Estimado señor Presidente,

Excelencia,

Damas y caballeros:

Nos estamos acercando cada vez más al 75º aniversario de la creación de las Organización de las Naciones Unidas, fruto de la Victoria en la Segunda Guerra Mundial y del entendimiento de la necesidad de formar un mecanismo colectivo del mantenimiento de la paz y seguridad internacionales. Por desgracia, los acontecimientos de la Guerra Fría que estalló en breve después de aquello no permitieron que florecieran las colosales potencialidades constructivas del organismo en cuestión.

La esperanza de ello renació, al caer, hace casi 30 años, el Muro de Berlín que simbolizaba la confrontación de dos sistemas irreconciliables. Fue la esperanza de que por fin se podría pasar página, dejando atrás las dolorosas etapas de las guerras, reales y frías, es decir, ideológicas. Fue la esperanza de que los esfuerzos se unieran en aras de toda la Humanidad.

Sin embargo, hemos de reconocer que a, pesar de que logramos prevenir, gracias a la ONU, la Tercera Guerra Mundial, el número de conflictos y hostilidades no se redujo. Aparecieron nuevos y acuciantes retos: el terrorismo internacional, el narcotráfico, el cambio climático, la migración ilegal, el creciente abismo entre los ricos y los pobres. De año en año se hace cada vez más difícil luchar contra estos y muchos otros retos, dado que la comunidad internacional está cada vez menos unida.

A nuestro modo de ver, la razón del actual estado de las cosas consiste, en primer lugar, en la falta de ganas de los países que se proclamaron ganadores de la Guerra Fría de tener en cuenta los intereses legítimos de los demás Estados y en su falta de ganas de admitir la realidad y la marcha objetiva de la Historia.

A los países occidentales les cuesta admitir que su dominio secular a nivel mundial se está desvaneciendo. Han surgido y están cobrando fuerza nuevos centros del crecimiento económico y de la influencia política. Sin ello sería imposible encontrar solución sostenible a los problemas globales que únicamente pueden ser superados, gracias a la sólida base de la Carta de la ONU, es decir, a través del equilibrio de los intereses de todos los Estados.

Los principales países occidentales están intentando impedir la formación de un mundo policéntrico y recuperar sus posturas privilegiadas, imponer a otros los estándares del comportamiento basados en una interpretación muy estrecha del liberalismo. En resumen, sonaría como “somos liberales y todo nos está permitido”. En estos anhelos suyos el Occidente se acuerda cada vez menos del Derecho Internacional y habla cada vez más del “orden basado en las reglas”.

El objetivo del concepto de tal “orden mundial” es evidente para nosotros: revisar las normas del Derecho Internacional que ya no son de agrado de los países occidentales y sustituirlas con “reglas” adaptadas a sus esquemas lucrativos formulados en función de sus necesidades políticas. Al mismo tiempo, se intenta proclamar una fuente única de legitimidad exclusivamente al Occidente y a nadie más. Así, por ejemplo, si los países occidentales se ven beneficiados, el derecho de los pueblos a la autodeterminación sí que tiene importancia, de lo contrario, el derecho en cuestión se declara fuera de Ley.

Para justificar estas “reglas” revisionistas se recurre a la manipulación de la opinión pública, difusión de la información falsa, aplicación de estándares dobles en la esfera de los derechos humanos, la presión ejercida en los medios considerados non grata, prohibiciones de ejercer la profesión del periodista. Habría que señalar que en el espacio postsoviético han surgido “discípulos brillantes” que han adoptado estas técnicas de sus patronos.

Unas labores colectivas paritarias se ven sustituidas por formato de acceso restringido que se encuentran fuera de los marcos legítimos multilaterales, mientras que las posturas elaboradas en “círculos reducidos de personas selectas” son declaradas “acuerdos multilaterales”. Este proceso es acompañado por los intentos de “privatizar” las secretarías de las organizaciones internacionales y de usarlas para promover ideas que no fueron aprobadas por consenso y sin haber recurrido a los mecanismos universales.

