Haití no es el único rincón del planeta en el que cunde el pánico con cada nue­vo temblor, también sucede en Europa y todo el mundo capitalista, cuando las bolsas de valores de algún país caen o cuando alguna institución financiera se derrumba, el pánico se apodera de los especuladores y jefes de Estado burgueses. Ahora el temblor financiero tiene su epicentro en la zona más vulnerable de la Comunidad Económica Europea: Grecia, Portugal y España, países que junto con Irlanda son conocidos peyorativamente como el bloque “PIGS”, que en ingles significa cerdos.

En la primera semana de febrero, los indicadores bursátiles de estos países cayeron bruscamente. El Atenas General lo hizo un 8,3%, alcanzando su mínimo en nueve meses; el español Ibex 35 en 7,7% con una disminución el día cuatro de 5,7%; y el portugués PSI 20 un 7,2%. Los dos países de la península ibérica anotaron sus niveles más bajos en siete me­ses. El impacto fue generalizado: el norteamericano Dow Jones descendió por debajo de los diez mil puntos, por primera vez en tres meses; el FT SE Eurofirst 300 también registró su mínimo en noventa días; las cotizaciones de commodities igualmente descendieron. En el caso del cobre en la semana analizada se contrajo un 8,9%.

La divisa más golpeada fue el euro, disminuyendo en 1,5% con relación al dólar y un 2,8% en comparación con el yen japonés. La libra inglesa experimentó un descenso de 2,3% frente al dólar. Como ha pasado a ser habitual cuando recrudece el riesgo los inversionistas se movieron hacia la divisa norteamericana y bonos soberanos, particularmente los estadounidenses.

Los movimientos especulativos alcanzaron a los títulos de deuda pública. En los tres países los seguros contra cesación de pagos (CDS, según su sigla en inglés) batieron récords. Los CDS constituyen un instrumento financiero al cual se asigna cada vez más importancia como indicador de riesgo en un país. Permiten protegerse ante moratorias de pagos, pero también se utilizan con fines especulativos para apostar contra bonos soberanos. En países como España, Portugal o Gresia la presión especulativa fue a su debilitamiento. Son más volátiles que los bonos soberanos, dado que tienen una mejor liquidez y, por tanto, cualquier hecho que influya en ellos conduce a una oscilación más acentuada. “Los problemas de los mercados de deuda pública – escribió Claudi Pérez, analista económico de El País – empiezan a parecerse peligrosamente a los ataques especulativos contra el sector financiero de hace un año y medio”. Es decir, su preocupación es que se repita el cuadro de pánico registrado después de la quiebra de Lehman Brothers, ahora teniendo como origen los títulos públicos.

El pánico ha llegado a plantearse escenarios catastróficos, como que sería el inicio del fin de la Comunidad Económica Europea, o por lo menos de su moneda común.

Como lo sostiene Carlos Alvarado Santana, en su ensayo “La crisis actual del capitalismo”, publicado por ediciones Ere, las soluciones que se vienen adoptando en el objetivo de frenar la crisis, y por supuesto remendar el sistema capitalista e imperialista, constituyen más combustible al fuego”. Y se refiere a que lo que ahora se vive en la eurozona es nada más que los efectos de una crisis que se presentó en Estados Unidos desde mediados del año 2007, y esa a su vez fue consecuencia de crisis anteriores. “Generalmente cada recuperación económica ha sido continuada de otras crisis, siempre más grave y violenta que la anterior”, sostiene Alvarado. Así, podemos observar la ruta que llevó a la llamada “crisis de la deuda” de 1982, la crisis de la bolsa de Wall Street en 1987, la crisis de la llamada “burbuja inmobiliaria” japonesa de 1990; la crisis del sistema monetario europeo de 1992; la crisis “tequila” de México de 1995, la crisis asiática de 1997, la crisis rusa de 1998, la crisis de las empresas “punto com”, la crisis “tango” de Argentina de 2001. Todas ellas se expresaron de forma violenta y fueron engendrando la crisis cíclica actual.

