Richard A. Clarke fue el jefe de la oficina antiterrorista de los Estados Unidos durante el gobierno de George W. Bush. Se ocupó de investigar los atentados del 11 de septiembre de 2001. Funcionario durante 30 años -de 1973 a 2003-, en diversos puestos burocráticos de la administración estatal. Escribió un libro: «Against All Enemies» (contra todos los enemigos) en donde cita la complejidad de lo que pasó dentro del aparato estatal norteamericano tras los atentados del 11/09.

Diez años después de los ataques del 11 de septiembre, el gobierno de los EE.UU. ha dejado bien claro que tiene algo que ocultar. Desde el asesor de la Casa Blanca para temas contra el terrorismo hasta los copresidentes de la Comisión Nacional de Investigación, una tras otra, estas figuras claves han tomado sus medidas para desligarse de una versión oficial que simplemente no encaja. Yo echo una mirada otra vez a esta gran operación secreta.

El jefe de las operaciones anti-terrorismo del ex-presidente Bush, asesor Richard Clarke reveló que la CIA, bajo el mandato de George Tenet, trató de reclutar algunos de los terroristas de Al Qaeda involucrados en el 11 de septiembre antes del ataque que tuvo lugar en 2001, pero después de fracasar en su intento, Tenet y su equipo de la CIA encubrieron los esfuerzos fallidos para dicho reclutamiento.

Esta revelación es otro elemento más que se añade a lo que se ha convertido en el informe de mayor descrédito del gobierno de los EE.UU. desde el tristemente célebre Informe Warren sobre el asesinato del Presidente John F. Kennedy en 1963. En realidad, el Informe Warren recibió un golpe de descrédito cuando se supo que la Primera Dama Jacqueline había revelado al historiador Arthur Schlesinger Junior en 1964 que el Vicepresidente Lyndon B. Johnson estaba detrás del asesinato de su esposo en Dallas.

La revelaciones hechas por la Señora Kennedy y por Clarke muestran que el gobierno de los Estados Unidos no es confiable para llevar a cabo investigaciones de fechorías hechas con pleno conocimiento y total apoyo de altos funcionarios de la CIA y de la Casa Blanca. Los ataques del 11 de septiembre no son más que acciones encubiertas a esos altos niveles del gobierno.

Las recientes declaraciones de Clarke sobre el conocimiento por parte de la CIA sobre las células de Al Qaeda involucradas en los hechos del 11 de septiembre antes de que estos sucedieran en 2001 en Nueva York y Washington sólo nos dejan ver la mera superficie del mundo de la inteligencia, los grupos altamente compartimentados, que planearon cuidadosamente los ataques y como los medios encubrieron el desarrollo de dichos acontecimientos.

El individuo que sobresale entre todos los funcionarios de la inteligencia y agentes de la ley que trataron de buscar activamente la red criminal que llevarían a cabo los atentados del 9/11 era el jefe anti-terrorismo del FBI John O´Neil [que falleció curiosamente el 11 de septiembre de 2001, ndlr]. Desde que ocurrió el primer atentado con bomba contra el “World Trade Center” en 1993, O´Neil emprendió una empecinada búsqueda de Osama bin Laden y de Al Qaeda. Y después de ocurrir otros ataques terroristas contra las Torres Khobar, en Dharan, Arabia Saudita; contra las embajadas de EE.UU. en Kenia y Tanzania, y contra el buque USS Cole en el puerto de Adén, el mayor problema de O´Neil ya no era Al Qaeda, sino la resistencia de altos funcionarios en el seno del gobierno estadounidense.

La mayor teoría de la conspiración de todos ellos, el reporte (informe) de la comisión oficial sobre el 9/11, que concluyó que diecinueve hombres, mayoritariamente de Arabia Saudita, secuestradores con cuchillas fueron capaces de burlar al multimillonario sistema de defensa e inteligencia de los EE.UU. en tan sólo unas horas, en una mañana de de martes del 2001, ha sido desacreditada en parte por los dos copresidentes de la Comisión 9/11: el ex-gobernador de Nueva Jersey, Thomas Kean, y el ex –representante demócrata por Indiana, Lee Hamilton. Ambos dijeron que funcionarios del gobierno mintieron a su comisión y que se ocultó información importante que no fue entregada a los investigadores…

La ira de Kean y de Hamilton sería mejor empleada contra Philip Zelikow, ayudante de la consejera para la Seguridad Nacional de Bush, Condoleezza Rice, que aseguró bajo juramento que nadie podría esperar el uso de aviones de pasajeros como armas. Zelikow fue designado director ejecutivo de la Comisión 9/11 y tenía la misión de evitar cualquier investigación sobre el papel de la CIA, de los sauditas, y de los intereses de Wall Street en la creación de los ingredientes que permitieron que los ataques del 11 de septiembre ocurrieran sin complicación o obstáculo alguno. Es conocida la conducta que ha mantenido Zelikow de desacreditar cualquier teoría que no se ajuste a la doctrina del gobierno, incluyendo ataques a cualquiera que se no crea en los mitos de la Comisión Warren sobre el asesinato del Presidente Kennedy.