Los ataques al Derecho Internacional están adquiriendo envergadura peligrosa. Todos habrán oído del abandono por Washington del Plan de Acción Conjunto y Completo elaborado para el programa nuclear iraní y aprobado vía Resolución 2231 del Consejo de Seguridad de la ONU. No sólo se negó EEUU a cumplir con sus compromisos recogidos también en la Resolución, sino que empezó a exigir de los demás que siguieran las “reglas” impuestas por Washington y sabotearan su cumplimiento.

Washington se propone minar el cumplimiento de las resoluciones de la ONU relativas a la necesidad de basar el arreglo en Oriente Próximo en el Derecho Internacional. Proponen a todos esperar el “trato del siglo”, mientras que fueron tomadas las decisiones unilaterales acerca de Jerusalén y los Altos de Golán. Está en peligro la solución biestatal del problema palestino que es de importancia clave para que sean correspondidos los anhelos legítimos del pueblo palestino y garantizada la seguridad de Israel y de toda la región.

Cuando los miembros de la OTAN, violando abiertamente las Resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, bombardearon Libia, por lo visto, también se dejaba guiar por la lógica de “su orden basado en las reglas”. Como resultado, el Estado libio fue destruido, mientras que la comunidad internacional se tiene que enfrentar a las nefastas secuelas de esta aventura de la OTAN, sobre todo, para los países africanos.

Sigue habiendo agendas “encubiertas” en la esfera de la lucha contra el terrorismo: a pesar de las decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU que son de obligatorio cumplimiento y están relacionadas con la necesidad de redactar una lista de organizaciones terroristas algunos países, siguiendo una “regla” propia consiguen que determinados grupos terroristas evadan la responsabilidad, para poder cooperar con ello “sobre el terreno”. Ocurre en Afganistán, Libia, Siria. En Estados Unidos se ha empezado ya a hablar de que Hayat Tahrir al-Sham es una estructura “de ideas bastante moderadas” con la que se puede “mantener relaciones”. Se intenta convencer a los miembros del Consejo de Seguridad de que admitan esta lógica inaceptable. señal de ello fueron los recientes debates dedicados a la situación en la localidad siria de Idlib.

Los países occidentales tienen “reglas” propias con respecto a los Balcanes también, donde se pone en práctica una política de abierto sabotaje de las decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU relativas al arreglo en Kosovo y en Bosnia.

Los Convenios universales son, junto con las Resoluciones del Consejo de Seguridad, parte inalienable del Derecho Internacional. Ya le gustaría a los países occidentales sustituirlas con sus “reglas”, tal como ocurrió en la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, cuya Secretaría técnica se hizo, gracias a manipulaciones ilegales y presión descarada, con las llamadas funciones atributivas, representando ello una infracción flagrante de la Convención sobre Armas Químicas y un acto que contradice a las potestades exclusivas del Consejo de Seguridad de la ONU.

Siguen juegos en torno a las Convenciones que obligan a todos los países a garantizar los derechos al uso de la lengua, a la educación, la libertad de confesión y otros derechos de las minorías nacionales. Nuestros interlocutores en este aspecto también se dejan guiar por sus “reglas”, pasando por alto la privación a las minorías nacionales de los pertinentes derechos y no actúan, a pesar de seguir existiendo en Europa el vergonzoso fenómeno de “no ciudadano”.

La línea política orientada a revisar el Derecho Internacional se manifiesta cada vez más en el insistente deseo de reescribir los resultados de la Segunda Guerra Mundial, justificar las cada vez más numerosas manifestaciones del neonacismo y de vandalismo con respecto a los monumentos a los combatientes que liberaron Europa y a las víctimas del Holocausto.

Están siendo sometidos a prueba tales principios fundamentales de la Carta de la ONU, como la no intervención en los asuntos internos de los países y la inadmisibilidad del uso de la fuerza y de la amenaza de su uso.