Las quiebras privadas ahora se volvieron quiebras públicas

Luego de la caída de Lehman Brothers a fines de 2008 y el fin de la burbuja inmobiliaria que dio pie al inicio de la recesión económica mundial más profunda, según varios analistas, desde la crisis de los años ‘30, los principales Estados capitalistas evitaron una depresión al costo de convertir deuda privada en deuda pública. Tanto en Estados Unidos como en los países que integran la Unión Europea y Japón, las principales bancas de inversión, aseguradoras y bancos comerciales (aunque también empresas como General Motors) evitaron la quiebra a través del salvataje estatal.

Planes de estímulo fiscal y tasas de interés históricamente bajas constituyeron mecanismos claves para reanimar la demanda y el crédito. Evitando un saneamiento de capitales en la magnitud que la crisis lo exigía, lograron contener el curso depresivo de la economía, pero al mismo tiempo trasladaron el problema a otra parte, sin lograr resolverlo en su lugar de origen. Y efectivamente parte de la crisis se traspasó del sector privado al sector público, es decir, al Estado. Los déficits fiscales y las onerosas deudas públicas devienen ahora el sector más vulnerable de la economía. El mercado de deuda pública bajo la forma de títulos, bonos y otros instrumentos financieros funciona de manera similar a cualquier otro mercado de capitales y dado que los ataques especulativos se dirigen hacia puntos críticos del sistema, puede sos­te­ner­se que “(…) los problemas en los mercados de deuda pública empiezan a parecerse peligrosamente a los ataques especulativos contra el sector financiero de hace año y me­dio” (El País, 4/02)

La intervención de los Estados para contener el curso de la crisis arroja un resultado de dos caras: contiene la caída de los negocios privados a costa de absorber la crisis e incentivar la gestación de una nueva burbuja de deuda pública. El problema reside en que, por un lado, la deuda pública constituye, como decía Marx, el más ficticio de todos los capitales ficticios ya que carece de cualquier tipo de contraparte real. Por otro lado, en el primer acto el Estado actuó como garante de los negocios capitalistas; en un segundo acto, si efectivamente el blanco lo constituyen los Estados, ¿quién va a rescatarlos?

Como señaló el economista y editorialista del Financial Times, Nouriel Roubini, “Si Grecia es un problema para la eurozona, España podría ser un desastre porque se trata de la cuarta economía de la región” (La Nación, 5/02). La economía española cayó “(…) a una velocidad vertiginosa después de que el país entró en recesión en 2008. Sus déficits públicos pasaron de un excedente del 2,23% del PBI en 2007 a un déficit del 11,4% en 2009. La deuda pública española progresó del 36,2% en 2007 al 55,2% en 2009 y debería llegar al 74% en 2012”. (La Nación, 5/02). El desempleo en España roza el 20% y es por lejos el mayor de la eurozona. España junto con Grecia, Portugal e Italia y, por fuera de la zona del euro, Gran Bretaña, son los países de la Unión Europea cuyas economías estuvieron más comprometidas en el proceso de especulación inmobiliaria. Por ese motivo están entre los más directamente afectados por la crisis desatada en 2008 en el corazón de Estados Unidos. Además de España, Grecia tiene un déficit público que llega al 12,7% PBI, su deuda pública se encuentra en torno al 110% del PBI y en Portugal, el déficit fiscal llega al 8% del PBI y su deuda pública alcanza alrededor del 80%. Sin embargo la idea de que el problema del endeudamiento afecta solamente a los “PIGS” es como señala el economista marxista francés Isaac Joshua, una ilusión. Como acaba de reconocer el presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, los dieciséis países que integran la zona euro poseen en promedio un déficit fiscal de alrededor del 6% del PBI, un valor que se encuentra muy por encima del 3% que exige la Unión Europea. Además para tomar algunos ejemplos relevantes, en Estados Unidos el déficit fiscal ronda el 11% del PBI, el 8% en Francia, el 11,6% en Gran Bretaña y alrededor del 10% en Japón. La deuda pública representa aproximadamente el 85% del PBI de Estados Unidos, el 76% en Francia, el 60% en Gran Bretaña y más del 100% en Japón. El problema de los déficits fiscales y el endeudamiento público en sí mismo, no es entonces un problema exclusivo de los “PIGS”, ni siquiera es específicamente un problema de la eurozona.

