Y no es para menos: suponiendo sin conceder que la candidata de Morena al gobierno de esa entidad, Delfina Gómez, haya quedado en segundo lugar en la contienda, se trataría de un resultado que nadie pronosticó al inicio de la campaña, cuando la pelea se atribuía a Alfredo del Mazo (Partido Revolucionario Institucional, PRI) y Josefina Vázquez Mota (Partido Acción Nacional).

Pero ahora –después de observar la desesperación con la que se condujo el PRI en los días previos al cierre de las campañas– es difícil creer que la maestra Delfina Gómez quedó en segundo lugar y no en primero. Todo apunta a que le cometieron fraude, incluso en el conteo de votos.

Evidencias de esto son las actas de casillas donde la votación favorecía a la maestra Delfina, pero que en el sistema de conteo se reflejaban a favor del candidato priísta. Si fuera el caso, ésta no sería la primera vez en que el partido en el poder recurre a la “caída” del sistema electoral para agenciarse ilegalmente un gobierno.

Además hay que recordar que, en este caso, durante el simulacro del conteo de votos que públicamente realizó el Instituto Electoral del Estado de México, el pasado 2 de junio, el PREP (Programa de Resultados Electorales Preliminares) falló. Partidos de oposición consideraron que esas fallas técnicas podrían indicar que el sistema fue manipulado.

Pero incluso si los priístas no hubieran incurrido en el llamado fraude electrónico (que consiste en corromper los sistemas informáticos para que el conteo de votos favorezca indebidamente a un partido o candidato), en la elección del Estado de México se dieron otras formas del fraude electoral.

Por tanto, la victoria de Alfredo del Mazo se habría obtenido gracias a prácticas igual de sucias. Entre ésas, el carrusel loco, las casillas zapatos, el embarazo de urnas. En la misma jornada electoral también acontecieron otros fenómenos turbios, como la ausencia y sustitución de representantes de casilla.

Y es que en algunos municipios, entre ellos Ecatepec, las casillas no abrieron a las 8 de la mañana porque los representantes –elegidos por medio de un sorteo del Instituto Nacional Electoral y a los que previamente se les da una capacitación– renunciaron de último momento o simplemente no se presentaron a sus deberes ciudadanos.

Los motivos fueron, según denuncias hechas a Agenda de la Corrupción, las presiones y amenazas que recibieron por parte de grupos o personas vinculadas al PRI, así como la falta de certeza sobre su seguridad física.

Este tema generó dos problemas: uno, las personas que sólo podían votar temprano, por sus horarios laborales, no lo pudieron hacer; y dos, no se sabe cómo y con quién se sustituyeron los representantes, situación que pudo viciar el conteo al cierre de la jornada.

A lo anterior se suma la vil compra del voto que algunos priístas realizaron afuera de las casillas de los municipios más pobres. En este caso, los votantes fueron conminados a tomar una fotografía con un teléfono celular –incluso prestado– de la boleta marcada, pues a cambio de esa imagen el representante del partido les daba dinero en efectivo.

Ello, aprovechándose de la situación de pobreza que priva en la entidad. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, en el Estado de México 8 millones 269.9 mil personas están en situación de pobreza; 3 millones 944.8 mil son vulnerables por carencias sociales; y 1 millón 554.1 mil son vulnerables por ingresos.

Pero el fraude no sólo operó el 4 de junio. Durante la campaña se registró el llamado fraude mediático. Y es que la maestra Delfina Gómez tuvo todo en contra, incluidos los medios de comunicación. De ello da cuenta el monitoreo oficial –realizado por el propio Instituto Electoral del Estado de México–, que revela que la candidata de Morena fue la que más menciones negativas acumuló en las “informaciones” periodísticas a lo largo de la campaña, y en todas las plataformas: internet, televisión, radio y prensa escrita.

Aunado a ello, fue la candidata que menos menciones positivas acumuló. Esto sin duda jugó un papel fundamental dentro de todo el contexto. Pues en el manejo de medios el PRI es experto: a pesar del desprestigio que arrastra –con exgobernadores procesados por corrupción, narcotráfico y lavado de dinero, y el hartazgo social acumulado–, Del Mazo no sólo no encabezó las menciones negativas, sino que obtuvo más menciones positivas en las “noticias” y textos de los “líderes de opinión” que las que alcanzó Delfina. Ello, a pesar del descarado uso de recursos públicos –tanto locales como federales– en la campaña electoral priísta.

Así que el crecimiento de Delfina, de la mano de Morena, es digno de estudiarse. Sin ser una política tradicional, la candidata compitió contra la maquinaria del Estado: en esta contienda, el presidente Enrique Peña, todos los secretarios de su gabinete y otros representantes de su gobierno participaron activamente en la compra y coacción del voto. Como también lo hizo la administración de Eruviel Ávila.

Delfina también luchó contra prejuicios. El Estado de México se ha destacado por ser una entidad machista: ahí, los feminicidios están a la orden del día, así como las desapariciones de mujeres y la violencia de género. Y ella fue una candidata muy competitiva a pesar de ese contexto.

Y, para cerrar la contienda, se inició una oleada de saqueos similar a la registrada en enero pasado. En su momento, se descubrió que esos actos de rapiña en tiendas y cadenas departamentales estuvieron patrocinados por priístas para desmovilizar las protestas del gasolinazo y, ahora, casualmente favorecerán la imposición de Del Mazo como gobernador. ¿Alguna duda del miedo del PRI a Morena?