Desgraciadamente, los ataques del 9/11 contra el “World Trade Center” no constituyeron la primera vez que el gobierno de EE.UU. se involucró en un gran encubrimiento de un ataque contra dichos edificios. Según fuentes de inteligencia norteamericanas, el FBI y el Departamento de Justicia ocultaron volúmenes de traducciones de mensajes telefónicos en idioma árabe interceptados antes de que ocurriera el atentado con bomba en 1993 contra el “Trade Center”, en el interior de los EE.UU. y desde Sudan, donde se encontraban militantes islámicos que una vez trabajaron para la inteligencia norteamericana durante la guerra de los mujadhines contra la Unión Soviética, en Afganistán.

Los importantes servicios de inteligencia, que demostraron la existencia de una relación entre la CIA y las fuerzas Mujadhines “afgano-árabes”, incluidos los que eran fieles a Osama bin Laden, nunca aparecieron en el juicio de la célula de Brooklyn y Jersey, en la que estaban el clérigo egipcio ciego Shaikh Omar Abdul Rahman, Ramzi Yousef y Eyad Ismail. La célula de Nueva York y Nueva Jersey también incluía a Ali Mohammed, un graduado de la Escuela de las Fuerzas Especiales del Ejército, en Fort Bragg, Carolina del Norte. Este hombre, cuando estaba en servicio activo como miembro de las Fuerzas Especiales, viajó en secreto a Afganistán a entrenar a las fuerzas de Bin Laden y brindarles información de inteligencia sobre los “objetivos blandos” norteamericanos para llevar a cabo ataques terroristas; en la célula también aparecía Wadih el Hage, secretario personal de Bin Laden, residente en los EE.UU.

Es irónico que, los dos hombres responsables de la no presentación de la información de inteligencia sobre el ataque de 1993 contra el “World Trade Center” ante el jurado y el Gran Jurado—los principales fiscales federales en Nueva York y Nueva Jersey en el caso del atentado con bomba—fueran Patrick J. Fitzgerald y Michael Chertoff, respectivamente. Fitzgerald llegó a ser el Fiscal del Distrito Norte de Illinois y comenzó sus actividades con la acusación y castigo de dos gobernadores de Illinois por corrupción: el Republicano George Ryan y el Demócrata Rod Blagojevich. Ambos casos fueron shows de trasfondo político.

Ahora se añade a las atrocidades cometidas por el gobierno de EE.UU. el hecho de que, según una fuente del FBI, el jefe investigador de esta instancia contra Al Qaeda en los años 90, el desaparecido John O´Neil, estaba furioso porque una gran parte de las informaciones de inteligencia sobre las llamadas telefónicas nunca fue presentada como evidencia y quedó sin traducir y clasificada.

Existen otros vínculos de la CIA con Bin Laden y Al Qaeda que son muy numerosos para describirlos.

Sin embargo, hay uno que sobresale porque involucra a una figura clave en el Pentágono que dirigió Donald Rumsfeld cuando ocurrieron los ataques del 11 de septiembre. Una fuente de la CIA relacionada con el Fondo para la Defensa de Bosnia, recogía donaciones de los países árabes y musulmanes para la guerra de Bosnia contra Serbia y Croacia, y reveló que la Red contra Delitos Financieros del Departamento del Tesoro (FINCEN) tenía preocupaciones que las transferencias de dinero hechas por le Banco Riggs a la cuenta del Fondo para la Defensa de Bosnia en el Banco Central de Sarajevo estuvieran beneficiando a elementos terroristas que se creía que estaban relacionados con Osama bin Laden y Al Qaeda. Riggs era el banco principal que brindaba servicios al embajador saudita en EE.UU., el príncipe Bandar y su esposa la princesa Haifa y era también el banco que tenía vínculos con la familia de George H.W. y George W. Bush.

