Casi con el pié en el estribo, o para decirlo correctamente, al momento de tomar el avión que me llevaría de regreso a Miami, escribo esta última crónica sobre el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano al cual hemos asistido en calidad de periodista, invitado por su Presidente, mi compañero de tiempos universitarios Alfredo Guevara a quien desde entonces me unen estrechos lazos de amistad que han pasado siempre por encima de las diferentes etapas de la vida política de nuestro país, inclusive aún cuando en los comienzos de la revolución en 1961 decidí yo salir de país por no estar de acuerdo entonces con la alianza estratégica que se había pactado con la Unión soviética por la dirección cubana, ante la política de agresión que se había adoptado por parte de Estados Unidos hacia Cuba. Aún entonces la amistad entre el "comunista fidelista" Alfredo Guevara y el "ortodoxo chibasista" que era yo, no quedó interrumpida.

Vale el preámbulo para que se entienda por los que aquí en Miami llevan el odio por dentro, que siempre en mi actuación en la vida pública he tenido a bien separar la política de la sincera amistad. Los que me conocen bien saben de esta conducta mía irrenunciable. Quizás esté yo equivocado pero ya a mi edad el tiempo es corto para cambiar.

Pues bien, para seguir con mi crónica sobre el Festival de cine de La Habana diremos que el pasado viernes en la noche se clausuró el evento con la exhibición de la película europea "El pianista" del bien conocido y laureado director de cine polaco Roman Polanski, una obra magistral que obtuvo el premio la "Palma de Oro" en el Festival de Cannes.

Compartíamos las primeras filas del teatro, junto a Polanski con el escritor Gabriel García Márquez, el director del Instituto de cine Omar González, el Presidente del Parlamento cubano Ricardo Alarcón, el Ministro de Cultura Abel Prieto, el propio Presidente del Festival Alfredo Guevara y el también entrañable amigo Monseñor Carlos Manuel de Céspedes.

El cierre del Festival de Cine de La Habana nos presentaba la película "El pianista" de Polanski exhibida por primera vez en el continente americano y nominada para un Premio Oscar de la Academia de Hollywood. No se trata de una obra de ficción. Está basada la cinta en un libro autobiográfico del brillante pianista judío-polaco Wladyslaw Szpilman donde se relata la dolorosa tragedia que el protagonista sufriera en el ghetto de Varsovia durante la ocupación de Polonia por los nazis durante la II Guerra Mundial.

No vamos a contarles la película pero a manera de síntesis les diremos que este drama cinematográfico magníficamente realizado por Polanski está en la categoría de las obras maestras del cine tanto por su carga emotiva trágica como por la lección que nos enseña la historia.

Según nos dijo el propio Polanski con quien tuvimos la oportunidad de conversar junto a García Márquez, en "El Pianista" hay polacos buenos y polacos malos, judíos buenos y malos, y alemanes buenos y alemanes malos. Se trata de una historia de horror escalofriante en la cual se muestra toda la maldad del nazismo pero sin embargo está llena de optimismo y de esperanza.

El pianista de la historia llevada al cine por Polanski salva su vida gracias a un oficial alemán que lo descubre solitario en su escondite en las ruinas del ghetto de Varsovia y lo protege hasta el final. Los horrores de la guerra, la crueldad del nazismo, la cobardía de unos y la valentía de otros, donde los buenos y los malos no están en un solo bando, donde hasta en el infierno aparece un bueno entre los malos la película de Roman Polanski es como la historia eterna de la humanidad donde aún en medio de la más perversa maldad asoma la esperanza.

El teatro Carl Marx de La Habana, escenario de la clausura del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, abarrotado de público entusiasta, cerró la noche con un atronador aplauso a Román Polanski que desde el escenario respondió con solo una palabra repetida tres veces: Cuba, Cuba, Cuba.

Adiós a Cuba. Ya estoy de vueltas en Miami. A sobrevivir como "El pianista" en el Ghetto de Varsovia. En la esperanza de que aquí en Miami también hay buenos entre los "malos".