El Golpe de Estado en Honduras contra el Presidente constitucional Manuel Zelaya tiene implicaciones que van más allá de la destitución arbitraria de un mandatario electo democráticamente por el pueblo de su cargo para convertirse en un acto que afecta a todas las naciones del continente americano y que pone en peligro de muerte a la OEA, un instrumento diplomático que desde su fundación en 1948 bien que ha servido a los intereses de la política exterior norteamericana.

De manera que si el Presidente Zelaya no es restaurado en la presidencia de su país, tal como lo viene urgiendo la OEA el futuro de dicha organización interamericana tendrá sus días contados.
Para nadie es un secreto que la llamada «Mediación» del Presidente de Costa Rica Oscar Arias es una maniobra orquestada en el Departamento de Estado norteamericano con el intencionado propósito de quitarle protagonismo al Secretario General de la OEA Miguel Insulza, al asumir que la posición de éste en el tema de Honduras, de triunfar su planteamiento le devolvería el poder al Presidente Zelaya sin condiciones ni limitaciones, algo que ciertamente no era el deseo de Washington.

En otras palabras: para la Secretaría de Estado Hillary Clinton, un retorno de Zelaya al poder sin condiciones, sería una victoria para el Presidente Chávez, el Grupo del Alba y la izquierda latinoamericana.

Eso había que evitarlo a toda costa, aún al riesgo que de fracasar el plan de Arias y Zelaya no retornara al gobierno con sus poderes limitados, la OEA, por carambola también fuera a dar al basurero de la historia.

La consolidación de los golpistas en Honduras será no sólo un revés para la democracia en América sino también un tiro de gracia a la OEA y como tal una franca derrota de la diplomacia norteamericana.

En otras palabras: será el primer fracaso diplomático del Presidente Barack Obama.