En los 2 meses transcurridos ya vimos que al nuevo Poder Ejecutivo no le interesa remediar nada. Lo más lamentable es que, con su prisa por concretar las reformas que aceleren y faciliten el saqueo, están aniquilando las instituciones que alguna vez se pensaron para fortalecer la democratización del país, como el Instituto Federal Electoral (IFE), el cual ahora es poco menos que una marioneta movida desde Los Pinos sin ningún recato. En estos momentos tiene más credibilidad una telenovela que la tarea que lleva a cabo el Instituto, cuyos consejeros han actuado con un cinismo y una desvergüenza que aterran.

Si antes de las elecciones de julio de 2012 se tenía alguna esperanza de que el grupo en el poder respetaría sus propias reglas, después se confirmó que su interés no es otro que pisotearlas, para que no quede duda de que luchará en el bando de los rudos. Si le creen o no a los consejeros del IFE en las elecciones intermedias que se realizarán en 14 entidades de la República este año, eso les tiene sin cuidado, tanto al PRI-gobierno como a los burócratas a su servicio en el IFE, al fin que al negar las evidencias se pone fin a los reclamos… De cualquier manera, para consumo externo se siguen guardando las formas y las apariencias, con el objetivo de poder decir que aquí todo marcha bien, que hay condiciones inmejorables para las inversiones extranjeras, que la modernización avanza sin tropiezos, etcétera.

¿No sucedió lo mismo con la Suprema Corte de Justicia de la Nación al quedar en evidencia su subordinación al Ejecutivo con los casos de Florence Cassez y del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME)? Ahora hasta el más aletargado y desinformado ciudadano sabe que los ministros están al servicio del mandatario en turno, por si antes tenían alguna duda. El contraste entre ambos casos es un notable hecho demostrativo de la discrecionalidad con la que actúa el máximo tribunal de la nación, es decir, con absoluto desapego a las normas básicas del derecho. ¿No es una aberración monstruosa que Genaro García Luna no pueda ser llamado a cuentas por sus abusos y despropósitos ya que sus delitos prescribieron, mientras que a los trabajadores del SME se les trata como viles delincuentes y se les niega su derecho al trabajo?

Es obvio que Peña Nieto tiene prisa en sentar reglas acordes con su estilo rudo para que no haya dudas sobre sus verdaderas intenciones. Si hay necesidad de escalar una represión para frenar el descontento ciudadano, seguramente lo hará sin pensarlo dos veces. Tal comportamiento le sería muy aplaudido por la oligarquía, que es finalmente lo único que le importa al grupo en el poder. Si el Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos es un molesto grano en el aparato gubernamental, pues se le extirpa y asunto concluido, como seguramente lo harán en los días venideros. Lo importante es que deje de importunar con veleidades democratizadoras o nimiedades por el estilo. Está para servir al gobierno, no para estimular rebeldías ciudadanas.

Cuántas veces en el pasado no escuchamos decir al mandatario en turno que sus políticas públicas eran para favorecer cambios progresistas, justo como ahora lo hace Peña Nieto. A la vista están los resultados de esas acciones dizque para fortalecer al país y beneficiar a los que menos tienen. “Quienes se oponen a los cambios están del lado de que las cosas sigan igual, que no mejoren. Quienes estamos en favor de los cambios es porque queremos que México sea otro”, advirtió Peña Nieto días antes de la terrible explosión en el edificio B-2 del complejo administrativo de Petróleos Mexicanos. Hay que ver la clase de cambios que propone su gobierno.

Fuente
Contralínea (México)