Contamos con uno de los tesoros más importantes del planeta, nuestros 75 millones de hectáreas de bosques. Lamentablemente parece que los peruanos somos insensibles a su utilización no percatándonos del valor que ello significa, no sólo en lo que a su riqueza intrínseca se refiere sino a su importancia en el medio ambiente, la biodiversidad y la ecología. En el Perú se está produciendo una de las talas indiscriminada de maderas que realmente se convierte en un crimen de lesa humanidad. No somos concientes de lo que esta sucediendo con nuestros bosques y de aquí a cuando reaccionemos quién sabe será tarde. La explotación de la riqueza maderera se realiza en nuestro país sin ninguna planificación ni cuidado. Se permite que inescrupulosos se aprovechen de esta situación con la absoluta indiferencia de los organismos supuestamente creados para protegerla, tal como el INRENA (Instituto Nacional de Recursos Naturales), entidades que incluso se hacen de la vista gorda en lo que respecta a la tala ilegal de nuestros bosques y esta tala no se produce solamente por lo malos elementos nacionales sino que también participan en ello intereses foráneos a nuestro país provenientes del Ecuador y de Colombia (en este último caso las FARC tal como lo ha denunciado el Presidente regional de Loreto).

Lo peor de todo es que nuestros explotadores de la madera ni siquiera se preocupan en exportar este recurso con valor agregado incluso como producto terminado pues son solo pocas empresas las que se han abocado a incorporarlo. Los países productores de madera (de mayor desarrollo económico y cultural que el nuestro) obligan a que solo se puede exportar la madera que ha sido elaborada y en producto terminado. Es decir que el explotador peruano se contenta con la migaja y no le interesa la parte importante que es el tratamiento industrial de la misma que es donde casualmente se encuentra el mayor beneficio económico. No queremos entrar aquí en explicar la deforestación en términos de cifras que se está llevando a cabo en nuestra amazonia, pues son cifras realmente alarmantes. Lo que se debe hacer es dictar urgentemente leyes específicas que determinen exactamente como se debe realizar esta explotación. No se debe permitir la salida de maderas sin haber sido procesadas industrialmente, con lo que se generaría, adicionalmente, grandes fuentes de trabajo para nuestra población en dichas áreas. Por otro lado toda concesión maderera debería estar obligada a la reforestación de las áreas explotadas para así evitar el daño. Estamos obligados a pensar en las generaciones futuras.