Por verguenza mínima y cuasi inexistente, la empresa chilena Lucchetti, debe irse de los Pantanos de Villa, Chorrillos. ¡Aquí no caben juicios ni apelaciones hechizas! ¡Mucho menos los chillidos de los vendepatria de siempre que gritan que las inversiones se van a retraer y que nos estamos convirtiendo en un país de alto riesgo! A estos sinverguenzas habría que pasearlos desnudos y flagelarlos en público por ser parte de una reacción antipatriótica de muy alto vuelo.

El valor de la inversión que las empresas chilenas tienen en el Perú se aproxima o supera los 4 mil millones de dólares. ¿Se van a asustar porque Lucchetti metió la pata desde el comienzo y se van a largar del Perú? ¡Pamplinas! Lucchetti se asoció con el delincuente Montesinos y los cacos sólo producen inconductas y atentados contra el bolsillo ajeno. ¡Así de simple! ¿Qué no lo sabía el resto de chilenos que gana dinero en el Perú merced, de repente, a limpios tratos contractuales? ¡Por favor! ¡Aquí todo el mundo conoce de qué pata cojea cada quien y Lucchetti hizo lo imposible por dar a sus maniobras el tinte de tenebrosas, desleales, deshonestas. Los resultados están a la vista.

El abogado Avendaño se jala los pelos y resuella que el Perú demuestra inseguridad jurídica. ¿Qué es ésto? Nada más, ni nada menos para estos
quintacolumnas, que la fórmula o panacea para que los que llegan de fuera inviertan 10 y se lleven 100 sin fiscalización ni control alguno. Por cierto, para eso sirven los abogángsters, sólo para legalizar las exacciones y los robos institucionales. ¡Qué bajo han caído los picapleitos! Raza abominable tiene la responsabilidad de explicar al país cómo es que ha medrado alrededor de todos los líos que causan y azuzan para seguir cobrando lo que llaman honorarios.

He escuchado que algunos trabajadores de Lucchetti, los escogidos que hablan para la televisión, mencionan el término xenofobia. ¿Alguno de ellos dijo algo cuando Chile cerraba Aerocontinente por la inexistencia de un manual y con ello arrojó a la calle a decenas de peruanos no en el Perú sino en una capital lejana y ajena?

Recordemos con verguenza, propia y ajena: cuando en Chile se liquidaba a Aerocontinente, el Perú a través del izquierdoso caviar Diego García Sayán, canciller entonces, condecoraba a la titular de relaciones exteriores de Chile. Pregunté entonces porqué se premiaba a la sureña y arriesgué una tesis jamás desmentida: se la premiaba por cerrar a una empresa peruana. ¿Y ahora se rasgan las vestiduras quienes jamás han abierto la boca contra la pezuña bestial de los extranjeros abusivos de toda nacionalidad? ¡Pamplinas!

Lucchetti tiene que irse y hacerse responsable de sus trabajadores, indemnizarlos bien y entender que hay un precio muy caro cuando las malas juntas producen esperpentos como el de esa fábrica ubicada en un santuario ecológico. Lucchetti es un precedente y de los más interesantes porque en pocos meses más habrá razones más que suficientes para impugnar la soberana estupidez que pretende que un ramal del gas de Camisea arribe a la Playa Lobería en la Reserva Ecológica de Paracas, Ica.

¡Fuera Lucchetti y punto!

Es hora de romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.