Otro país que se intenta añadir a la lista de Estados, cuya destrucción mediante la agresión o golpes de Estado iniciados desde el extranjero todos presenciamos, es Venezuela. Rusia, al igual que la mayoría aplastante de los países miembros de la ONU rechazan los intentos de devolver a América Latina las “reglas” de la época de la “doctrina de Monroe”, los intentos de cambiar desde el exterior los regímenes de Estados soberanos, sin despreciar los métodos de chantaje militar, coherción ilegal y bloqueo, tal como ocurre con Cuba, en contra de las numerosas Resoluciones de la ONU aprobadas al respecto.

El año que viene se cumplen los 60 años desde la aprobación, por iniciativa de nuestro país, de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales. Sin embargo, hasta el día de hoy una serie de Estados occidentales se siguen aferrando a las “reglas” antiguas, pasando por alto esta Declaración y las decisiones de la Asamblea General de la ONU dirigidas directamente a ellos y relativas a la descolonización, siguiendo manteniendo bajo su control los antiguos territorios de ultramar.

En noviembre de este año se celebrará otro aniversario, 20 años desde la aprobación en la Cumbre de la OSCE de la Carta sobre la Seguridad Europea y de la Plataforma de la seguridad basada en la cooperación. En dichos documentos están formulados los principios de la interacción de los países y de las organizaciones regionales en la región euroatlántica. Los Jefes de Estado y de Gobierno proclamaron con solemnidad que nadie debía garantizar su seguridad a costa a otros. Por desgracia, el consenso alcanzado al más alto nivel hoy es suplantado con una práctica de la OTAN convertida en “regla” que sigue operando con las categorías de la búsqueda de un enemigo, haciendo que su infraestructura militar avance hacia el este, hacia las fronteras de Rusia, aumentando los gastos destinados a la defensa, aunque éstos superan más que 20 veces los gastos rusos destinados a lo mismo. Invitamos a que se regrese a la vertebración de una seguridad paritaria e indivisible en el espacio de la OSCE. Últimamente, a favor de ello se están pronunciando políticos responsables en Europa. Prueba de ello fue la reunión de agosto de los Presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y de Francia, Emmanuel Macron.

Una arquitectura segura y abierta es necesaria también en la región de Asia-Pacífico. Es peligroso sucumbir a la tentación de segmentarla en unos bloques enfrentados entre ellos. Estos intentos van a contradecir a los esfuerzos de todos los países de la región de ofrecer una respuesta eficaz a los retos y las amenazas que allí se siguen registrando, incluido el arreglo del conjunto de problemas de la Península de Corea exclusivamente por la vía pacífica.

Un enorme daño al sistema global de seguridad estratégica que había tardado décadas en formarse fue causado por las acciones de EEUU, que después de abandonar el Tratado sobre Misiles Antibalísticos, destruyeron, con el obediente apoyo de todos los miembros de la OTAN, el Tratado INF. Ahora está en peligro el futuro del Tratado START. Además Washington se niega a ratificar el Tratado de Prohibición de Ensayos Nucleares, mientras que en sus documentos doctrinales fue reducido el nivel de uso de las armas nucleares. EEUU se está orientando a convertir el espacio cibernético y el espacio cósmico en un campo de enfrentamiento militar.

Para evitar una mayor escalada de tensiones, Rusia presentó una serie de iniciativas. El Presidente de Rusia, Vladimir Putin, anunció la decisión de no desplegar misiles de alcance medio y corto con base en tierra en Europa ni en otras regiones de mundo, mientras Washington se abstenga de hacerlo. Invitamos a EEUU y a la OTAN a adherirse a esta moratoria. También en más de una ocasión le propusimos a EEUU empezar a negociar la prórroga del Tratado START. Junto con la RPCh nos pronunciamos por la necesidad de que sea acordado un documento jurídicamente vinculante que ayude a prevenir la carrera armamentista en el espacio. Las reacciones por parte de EEUU y de sus aliados de momento no son muy prometedoras.

