El Congreso ha aprobado la eliminación de la renta básica que ha venido cobrando por años esa empresa que se llama Telefónica del Perú SA. El ex-defensor del pueblo, Jorge Santisteban admoniza sobre un futuro problema constitucional, el mentiroso Rafael Rey habla de la cacareada estabilidad jurídica (esa que favorece siempre a las firmas que hicieron contratos de mal olor y sin postores durante el fujimorato). TdP sostiene que acudirá a los tribunales internacionales para conservar una de sus fuentes de riqueza. Aquí hay una aserción que todo el mundo evita comentar pero que más de 1 millón de peruanos padece: TdP ha practicado el robo institucional durante más de un lustro y es hora de decirle: ¡basta de raterías!

Obviemos que TdP fue -y es- un monopolio antes descarado y hoy encubierto bajo la caparazón de una competencia en la que todas las empresas de este giro tienen ventajas concertadas siempre en desmedro de los clientes, tanto en telefonía fija como en la celular. Olvidémonos que TdP fue cómplice del espionaje que la dictadura delincuencial de Fujimori impulsó a troche y moche. Dejemos de lado que gran parte de los funcionarios ibéricos instalaban cámaras soplonas en sus oficinas y hacían -y hacen- trabajar a los peruanos 12, 14 ó 15 horas y quien protesta se va a la calle. No hagamos remembranza que varios cientos fueron echados a la calle y el TC ha ordenado que sean repuestos porque su salida fue abusiva, injusta, inmoral.

Por tanto, remitámonos a algunos hechos. TdP ha robado al pueblo peruano a través de cobros fantasmas. Apenas comenzado 1998, Pedro Flecha y este modesto escriba, hasta la coronilla de las impagables y desmedidas facturas de TdP decidimos impugnar uno a uno los recibos que nos llegaban siempre sin descripción pormenorizada y bajo epígrafes generales que no permitían una radiografía leal de qué solicitan como honra del servicio. La lucha fue atroz, entre cortes, amenazas, decenas de cartas y respuestas, el desenlace duró muchos meses.

Flecha estaba entonces embebido de una multitud de broncas judiciales y le faltó tiempo para completar el éxito que en mi caso sí fue patente e irrefutable: Osiptel, entidad que juzgó los 6 casos de querella contra TdP, tuvo la limpieza de reconocer que mis reclamos eran todos fundamentados y que TdP tenía que cobrar no las facturas por varios cientos de dólares sino el mínimo. Es decir, le ganamos a TdP 6 juicios administrativos que hacían palmario el abuso, demostraban un cobro ilegal y daban la razón a un usuario. La primera factura de teléfono de 1998 la pagué en agosto (en partes, para fastidiar un poco más) y coronó días y semanas de una lucha sin tregua. Entonces, pregunté en otro artículo: ¿qué tal si varios miles de peruanos hacían lo mismo? La respuesta es obvia.

En la Argentina, en Brasil, en Chile, en donde está Telefónica, genera problemas porque hacen lo posible para exaccionar al cliente. Aquí todos conocemos esas cabinas telefónicas con garras que impiden recuperar monedas; sabemos de las tarjetas pre-pago (caja chica de TdP) que duran menos de lo que ofrecen en su propaganda; las facturas casi siempre y por años de años han consignado llamadas al extranjero que jamás se hicieron; pero el paga primero y reclama después fue una ley tácita que TdP hizo valer con la complicidad de la dictadura de Kenya Fujimori.

Cuando el fraude fujimorista del año 2000 el pueblo huancaíno lo primero que hizo fue quemar las oficinas de TdP, era la respuesta popular de asco contra un símbolo de la dictadura. Eso es lo que ha sido TdP: ícono del oprobio, tienda de fraudes, alacena de engañifas y robos al por mayor. Hoy se quejan porque el Congreso ha encontrado razones suficientes como para demandar la eliminación de la renta básica.

¡Desgañítense ahora abogángsters al servicio de las multinacionales!
¡Rebuznen los Avendaños de toda laya! A estos vendepatrias habrá que flagelarlos y enseñarles algo de dignidad y limpieza cuando del Perú se trata.

Es hora de romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.