La activa participación de los propios damnificados se suma al apoyo que brindan integrantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y cooperantes provenientes de zonas menos dañadas por los meteoros, con la sincera voluntad del hermano que acude a socorrer a su familia, como los 700 tabaqueros de las provincias centrales y orientales llegados a Pinar del Río para ayudar a levantar cientos de casas de curar tabaco derribados por la fuerza de los vientos.

También participan brigadistas de diversas regiones del mundo (Latinoamérica, Caribe, Africa y Europa). Acuden con vocación solidaria, uniendo el verbo consolar con acciones prácticas para ayudar a reparar y reconstruir.

La coyuntura es aprovechada por los enemigos de la Revolución. Desde EE.UU. las emisoras pagadas por Washington prosiguen el bombardeo de noticias mentirosas y rumores tendenciosos, dirigidos a confundir y sembrar la división y el desasosiego entre los cientos de miles de personas que perdieron todos sus bienes materiales.

Con la desvergüenza que caracteriza a un gobierno que en su propio país aún desatiende a decenas de miles de damnificados de tres huracanes, la administración Bush sigue utilizando a sus mercenarios asalariados dentro de Cuba con similar intención oportunista de difundir rumores falsos e intentar otras acciones desestabilizadoras.

Son intentos inútiles, otros más en la lista larga de fracasos de la política anticubana que abarca casi 50 años de criminal bloqueo económico, comercial y financiero.

Tales propósitos se estrellan frente a la plena convicción del pueblo de que nadie quedará abandonado, porque no se trata de mera consigna, sino es certeza sustentada en medio siglo de atención y plena justicia social.

Esta realidad alimenta la esperanza de resarcir los daños y reconstruir hogares, aunque los propios damnificados conocen que la enorme magnitud de las pérdidas imposibilita resolver de inmediato todos los problemas.

Las máximas autoridades cubanas han reiterado esa política de protección. También alertan que no tolerarán abusos ni acaparamientos con intenciones de lucro a quienes pretendan aprovechar la coyuntura de objetivas escasez alimentaria, provocada por las pérdidas de cosechas en todas las provincias dañadas por los huracanes.

En ese sentido se aplica mano firme y justa contra los especuladores. Se norman precios en los mercados, se sanciona a los infractores y se adoptan decisiones operativas encaminadas a garantizar el abastecimiento de bienes básicos de consumo en las zonas que todo lo perdieron.

La activa participación popular contribuye decisivamente al éxito de tales disposiciones, porque se comprende el espíritu de justicia que las anima.

La reconstrucción no será tarea de una semana o un mes. Se han calculado más de cinco mil millones de dólares en daños generales, entre ellos, las cosechas agrícolas, además de 67 mil viviendas totalmente destruidas.

Esta situación, constatada in situ, también incluye la certeza de que los materiales disponibles fluyen hacia los necesitados, al igual que las contribuciones que envían países, organizaciones internacionales y pueblos hermanos con la garantía de la supervisión estatal estricta para que así ocurra hasta restañar todas las heridas abiertas por los huracanes.

A propósito, la organización de Naciones Unidas acaba de reconocer, luego de evaluar resultados, que la probabilidad de perecer víctima de huracanes en Estados Unidos es 15 veces superior a la de Cuba. ¿Lo sabrán los estadounidenses? Sería bueno que se enteraran de esta y de muchas más verdades.

El que tenga dudas que le pregunte a las víctimas del Katrina, que en EE.UU. siguen sufriendo las calamidades que dejó el ciclón y más, porque perdieron también hasta las esperanzas.

En Cuba, damnificados y cooperantes, el pueblo trabajador y consciente, está de pie y combatiendo con la certeza de que seguirá venciendo a los enemigos y a las adversidades climáticas.

Agencia Cubana de Noticias