No deja de preocupar una larga falta de respuesta a nuestra propuesta hecha a la parte estadounidense hace un año: aprobar al más alto nivel una Declaración ruso-estadounidense que enfatice que una guerra nuclear sería inadmisible y habría de evitarse por todos medios, dado que en ella no habría ganadores, instamos a todos los miembros de la ONU a apoyar esta iniciativa.

Me gustaría anunciar hoy que durante el corriente período de sesiones de la Asamblea General de la ONU presentamos el proyecto de la Resolución “Refuerzo y desarrollo del sistema de acuerdos para el control de los armamentos, el desarme y la no proliferación”. Invitamos a todos a mantener unas negociaciones constructivas. La aprobación de tal Resolución representaría una aportación significativa a la creación de condiciones para una fructífera celebración el año pasado de una Conferencia de Revisión del cumplimiento del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares.

Rusia seguirá trabajando con insistencia, para reforzar la seguridad universal. En dicho campo actuamos con suma responsabilidad, mostrándonos comedidos en la esfera de la creación del potencial defensivo, por supuesto, sin dejar de garantizar de la debida manera la seguridad nacional, en plena correspondencia con el Derecho Internacional.

Nos pronunciamos por la consolidación de los esfuerzos en la lucha contra el terrorismo internacional bajo la égida de la ONU. Para movilizar el potencial de las organizaciones regionales con el objetivo de suprimir la amenaza terrorista, Rusia celebró una reunión ministerial del Consejo de Seguridad de la ONU con la participación de los representantes de la OTSC, la OCS y la CEI.

Entre las tareas primordiales de la comunidad internacional se encuentra la elaboración de actitudes aceptadas por todos con respecto a la regulación de la esfera digital y la reflexión sobre la creación del intelecto artificial. El año pasado la Asamblea General de la ONU aprobó el inicio de las labores centradas en regular las normas de una conducta responsable de los Estados en el espacio informativo. Por iniciativa de Rusia se aprobó también la Resolución sobre la lucha contra el crimen cibernético. Es importante seguir avanzando hacia unos acuerdos jurídicamente vinculantes en todos los aspectos de la seguridad informática.

Es necesario además intensificar los esfuerzos aplicados al arreglo de las múltiples crisis y conflictos que están azotando diferentes rincones del mundo. Lo importante es conseguir que las partes cumplan con los compromisos ya existentes y no permitir que inventen pretextos para evadir los compromisos asumidos. Ello es aplicable a los conflictos en el espacio postsoviético, incluida la necesidad de seguir a pie de la letra los postulados del Conjunto de medidas para el cumplimiento de los Acuerdos de Minsk elaborado para arreglar la crisis en el sudeste de Ucrania.

En Siria, donde se ha alcanzado unos importantes éxitos en la lucha contra el terrorismo, está cobrando importancia primordial la promoción del proceso político, conducido por los propios sirios con la ayuda de la ONU. Con la aportación decisiva de Rusia, Turquía e Irán como garantes del Proceso de Astaná se acabó de formar el Comité Constitucional, hecho anunciado recientemente por el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres. La agenda está compuesta por la reconstrucción posconflicto y por la creación de las condiciones necesarias para el retorno de los refugiados. El sistema de la ONU habría de desempeñar un papel más activo en esta esfera.

Sin embargo, en general en Oriente Próximo y en el Norte de África quedan muchos problemas sin resolver. Todos nos damos cuenta de lo que ocurre en Libia y Yemen. Están a punto de ser echadas por tierra las perspectivas de la solución del problema palestino y la puesta en práctica de la Iniciativa de Paz Árabe. Provocan preocupaciones los intentos de usar a su favor el “factor kurdos” que podría ser explosivo para muchos países.

Se están avivando de manera artificial las tensiones en el Golfo Pérsico, llamamos a que las discrepancias existentes sean superadas mediante el diálogo, sin acusaciones infundadas. La aportación de Rusia a esta causa consiste en haber sido presentada en pasado verano la renovada estrategia rusa de la seguridad colectiva en dicha región.