La particularidad de la zona del euro es que la pertenencia a la moneda europea impide recurrir a mecanismos tales como la manipulación de las tasas de interés que son manejadas por el BCE (actualmente bajo dirección alemana) o implementar devaluaciones. Y el hilo se corta siempre por su parte más delgada... Es por ello que el ataque especulativo (que con particular saña estimularon los periódicos Financial Times y The Wall Street Journal, consejeros del capital especulativo internacional) se centró en los países más débiles que para permanecer en la zona del euro tendrán que implementar fuertes ajustes fiscales para reducir los déficits y la deuda y aumentar la competitividad externa de sus economías a través de reducciones salariales y recortes de conquistas obreras, tal como ya anunciaron el presidente de España, el “socialista” Rodríguez Zapatero y el aún más “socialista” primer ministro de Grecia, Giorgios Papandreu. Los límites de las políticas de salida de la crisis se expresan así con todo su potencial en los países más pobres de la zona euro, en los cuales el antídoto contra la depresión económica, el endeudamiento estatal, no puede continuar si quieren mantenerse en el marco de la moneda europea.

Un vampiro de la economía real

Si bien la crisis del capitalismo mundial presenta algunos elementos que de forma acentuada la agudizan, manifestándose en la circulación de las mercancías, del dinero, del crédito y las acciones, y por tanto revelándose ante nuestros ojos como crisis financiera, es en el fondo una crisis de sobreproducción.

Los empresarios organizan la producción conforme a sus intereses económicos, en busca de obtener la mayor ganancia en el menor tiempo y con los menores gastos, por ello sus inversiones se orientan a aquellos sectores de la economía que consideran rentables. Con esa misma lógica se mueven todos los empresarios, provocando que en determinado momento haya un exceso de producción de ese tipo de mercancía (al capitalista no le interesa lo que la gente necesita, sino lo que puede vender y darle mayores ganancias) y los trabajadores, muchos de los cuales han quedado desempleados por el cierre de otras empresas de donde migraron los capitalistas, porque sus inversionistas se dirigieron todos por el mismo (otro) rumbo, pierden la capacidad de comprar, y por ello se habla de un proceso de sobreproducción relativa de bienes frente a una demanda insolvente de las masas populares.

Las empresas, al no poder vender, y por tanto perder dinero, empiezan a reducir las capacidades instaladas de sus empresas y por tanto a despedir a sus trabajadores, produciéndose entonces un círculo de miseria para los pueblos. Como las empresas no pueden cancelar sus deudas con los bancos, éstos empiezan a sentir los estragos y a perder, sus acciones pierden valor en las bolsas, se presenta la iliquidez, se reduce el crédito y se elevan las tasas de interés. Es decir, se presenta la crisis en el terreno de la circulación del dinero y en las finanzas en general.

Esto entonces, es el resultado de que se profundiza la contradicción entre las fuerzas productivas de la sociedad, que se socializan cada vez más y las relaciones sociales de producción que tiene un carácter esencialmente privado. Es la crisis general del sistema capitalista que tiene su correlato en la lucha de las masas, en la generación de la conciencia política en los trabajadores y pueblos, por la acción de un partido de clase; y, finalmente, se produce un proceso revolucionario que termina con esas viejas estructuras e implanta una nueva, sobre la base de la socialización de la riqueza y del trabajo.