El sistema, hijo directo de la impunidad y concentración de riquezas en muy pocas manos, sueña que millones sean como Orlando.

Que no puedan insultar ni gritar, que no tengan forma de cortar calles y rutas para hacerse respetar, para que lo tengan en cuenta porque también él y los millones como él están vivos y merecen vivir y no subsistir.

Orlando es la síntesis del deseo profundo del sistema.

 No hay nadie, hambre, comida -son las palabras que elige escribir en restos de papeles que llegan a sus manos.

“No hay nadie”, frase profunda que expresa lo que ve. Miles y miles que pasan de largo. Miles y miles que al pasar de largo lo ignoran. “No hay nadie”, escribe Orlando. Nadie para comprenderlo, nadie para asistirlo, nadie para gritar lo que él, sordomudo, quisiera y necesita gritar.

Pero sí, hay alguien, hay algunos. Los que intentan multiplicar los casos como el de Orlando Castillo.

Para que no puedan alterar el curso de la historia privatizada a favor de unos pocos.

Por eso Orlando está ahí. A la vista de casi todos. Para que aprendan la lección y el potencial riesgo. Si se rebelan, si gritan demasiado, serán convertidos en otros Orlando.

 Hoy si, hambre -también escribe el linyera de Plaza Colón en la orgullosa ciudad de Córdoba. Cronograma del saqueo: hoy, almanaque violado. Hoy sí, hambre. Tiempo que no le interesa a los muchos que pasan a su lado. Hambre en una provincia rica y poderosa. Pero en el diario de Orlando, en su hoy permanente, solamente urgencias no satisfechas.

¿Cuántos Orlandos hay dando vueltas y gambeteando cada vez más a duras penas las estrategias de la muerte en las plazas de las principales ciudades de la Argentina, como Buenos Aires, Avellaneda, La Plata, Rosario, Santa Fe y Mendoza?

Pero Orlando resiste gracias a los demás. Es que a veces hay alguien, hay algunos, hay personas que se dan cuenta.

“Algunos vecinos del lugar lo ayudan con dinero o con comida. Sin embargo, hay veces que pasa días sin comer, y cuando eso sucede, sólo se recuesta en un banco de la plaza a esperar que el tiempo pase. Orlando muestra con un almanaque que hacía días que no se lleva algo a la boca, mientras señala la fecha de su último alimento”, apunta la crónica periodística.

Dice que quiere estar en un lugar en que lo cuiden, donde haya un plato de comida diario. Nada más que eso.

Mientras algunos funcionarios ahora vieron a Orlando a partir de las notas en los medios, el sistema sigue soñando en que esa es la clave para perpetuar el privilegio. Convertir a millones en sordomudos que no puedan expresar sus urgencias.

# Agencia Pelota de Trapo (Argentina)