Apoyamos los esfuerzos de los Estados africanos encaminados a poner fin a los conflictos en su continente. Ayer Rusia convocó una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU para el refuerzo de la paz y la seguridad en África. A finales de octubre se celebrará en Sochi la primera en la Historia Cumbre Rusia-África. Contamos con que sus resultados permitan elevar la eficiencia de la lucha contra los retos y las amenazas de la actualidad y superar de manera eficaz los problemas del desarrollo a los que está enfrentado el continente africano.

La reforma del Consejo de Seguridad está llamada a perfeccionar las actividades anticrisis y de paz desplegadas por la ONU. Las realidades de un mundo multipolar conceder prioridad a la búsqueda de una fórmula que elimine el evidente desequilibrio geopolítico de la actual composición del mencionado organismo y garantice una mayor representación en el Consejo de los países de África, Asia y América Latina con el mayor consentimiento posible de los Estados miembros de la ONU.

Damas y caballeros:

Las líneas divisorias son nefastas no sólo para la política internacional, sino para la economía mundial. Su crecimiento inclusivo se ve refrenado, dado que las normas de la OMC son sustituidas por otras “reglas”, métodos de la competencia desleal, proteccionismo, guerras comerciales, sanciones unilaterales, abuso evidente del estatus de dólar. Todo eso provoca la fragmentación del espacio económico global y afecta negativamente la vida de la gente. Consideramos importante regresar a las labores conjuntas y constructivas tanto en el marco del sistema de la ONU, como en el marco de los G-20. Propiciaremos la creación de condiciones idóneas para ello, aprovechando también las posibilidades de los BRICS, donde Rusia asumirá la presidencia en 2020.

Junto con nuestros correligionarios nos pronunciamos por la armonización de los procesos de la integración. En esta filosofía esta basada la iniciativa formulada por el Presidente de Rusia, Vladimir Putin. Consiste en la formación de una Gran Asociación Euroasiática con los países miembros de la CEEA, la OCS y la ASEAN. Será de libre acceso para otros estados euroasiáticos, incluidos los países de la Unión Europea. El movimiento hacia este objetivo ya ha empezado con la homologación de los planes del desarrollo de la CEEA y del proyecto chino Un cinturón – una ruta. Una consecutiva puesta en práctica de estas iniciativas no sólo permitirá elevar el ritmo del crecimiento económico, sino sentar unas sólidas bases para construir un espacio de paz, estabilidad y cooperación desde Lisboa hasta Jacarta.

Damas y caballeros:

En vísperas de un nuevo aniversario de la ONU, me gustaría subrayar que el modelo del orden mundial con el papel clave de la ONU, a pesar de todas las pruebas, sigue siendo sólido y cuenta con una gran capacidad de resistencia. Es una especie de red de seguridad que garantiza, en caso de ser respetada la Carta de la ONU, que la humanidad evolucionará a través del equilibrio de intereses de diferentes países, por muy contradictorios que sean.

Con toda seguridad, la principal conclusión al término de estos 75 años, consiste en que siguen igual de solicitadas las experiencias de una cooperación libre de ideología recibidas en los años de aquella cruenta guerra, el esfuerzo de los Estados ante una amenaza común.

Las amenazas y los retos de hoy entrañan un peligro igual de grave.

Únicamente trabajando de manera conjunta, podremos reaccionar de manera eficaz ante ellos. Hace medio siglo un destacado científico y personalidad social, Premio Nobel, Andréi Sájarov, escribió estas palabras “La falta de unidad de la Humanidad entraña el peligro de su final... Para la Humanidad superar esta falta de unidad sería alejarse del borde de este abismo”. Precisamente en la unidad veían la principal de la ONU sus padres fundadores. Seamos dignos de su patrimonio y de su memoria.

Gracias por su atención.