los desaparecidos y la condena política a los asesinos.

El primero en marcar el tono del debate fue el tucumano Gerónimo Vargas Aignasse, quien al finalizar su exposición dijo: “Voy a dar mi vida antes que un genocida se siente en una banca”. El encargado del broche final fue Miguel Bonasso, uno de los impulsores de la impugnación, quien resumió todos los argumentos y despertó la emoción y la descarga de la bronca contenida de los presentes.

Vergonzosamente, los radicales defendieron al represor, basados en la supuesta interpretación democrática, sustentando su histórica cobardía en la defensa de la Constitución. Los argumentos que repitieron como loros, tuvieron que ver con que, si la justicia electoral lo dejó presentarse a elecciones, no es la Cámara la que tiene que impugnarlo, que el PJ le dio el espacio para la llegada a la política y que los mismos que hoy votan en contra, ayer compartieron lista. Como si alguien hubiera defendido cualquiera de esas afirmaciones.

Las Madres condenan tanto a Patti como a Ruckauf, no porque hayan compartido lista, sino por ser parte del engranaje de la desaparición de los 30.000 hijos y la persecución al pueblo en democracia. Fueron ellas las que, una vez más, marcaron el camino del repudio cuando, asqueadas de la defensoría radical, se pusieron de espaldas al recinto y al discurso nauseabundo de los perdonadores de siempre, provocando que todos los presentes hicieran lo mismo.

Claro que estamos de acuerdo en que hubiera sido mejor que la justicia electoral no dejase a Patti, ni a Rico ni a Ruckauf presentarse como candidatos. Hubiera sido mejor que no existieran jamás la obediencia debida ni el punto final ni el indulto. Sería mejor si estuvieran presos, como tienen que estar, pero mientras tanto las cosas se van poniendo en su lugar. Hoy es el turno de un asesino y mañana será el de los cómplices.