Cuando la fuente CIA se quejó de que los Fondos de Defensa para Bosnia estaban pasando a las manos de terroristas islámicos, incluyendo personas relacionadas con bin Laden, recibió la respuesta de uno de los principales funcionarios del Fondo: “Sólo tienes que hacer que suceda!

El vínculo de Bosnia con Al Qaeda era importante. En realidad, bin Laden no sólo había visitado Bosnia—según informes—sino que portaba al menos un pasaporte diplomático de Bosnia y había interactuado con diplomáticos bosnios en Viena, Austria.

Pero no se puede ignorar la relación entre Mossad y el 9/11. Dos documentos internos del gobierno estadounidense revelaron que entre los 120 “estudiantes de arte” israelíes que trataron de penetrar la seguridad de decenas de edificios de oficinas federales y que visitaron las residencias de muchos funcionarios del sistema de justicia en el 2000 y 2001 utilizaban direcciones residenciales y postales en el Sur de la Florida y en Texas, cerca de otras utilizadas por los secuestradores de los aviones del 9/11.

La información trascendió en un informe de la Oficina Antidroga (DEA) redactado en junio de 2001 sobre las actividades de los estudiantes de arte y de una lista del FBI con los nombres de los secuestradores y otros sospechosos, incluyendo un conocido agente del Mossad, Dominick Suter, que dirigía una compañía israelí en Weehawken, Nueva Jersey. La lista del FBI se dio a conocer accidentalmente a principios del mes de octubre de 2001 en un sitio web del gobierno Finlandés.


"Nuestro objetivo era documentar el ’Evento’"
Los cinco israelíes entrevistados en un programa show de la televisión israelí en noviembre de 2001.


Cinco israelíes que trabajaban para la compañía “Urban Moving Systems” de Suter fueron arrestados por la policía y el FBI en la tarde del 11 de septiembre mientras conducían una camioneta sospechosa cerca del Giant Stadium, en Secaucus, Nueva Jersey. Los cinco israelíes eran los únicos sospechosos arrestados el día 11 de septiembre de 2001 por supuesto vínculo con los ataques de ese día. Los cinco fueron deportados a Israel sin jamás ser formalmente acusados de nada. El memo de la DEA decía específicamente que los israelíes que intentaron penetrar oficinas federales y residencias de empleados del sistema legal pudieron haber tenido vínculos con un “grupo fundamentalista islámico.”

Incluso diez años más tarde, el gobierno de los EE.UU. y los gobiernos de Nueva York y de la ciudad de Nueva York no tienen en cuenta a los veteranos que participaron en los acontecimientos relacionados con los ataques de 9/11 quienes, a diferencia de O´Neill, tuvieron la suerte de sobrevivir el catastrófico ataque. Sobrevivientes del desplome del “World Trade Center” y los hombres del Departamento de Policía de Nueva York, que dieron la primera respuesta a los acontecimientos y de la Policía Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey, del Departamento de Bomberos de Nueva York y otros, no fueron invitados a las ceremonias por el décimo aniversario a “Ground Zero” el 11 de septiembre de 2011.

Durante una década, los ataques del 9/11, junto a los que tuvieron lugar en Londres, Madrid, Bali y otros lugares han sido utilizados por los medios corporativos para apoyar las campañas del gobierno contra las libertades civiles, los derechos humanos, la protección de la privacidad, las guerras de liberación por grupos étnicos y partidos políticos, y la libertad de información. Estadounidenses de todas las edades y orígenes sociales ahora son sometidos a molestos registros corporales en los aeropuertos que hubieran sido considerados como atroces abusos por parte de las autoridades unos quince años atrás.

Al reconsiderar los acontecimientos del 11 de septiembre, nos dicen que Bin Laden fue aniquilado en un asalto de Operaciones Especiales en Abbotabad, Paquistan. Hubo muy poca evidencia forense para probar que fue Bin Laden el muerto. En cualquier caso, la mayoría de los miembros del Equipo 6, de los SEAL de la Marina de EE.UU. que llevó a cabo el ataque contra Bin Laden murieron recientemente en un ataque contra su helicóptero en Afganistán.

Al igual que en el asesinato del Presidente Kennedy y del escándalo Irán-Contras veinte años más tarde, el 11 de septiembre quedará relegado a los libros de historia como un acontecimiento envuelto en el misterio y escaso de evidencias reales, mucha de la cual fue destruida o quedó clasificada, que impide descubrir sus verdaderos autores.

(Continuará…)

Traducción de la Red Voltaire
LC & SC Asociados.

Fuente
Strategic Culture Foundation (Rusia)

Fuente: Strategic Culture Foundation (Rusia).