Kenya Fujimori es un súbdito pusilánime del Japón. Se fugó del Perú, con maletas y todo y se refugió bajo el manto cómplice de un gobierno oriental.

El mismo que hizo mutis por el foro mientras que este ratero y su carnal Montesinos hacían de las suyas siempre en el marco de una cooperación exitosa con el Imperio del Sol Naciente. Causa repugnancia que sus genízaras conciten siquiera entrevistas y reportes. Todos los fujimoristas son delincuentes.

La especie aquella de una memoria colectiva olvidadiza y amnésica es una tara inocultable pero también robustecida por el discurso que "regala" el 90% de los medios de comunicación: hermandad, fraternidad, reconciliación.

Hay que perdonar a los asesinos de un país, a los cacos, a los contrabandistas, a los rufianes que creyeron que esto era una chacra para crímenes que a la postre siguen impunes. CSF Cipriani clama por la solidaridad. ¿Y qué hay de sus bajezas estentóreas y silencios raros cuando la dictadura asesinaba campesinos y gente inocente?

Decía un político cuya influencia trascendió los estrechos confines nacionales que en el Perú las cosas de puro sabidas se olvidan. Y esta es una verdad de esas macizas e incontrastables.

Kenya Inomoto Fujimori se escapó del Perú. No tuvo la valentía ni los pantalones para aguardar el enjuiciamiento de sus enjuagues. Dice que temía por su vida. ¿Cuánto valor tiene la existencia de una rata con saco y corbata? El ladrón de a pie roba y hace mal, el criminal de etiqueta lo hace en desmedro de millones de hombres y mujeres. Kenya, Montesinos, Joy Way y toda la caterva de escupibles que hicieron de su paso por los ministerios, gobernaciones, alcaldías, un monumento a la sinverguencería, son parte de la historia negra del Perú.

Cosa curiosa que el diario The New York Times se adentre en una campaña harto sospechosa y con ribetes más bien largos. ¿Quién o quienes financian a Kenya? Yo tengo la impresión que camina con fondos propios y uno que otro cómplice que aspira su vuelta al Perú. Total, para los ladrones, nunca el botín es suficiente, sobre todo si hay compañeros de ruta dispuestos a expoliar mucho más a un país como el nuestro.

El fatuo Adonis de la izquierda caviar, Diego García Sayán, ahora reclama al Poder Judicial una mayor eficiencia para con la extradición de su admirado ex-socio de negocios, Alberto Kenya Fujimori. ¿Y quién ocupó la cartera de Justicia y gobernaba desde mucho antes que cayera Fujimori en esos pagos?: nada más ni nada menos que Diego García Sayán. ¿Qué, este narciso aún sigue creyendo que puede aspirar a una presidencia que no merece ni de lejos? ¡Hay imbéciles que no aprenden a dominar siquiera en parte, sus auto-elogios y méritos en que sólo ellos creen! Este es un caso lamentable.

Kenya Fujimori desde sus cómodas instalaciones dice cuanto le viene en gana. ¿Porqué no retorna a su lar natural que es alguna cárcel? ¿Cuál el es hogar para los monreros?: las ergástulas. Y es allí donde tiene que estar. El resto es grita muy bien alquilada. Allá los bobos que en la prensa hacen el juego. Pero es obvio que este tinglado también tiene las coyunturas muy bien aceitadas con dineros inmoralmente obtenidos. Ellos dicen: ¡En el robo, hermanos!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.