El marine que asesinó al joven de 17 años y causó heridas a otro nombrado Héctor Pupo Sucarno, se encontraba en la garita ubicada en las coordenadas 43-67 y obedecía órdenes superiores destinadas a provocar una respuesta que sirviera de pretexto para invadir a la Isla.

Pero nuevamente la serenidad imperturbable de los combatientes cubanos frustró el criminal intento, que llenó de indignación al pueblo y de luto a una humilde familia.

Menos de dos años después (21 de mayo de 1966), los marines estadounidenses ejecutaron el horrendo crimen del soldado Luis Ramírez López, y en 2002, en franca violación de las leyes internacionales, Estados Unidos “acogió” en ese lugar a más de medio de millar de supuestos terroristas, en virtud su cacareada y falsa cruzada contra ese mal.

Las pretensiones de aquel aciago 19 de julio eran de índole tan mezquina como esta última: buscar el pretexto para invadir a Cuba.

Dicha maniobra fue frustrada por la actitud imperturbable de los soldados que custodian la línea del frente, esa frontera artificial impuesta por el imperio.

Para encubrir el crimen contra el joven soldado, el gobierno norteamericano divulgó la interpretación tergiversada del hecho, reducida a polvo por las autoridades cubanas con un irrefutable y detallado parte de los sucesos.

Nacido el 15 de diciembre de 1946 en Puerto Padre, actual provincia de Las Tunas, López Peña se incorporó desde temprana edad a labores agrícolas, razón por la cual solo cursó hasta el cuarto grado la educación primaria.

Apenas cumplidos los 15 ingresó en las Milicias Nacionales Revolucionarias. Su abnegada actitud en otra unidad de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y su participación en la Lucha Contra Bandidos, avalaron su ingreso en la Brigada.

Ya en ese frente, participó firme y decidido en la preparación combativa y política, la técnica de armamento, la superación cultural y protagonizó tres zafras del pueblo.

En el sepelio, el entonces comandante Raúl Castro, ministro de las FAR, entregó al padre de López Peña el carné que acreditaba al joven mártir como militante de la UJC y “símbolo de la valerosa fuerza que en la frontera defendió y defiende nuestra soberanía”.

”¡Que viva la paz, pero con los fusiles, cañones y tanques bien engrasados que tenemos nosotros!”, sentenció el hoy General de Ejército en la despedida de duelo.

Las palabras adquieren notoria vigencia, 46 años después, cuando la actual administración norteamericana, después de invadir a Iraq y Afganistán, al costo de cientos de miles de vidas de civiles, gran parte de ellos niños, ancianos y mujeres, se apresta a nuevas aventuras bélicas, ahora contra Irán y la República Popular Democrática de Corea dos naciones independientes y soberanas.

Agencia Cubana de Noticias